El 007 canadiense se aloja en Monte Rey

ADOLFO DE MINGO / TOLEDO
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José María Elorrieta planteó en Las joyas del diablo (1969) una de las muchas imitaciones de películas de James Bond realizadas en los años sesenta. Sus protagonistas fueron los actores y cantantes Donald Lautrec y Michèle Torr

Las persecuciones tienen lugar por el entorno del Valle a bordo de vehículos como este SEAT 1500. Al fondo, el Hotel Monte Rey.

Los años sesenta fueron la década de James Bond. Millones de espectadores en todo el mundo vibraron con 007, sus chicas, sus villanos y sus inventos. La Guerra Fría, el avance tecnológico y una Aldea Global en ciernes, unidos al cínico y carismático personaje -interpretado entonces por Sean Connery y George La-zenby, fundamentalmente-, convirtieron en auténticos taquillazos títulos como Goldfinger (1964) o Solo se vive dos veces (1967). Era inevitable que pronto surgieran imitaciones, más o menos burdas según el talento del director y el presupuesto disponible. Una de las más toledanas -con permiso de La muerte se llama Miriam (Eugenio Martín, 1965), que trasladó los ingredientes del cine de Bond al pasado medieval- fue Las joyas del diablo (José María Elorrieta, 1969).

Se cumplen, por tanto, cincuenta años de una película que, sin ser precisamente notable, es interesante recordar por varios motivos, comenzando por sus abundantes exteriores en la carretera del Valle y en espacios como el Hotel Monte Rey, el entorno cigarralero y el palacio de los duques de Maqueda (el taller del ceramista José Aguado, junto a San Juan de los Reyes). Las joyas del diablo fue la primera coproducción hispano-canadiense (con el título de Le diable aime les bijoux) y contó además con participación tunecina debido a intereses de su director, José María Elorrieta de Lacy (1921-1974), a quien los toledanos recordarán por otras de sus películas ambientadas en esta ciudad, como El halcón de Castilla (1967). Sus protagonistas, el canadiense Donald Lautrec y la francesa Michèle Torr, eran además cantantes, por lo que el film comienza con una actuación de ambos -interpretando una más que meritoria versión de Si tu pars, de Mick Micheyl (la cual también participa en la película)- envuelta en la característica psicodelia de los títulos de crédito de las películas de 007, obra del genial grafista Robert Brownjohn. Otra de las actrices fue la bailaora Ana María Mascareña (La Morucha), quien sería en este caso la particular ‘chica Bond’.

También conocida como El secreto del Toisón de Oro, Las joyas del diablo recoge una operación de la Interpol para detener al responsable de una serie de robos en distintos museos de Europa. Los investigadores descubren que las piezas robadas tienen en común pertenecer a la desaparecida Orden del Águila de Oro, cuya Cruz de Juramento se expone en Toledo. Pese a que los detectives se infiltran en el museo -interiores filmados en el Hospital Tavera y exteriores en Santa Cruz y el palacio de los duques de Maqueda-, el ladrón consigue su propósito y roba la última de las piezas con ayuda de un ingenio tecnológico (nada menos que una cámara fotográfica con flash paralizante...). 

Los agentes se infiltran en el museo (Tavera) para impedir el robo de las joyas.Los agentes se infiltran en el museo (Tavera) para impedir el robo de las joyas.Todo apunta a que el responsable de los robos es el duque de Roternier, un aristócrata sin escrúpulos que habita en un misterioso castillo (el de Guadamur) y pretende reinstaurar el poder de la vieja orden. A diferencia de las películas de Bond, el villano (interpretado por Ángel Picazo) no es un general soviético ni un anónimo oligarca con un gato blanco, sino un galán maduro con bigotito de raya y corbata de fular que asiste a los toros. Los coches que aparecen en Las joyas del diablo tampoco son Aston Martin DB5 equipados con armas de última generación, sino humildes SEAT 600 y 1500, puestos al límite de sus posibilidades entre las cerradas curvas de la carretera del Valle.

Alec Berry, el detective interpretado por Donald Lautrec, intenta, sin conseguirlo -y sin demasiada ayuda por parte del castizo doblaje de la versión española-, imitar el magnetismo de Sean Connery. «¿Novedades? -apunta a su enlace mientras vigila el museo, disfrazado de guardia de seguridad-. Ninguna. Esa alemana tiene unas piernas de concurso. El joven de la chaqueta verde se aburre como una ostra. Yo tengo hambre y son las cinco y treinta». La corrida de toros (dentro de una plaza que no es la toledana) y el tablao donde actúa La Morucha son tan ajenos a la película como probablemente resultasen pintorescos a los espectadores canadienses de finales de la década de los sesenta.

Las escenas en el interior del Hospital Tavera recuerdan forzosamente a otra película de ladrones que algunos años atrás había sido filmada dentro de este museo, Casi un caballero (José María Forqué, 1964), con un estupendo plantel compuesto por Alberto Closas, Concha Velasco, José Luis López Vázquez, Alfredo Landa y Gracita Morales. En Las joyas del diablo, de Guadamur destaca no solo el castillo, sino el caserío de pequeñas viviendas y tapias enjalbegadas (tal como recoge el blog Guadamur ayer y hoy). El Hotel Monte Rey, con sus pequeñas estancias y terraza de excepcionales vistas al Casco, traerá recuerdos a muchos lectores. Este establecimiento, junto con el acceso a los cigarrales del Carmen y Santa Eulalia, así como la portada del palacio ducal de Maqueda -entonces abierta directamente al tráfico rodado, sin el jardincillo con la escultura de Cecilio Béjar que separa el edificio de la bajada hacia la puerta del Cambrón-, no es habitual dentro de las localizaciones habituales toledanas. 

Más fotos:

El duque de Rotenrier (Ángel Picazo), de nuevo en Tavera, es el villano del film.
El duque de Rotenrier (Ángel Picazo), de nuevo en Tavera, es el villano del film.
El palacio de los duques de Maqueda (junto a San Juan de los Reyes) no es precisamente un escenario habitual dentro del cine toledano.
El palacio de los duques de Maqueda (junto a San Juan de los Reyes) no es precisamente un escenario habitual dentro del cine toledano.
Su castillo conjuga exteriores en Guadamur (foto) con interiores en Tavera.
Su castillo conjuga exteriores en Guadamur (foto) con interiores en Tavera.

Sí lo es el Hospital Tavera, aunque pocas veces recogido con tanto detenimiento como en esta película, desde el museo hasta la biblioteca, pasando por las crujías del patio, la portada de acceso y la sobrecogedora cripta, donde tiene lugar la ceremonia final de la Orden del Águila de Oro.