La centenaria Ángela vuelve al Museo del Greco donde trabajó

La Tribuna
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Fue empleada de este espacio cultural desde 1966 a 1986. En la visita le acompañó su nieto Miguel Ángel Dionisio, historiador y columnista de LA TRIBUNA, quien descubrió su pasión por el arte de la mano de su abuela

La centenaria Ángela vuelve al Museo del Greco donde trabajó

El Museo del Greco (se inauguró un 12 de junio de 1910) en su centenario ha recibido la visita de otra centenaria: Ángela Lucido, una extremeña afincada en Toledo que durante veinte años estuvo en el equipo de limpieza del Museo. Con cien años, recién cumplidos en 2020, vuelve a visitar la casa que con tanto cariño cuidó de 1966 a 1986, coincidiendo con la dirección de María Elena Gómez. Le acompañó su nieto Miguel Ángel Dionisio, historiador, politólogo, profesor y colaborador de LA TRIBUNA, que rememora aquellos años en que «de chico», como él dice, venía cada viernes al Museo con su abuela a jugar en los jardines o subido en la máquina pulidora mientras daba vueltas por las salas, pero, sobre todo, descubriendo el amor por el arte.

En su visita, Ángela, fue recordando cada recoveco y cada anécdota con una memoria envidiable a sus 101 años: el rincón del jardín donde estaban las sepulturas de los perros, las monedas que los visitantes echaban a las fuentes confiando en la fortuna que pudiera brindarles aquel gesto, el uniforme con el que su hija hizo una mantelería tras su jubilación.

No olvida a sus compañeros de aquel entonces, de entre los que repite nombres como Piqui, Nemesia o Justiniano el conserje. Los accidentes, las caídas, el miedo que le daba la Casa de noche, cómo descubrió las olambrillas y cenefas de azulejería en algunas salas. Las ocasiones en que conoció a Kunta Kinte, Nixon, Michael Landon, Dalí o aquella vez que le prohibió la entrada al Museo a Dominguín por intentar acceder fuera del horario de apertura. Sin duda, un testimonio vivo de lo que fue el Museo del Greco en aquella época y que, a cada paso, va indicando qué cuadro, mueble o cerámica había en cada sala y esquina, reviviendo así la anterior distribución del Museo que tanto ha cambiado desde entonces. 
San Pedro su cuadro favorito, con el que hablaba para rogarle que acabara la Marcha Verde. Al preguntarle si le gustaba la obra del Greco su respuesta es rotunda. «El Greco es el Greco», y en su familia cada uno tiene una lámina de una orba suya que va decorando las salas y dormitorios. En su casa, por supuesto, San Pedro, su «compañero» sigue a su lado.