José Luis Arroyo

Rayadas Millennials

José Luis Arroyo


Lo mejor es el pueblo

07/03/2023

Siempre me ha parecido demasiado folclórico que la exaltación nacional quede reducida a la mera exhibición de unos símbolos que, muchas veces, también hay que decirlo, están fuera de contexto. Así pues, aún siendo una gran mayoría del pueblo español los que no tenemos ningún problema ni complejos con los símbolos, sería más que conveniente que nuestra identidad como país se construyera en fundamentos sólidos como el Estado de Bienestar, más que erigirla sobre estructuras endebles como un toro o una sevillana sobre un televisor, sobre todo ahora que son de plasma y extrafinos.
Apelar a la urgencia nacional es una constante por parte de aquellos que pretenden patrimonializar lo que es de todos y que, ciertamente, a veces se pasan de frenada con sus ridículas 'torrentadas'. Fruto de ello, he de decir que, aunque resulte difícil contener una sonrisa ante el anuncio de la 'mocioncita de censura cobarde', preveo que va a acabar en carcajada este intento, por parte de la ultraderecha, de convertir la sede de la soberanía nacional en una pista de petanca. Es evidente que las instituciones de todos los españoles no merecen un descrédito como el que pretende protagonizar un chaquetero pretérito como Tamames, ni tampoco lo merecen, por medio de conductas impropias como la de los mensajes del presidente de la Audiencia Nacional, con imputados de la Kitchen, o por las repugnantes corredurías de Tito Berni.
Si bien es cierto que una sociedad, verdaderamente democrática, no puede construirse desde la polarización que se resuelve bajo la fórmula de la mitad más uno, mucho menos, puede hacerlo desde fundamentos maniqueos que levanten una línea divisoria entre buenos y malos españoles. En este contexto, lo conveniente es aspirar a la búsqueda de consensos que permitan implicar a una amplia mayoría, basados en unos valores y principios éticos, que sean comunes a todas las personas y que permitan reforzar la convivencia, a la vez que garanticen que nadie se quede atrás, especialmente cuando tenga que enfrentarse al infortunio.
Atendiendo a lo anterior, debe de ser una prioridad nacional y urgente reprobar de manera unánime las intenciones del patrioman, Rafael del Pino Calvo Sotelo, presidente de Ferrovial, que cínicamente, a la misma vez que se ha permitido dar discursitos de buen patriota, ha urdido un plan para deslocalizar una empresa que, durante décadas, ha sido beneficiaria de golosos contratos con las administraciones públicas y a la que, además,  han contribuido, con su esfuerzo diario, miles de trabajadores en nuestro país. Por ello, junto con las críticas del Gobierno, se echa en falta una implicación de los partidos de la oposición, frente a una decisión tan egoísta e insolidaria por parte de dicho empresario. Y resulta nuevamente decepcionante que ante esta situación, una vez más, lo único que se pueda esperar de estos partidos sea una respuesta de manual neoliberal para justificarla, apelando a la libertad de empresa o dando incluso una vuelta de tuerca más, como han hecho los de Abascal, definiendo como 'infierno fiscal' la situación privilegiada en la que vive la tercera fortuna más rica de España, y olvidando que somos un país donde la contribución fiscal de las empresas se sitúa por debajo de la media europea.
En definitiva, expresando mi máximo agradecimiento a los lectores de La Tribuna, me despido durante una temporada de esta columna, con una reflexión de Machado que sirve para diagnosticar esta fotografía de la realidad que nuevamente evidencia que «En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva».