Quitar el barbecho es un «desastre medioambiental»

Luis J. Gómez
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La medida que se plantea para paliar los efectos de la guerra de Ucrania puede interrumpir procesos de recuperación del suelo que duran años y privar de refugio a muchas aves esteparias, alerta el investigador del MNCN-CSIC Mario Díaz

Quitar el barbecho es un «desastre medioambiental» - Foto: Javier Pozo

La palabra barbecho viene del latín, pero ya hay una referencia a esta práctica en el Éxodo del Antiguo Testamento, cuando Jehová le propone las leyes a Moisés y entre ellas incluye que «seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha; mas el séptimo año la dejarás libre». Sea cual sea su origen etimológico o divino, el barbecho se ha venido utilizando durante siglos en el campo. Básicamente consiste en dejar a la tierra 'descansar' sin cultivarla durante una temporada. Ahora la Unión Europea lo exige para poder cobrar las ayudas de la PAC por el componente medioambiental que tiene y para reducir el uso de fertilizantes y pesticidas. 

«El suelo lo mantienen organismos salvajes, bacterias y hongos, los polinizadores, los controladores de plagas, todos estos organismos que son animales y plantas salvajes que viven en las partes no cultivadas de los sistemas agrícolas», explica Mario Díaz, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN-CSIC), que lleva años estudiando la evolución de los ecosistemas agrarios, especialmente para las aves. Cuenta que hay áreas que nunca se cultivan como los linderos, pero que son franjas pequeñas, por lo que se necesitan los barbechos, que son mucho más grandes, como «el refugio de esta biodiversidad». 

Con dato de 2021, en Castilla-La Mancha había 796.869 hectáreas de barbecho. Para hacerse una idea es bastante más de lo que hay de viñedo o de olivar. Pero quizá la comparación haya que hacerla con cultivos que sí se siembran cada año, como los cereales, para los que se dedicaron 1,3 millones de hectáreas en 2021. 

Sin embargo las exigencias de barbecho se quitaron en primavera para poder plantar girasol como medida para paliar los efectos de la guerra de Ucrania. Y para esta temporada también se plantea una medida así. Díaz avisa de que el impacto medioambiental de quitar el barbecho, aunque solo sea un año, es enorme. Dice que la medida adoptada en primavera ya ha tenido sus consecuencias. «Estos retazos de biodiversidad que estaban empezando a funcionar, esa medida transitoria se los cargó», lamenta. Insiste en que construir lleva tiempo y destruir se puede hacer en una temporada: «Esta medida es un desastre medioambiental». Por eso Díaz pertenece a un grupo de científicos que ha presentado alegaciones a la Unión Europea y que ya ha empezado a estudiar las consecuencias de esta medida. 

Explica que en sistemas secos hay barbechos que necesitan de diez años, así que se puede romper un proceso que dura una década. Y no solo se trata de regenerar el suelo. En estos barbechos también salen «plantas arvenses» propios de estos ecosistemas. Díaz pone el ejemplo de una especie muy amenazada, la sisymbrium cavanillesianum, de la que solo hay poca poblaciones en Albacete y entre Toledo y Madrid. 

Suprimir los barbechos también le complica la existencia a algunas aves. «Las que sabemos con seguridad son las esteparias, sobre todo las más amenazadas», expone Díaz. Menciona en el caso de Castilla-La Mancha el sisón, la ganga ortega o el alcaraván: «Antes eran muy comunes y ahora se vuelve uno loco para encontrarlas». 

«Deberían haber empezado con las centrales solares por los polígonos»

Mario Díaz tampoco oculta el impacto que tienen las centrales solares en los terrenos agrícolas. «La clave es diseñar muy bien dónde se colocan para que los daños sean mínimos», apunta. Por ejemplo, en su opinión «deberían haber empezado por los polígonos industriales, sitios que ya están afectados». Además considera que esta expansión de los parques fotovoltaicas es «una burbuja que no se ha sabido controlar». Dice que es «muy probable que no se construyan más del 10 por ciento de las centrales proyectadas». Cuenta que la Universidad Autonóma y el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC) han lanzado una Cátedra junto con la compañía TotalEnergies para estudiar cómo se conservan las zonas esteparias con los proyectos de energías renovables. En términos generales, Díaz avisa de que «se avecinan tiempos un poco de altibajos para los sistemas agropeacuarios». Alerta de que «va a haber daños y pérdidas que se van a tardar años en recuperar». Y teme que quienes «van a pagar el pato» son los propios agricultores.