«Todos hemos sido niños y sabemos qué ciudad queríamos»

L.G.E.
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El presidente de Unicef Castilla-La Mancha avisa de que «las guerras siempre son atrocidades que provocan y consienten los adultos, pero los mayores perjudicados siempre son los más débiles, que son los niños»

Butragueño asegura que "si alguien se lee los postulados de la Agenda 2030 verá que todo lo que se plantea es razonable y justo" - Foto: Javier Pozo

Eduardo Sánchez Butragueño tiene un consejo: «Pienso que todas las personas tendrían que tener una parte de su vida dedicada al voluntariado». Con ese espíritu afronta la Presidencia de Unicef de Castilla-La Mancha, que ha asumido hace un mes después de dos décadas comprometido como socio. «Me propusieron que diera un pasito adelante», explica, «el anterior equipo, encabezado por Joaquín Sánchez Garrido, ya no podía seguir y me dijeron que presentara una candidatura  ¿cómo voy a decir que no primero a un amigo y segundo a una entidad en la que creo profundamente?». Sánchez Butragueño, actual director general de la Real Fundación de Toledo, es licenciado en Ambientales, ingeniero técnico agrícola y experto en desarrollo sostenible. En la capital regional es muy conocido por su pasión por el blanco y negro, el de las fotos antiguas que recupera para el proyecto 'Toledo olvidado', y también por el verde, el de su equipo de fútbol y el de las hojas de los almeces en verano.

Lleva un mes al frente siendo la cara visible de Unicef en Castilla-La Mancha. ¿Qué es lo que más nos sorprendería del equipo que tienen y del trabajo interno hacen?

Lo rigurosos que son internamente, que creo que además es la clave de su fiabilidad, de la imagen que transmite Unicef al exterior, de seriedad, de saber que un euro que va a Unicef se destina ese euro entero donde debe destinarse. Hay una política interna muy estricta de autocontrol, de protocolos que garantizan esa fiabilidad. Cuando esos protocolos son bien aplicados y bien entendidos por todos, las organizaciones funcionan muchísimo mejor. Tenía la suerte de conocer de antes al equipo de personas de Unicef Castilla-La Mancha, que forman un equipo excepcional. 

Cuenta que de niño le marcaron las campañas de Unicef contra el hambre en África, así que cuando empezó a ganar un sueldo se hizo socio.Cuenta que de niño le marcaron las campañas de Unicef contra el hambre en África, así que cuando empezó a ganar un sueldo se hizo socio. - Foto: Javier Pozo¿Qué le gustaría aportar en estos cuatro años como presidente?

Unicef es distinta al resto de organizaciones. En la mayoría de organizaciones cuando llega un equipo nuevo suele intentar dar su toque personal y propio a la organización. En este caso es al revés. Somos nosotros –y yo como presidente– los que tenemos que hacer un esfuerzo por adaptarnos a lo que Unicef tiene marcado, que es algo muy bien establecido. Está marcado a nivel internacional y nosotros no somos más que unos engranajes para que esos objetivos se cumplan en el territorio que tenemos asignado y que seamos eficaces a la hora de representar a la institución con esos valores, con esa visión y esos objetivos, así como ser capaces también de obtener la mayor cantidad de fondos público–privados para la organización. En ningún caso venimos a dejar un sello, ni a marcar una línea. 

Municipios como Albacete, Orgaz, Sigüenza o Daimiel han renovado recientemente su compromiso como Ciudades Amigas de la Infancia. ¿Qué es lo que tienen que hacer ?

Sobre todo un compromiso de dar a los niños y adolescentes de esa localidad participación activa en las decisiones que a ellos les pueden influir o atañer. Esa participación es lo que más se valora a la hora de que un municipio tenga esa distinción. Y que esa voz sea tenida en cuenta, que se implementen las propuestas e ideas de los chavales.

De primeras parece muy útil escuchar qué quieren los niños si se trata de reformar un parque o cerrar una programación de festejos o de actividades deportivas ¿pero hasta qué punto se tiene en cuenta lo que ellos proponen?

En eso también es muy importante la existencia de organizaciones como Unicef.  Son muchas décadas de trayectoria. Nuestra labor es como la lluvia fina. Esos valores, esa visión y esa misión va calando poquito a poco. Los niños tienen una visión del mundo más realista de lo que parece y esas peticiones, que pueden pasar por un incremento de las zonas verdes o de la accesibilidad a las políticas culturales o de políticas de equidad para la disminución de las brechas económicas para el acceso a la tecnología, la alimentación...

Una Ciudad Amiga de la Infancia lo es en todos los aspectos, no solo  en cosas tangibles, como parques o zonas verdes, sino también en otros más intangibles como las políticas de equidad, participación y disminución de brechas. 

Aprovechando su especialidad. ¿qué urbanismo tendríamos que hacer para los niños?

Todos hemos sido niños. Todos sabemos cómo nos habría gustado que fuera nuestra ciudad cuando éramos niños: con zonas de esparcimiento, seguras, sin los riesgos innecesarios derivados de la contaminación, de un tráfico descontrolado, sin la ausencia de políticas de cultura o deporte que puede derivar en que esos chavales se descarríen, de políticas que integren a todos. En la faceta medioambiental, ciudades con más zonas verdes, con menor contaminación, más accesibles, con un diseño hecho más para el peatón que son los niños, y no para el coche, que ellos no pueden conducir. Esa es la clave. 

Muchos niños de Castilla-La Mancha viven en pueblos, algunos muy pequeños. ¿Qué necesitan en el mundo rural?

Hay más brechas para acceder a ciertas cosas. A veces hay más brecha tecnológica en el mundo rural o de acceso a la cultura y el deporte. En el mundo urbano hay otras carencias como pueden ser más las ambientales, con mayor contaminación, mayor exposición a riesgos de salud mental o posibles adicciones, por sobrecarga mayor de estímulos, por así decirlo.

La Declaración de los Derechos del Niño se aprobó en el 59. Acaban de renovar un convenio con la Consejería de Educación para seguir difundiéndolos en las escuelas durante tres años más. 

Con este convenio lo que buscamos es que cada vez haya un mayor número de centros educativos que promuevan los derechos de la infancia de manera activa. Son ya unos 650 centros adheridos a este programa. ¿Qué es participar activamente? Es importantísimo dar voz y participación a los propios alumnos, también la formación del profesorado en estas áreas tan importantes en las que cada vez hay que estar más atentos, como pueden ser los problemas de salud mental, el bullying, el abuso de pantallas o la pornografía y que ese centro esté comprometido con el cumplimiento de esos derechos. Estamos supercontentos de haber renovado este compromiso con la Consejería de Educación, que es la llave para llegar a miles de niños. 

Habla de un abuso de las pantallas. Hay veces que no sabemos ni cómo abordarlo los adultos ¿qué hacer para proteger a los niños?

Es uno de los asuntos que más preocupa a Unicef y en los que más trabaja a nivel internacional. Lo que está quedando bastante claro en todas las mesas en las que lo aborda es la necesidad de establecer una regulación. También es importante romper cierta brecha de acceso a la tecnología y por eso es fundamental el equipamiento de los centros educativos de la tecnología adecuada. Es clave el control supervisado de su uso al menos dentro de las aulas. Lo que pase fuera ya no es responsabilidad del centro, sino que se deben involucrar las familias. 

En el último pleno infantil de las Cortes fue duro tener que escuchar a los niños pedir a los adultos que acaben las guerras. ¿Da la sensación de que no dejamos de fallarles?

El valor de la paz es un valor internacional. Por desgracia en el mundo actual tenemos un panorama en el que los conflictos bélicos están a la orden del día. Es otra de las grandísimas preocupaciones de Unicef. Además es una de las grandísimas destinatarias de los fondos que recauda Unicef en el Primer Mundo, que está yendo a cubrir necesidades de niños que están en Ucrania, en Gaza o en muchos otros conflictos de África. 

Está claro que sí estamos fallando a esos niños que están sufriendo de manera dramática los efectos de una guerra que ellos nunca han causado. Las guerras siempre son atrocidades que provocan, permiten y consienten los adultos, pero los mayores perjudicados siempre son los más débiles y los más débiles en la sociedad siempre son los niños. 

Esos niños están ahora mismo o muriendo o quedando mutilados o huérfanos o desplazados y de por vida marcados por traumas mentales. Está demostrado por conflictos en el pasado que es una huella dificilísima de borrar, que determina para siempre su personalidad. 

En Ucrania, que es un país que tenemos más cerca, también se está detectando el agujero que se está produciendo en la formación de esos niños. Si a nosotros se nos hizo un mundo el confinamiento, que estuvimos dos meses encerrados y se hablaba de retraso, imagina lo que es estar dos años de guerra.  

También se podría decir que les estamos fallando con el mundo que les vamos a dejar, por ejemplo, con el Cambio Climático

Es otra injusticia de cómo los adultos determinan la vida de los niños. Hay que hacer hincapié también en la emergencia climática. Son los países más desarrollados los que más emiten contaminantes, los causantes del calentamiento global. Estas consecuencias las pagan los niños de los países menos desarrollados, menos preparados con infraestructuras o con sus casas o que por su situación en el globo terráqueo están más expuestos a fenómenos meteorológicos extremos como sequías o inundaciones que tampoco han causado ellos, ni siquiera sus padres. Son problemas causados por el Primer Mundo. Los primeros en las listas de los más contaminantes son los que menos sufren.

La Agenda 2030 habla de erradicar el hambre y la pobreza, de garantizar la educación y la sanidad o de dejar un mundo sostenible para las futuras generaciones ¿qué le parece que haya cada vez más voces que la critican?

Si alguien se lee los postulados de la Agenda 2030 verá que todo lo que se plantea es razonable y justo. Unicef hace suyos esos postulados. 

¿Cómo se puede ayudar a través de Unicef?

Nosotros estamos superorgullosos de nuestra amplísima red de socios, de personas que pagan su cuota mensual. Era hasta hace bien poco mi rol y que cumplía con orgullo y con la tranquilidad de saber que el dinero va donde tiene que ir. 

Para las personas jurídicas tenemos programas de pymes amigas de la Infancia y también convenios con el sector hotelero: tenemos los hoteles amigos de Unicef. Tanto para personas físicas como jurídicas, hay muchas maneras de ayudar. Toda ayuda es bienvenida y cuanto más podamos sumar, mejor. 

Han pasado ya cuatro años desde la pandemia, una época también muy dura para los niños. ¿Cree que hay algo que todavía no hayamos terminado de curar?

Sí, creo que sobre todo la salud mental. Es algo que además preocupa muchísimo a Unicef. Son problemas que están incrementándose derivado de un abuso o mal uso de las tecnologías. En el caso de la pandemia se exacerbó. Hay muchos chavales que desde entonces arrastran una serie de traumas, de deficiencias o carencias que en muchos casos no están del todo superadas. Está claro que ahora mismo la mayor consecuencia o rémora que nos ha dejado la pandemia en la infancia es la salud mental.  

Cuando nos empezaron a desconfinar volvimos a ver imágenes de antaño, como muchos niños jugando en las plazas o familias saliendo al campo. Con la vuelta a nuestra vida 'prepandémica' ¿eso lo hemos perdido?

En los meses posteriores al confinamiento sí hubo un boom de vuelta al campo, al aire libre porque lo echábamos mucho de menos. Sí que es posible que ahora nos hayamos vuelto a encerrar en nuestras casas y pantallas, pero quiero creer que todos aprendimos la lección. A mí me encanta el aire libre, el campo, la naturaleza e intento inculcárselo a mis hijos. Quiero creer que algo aprendimos de aquello como sociedad.

En Toledo es muy conocido por su proyecto de recuperar fotos antiguas en la ciudad. Contemplándolas ¿qué puede decir de cómo vivían los niños del pasado?

La mayor parte de los fondos que Unicef capta son en países delPrimer Mundo para ser destinados a países con mayores carencias y mayor índice de pobreza infantil. Por suerte –y aunque los datos en pobreza infantil de los últimos estudios no son buenos– España es Primer Mundo y eso quiere decir que los fondos que aquí obtenemos se derivan a otros países.

Viendo esas fotos antiguas te darías cuenta de que si se tomaran hoy, sería evidente que la situación de España sería equiparable a la que hoy se ve en esos países que están recibiendo esos fondos de Unicef. La España de finales del siglo XIX y principios del XXtenía unas carencias bestiales. No había acceso a agua corriente y potable en muchos casos, ni a la sanidad como la concebimos hoy, a una alimentación completa, ni al calzado. En las fotos, por ejemplo, vemos niños descalzos. No había medidas de higiene ni unas casas que se puedan considerar habitables con los estándares de hoy en día. 

Por suerte, cien años después, España ha evolucionado mucho y para bien. Los niños en España tienen unas posibilidades de desarrollo cultural, económico o social mucho mejores que las de los niños que veíamos en esas fotos. Pero tampoco tenemos que dormirnos en los laureles. Los datos hablan de que la pobreza infantil se está incrementando. En el caso de Castilla-La Mancha tenemos unos indicadores para no estar muy orgullosos.  

Aunque somos Primer Mundo, en nuestro país o en nuestra comunidad tenemos niños viviendo en situaciones precarias...

Según los últimos dato que sacó el Instituto Nacional de Estadísticas hace solo unos días, más del treinta por ciento de la población infantil está en riesgo de pobreza. Los datos de España están algunos puntos por encima de la Unión Europea y en el caso de Castilla-La Mancha,  ese dato está algunos puntos por encima de la media española. No tenemos que dormirnos, no tenemos que olvidar que la pobreza infantil sigue siendo un problema también aquí y Unicef lucha para seguir paliándolo.

Ha dicho antes que si hay algo que nos une es que todos hemos sido niños. Ahora que ha asumido esta responsabilidad en Unicef ¿hace el ejercicio de recordar qué pensaba o qué quería cuando era un niño?

Pues sí. El otro día se me vino a la cabeza un anuncio de cuando yo era muy pequeñito que usó Unicef con la canción 'Chiquitita' del grupo Abba. Me marcaron mucho las imágenes que en aquellos años eran sobre todo de Etiopía, de niños con desnutrición. Sentía una pena enorme de ver a chavales de mi edad desnudos, absolutamente esqueléticos, especialmente en África. Es lo que a mí más se me marcó en la cabeza. Cuando escucho esa canción se me viene a la mente primero Unicef y segundo esas campañas tan importantes de lucha contra la pobreza en África en aquellos años. 

Todo eso te va marcando, influyendo. Esa concienciación de lucha por una equidad, de una infancia en la que todos tuviéramos derechos, acceso a agua potable, sanidad... Entiendo que de alguna medida eso se me quedó grabado. Cuando pude tener un sueldo en mi juventud una de las primeras cosas que hice fue ser socio de Unicef. Estoy convencido de que las cosas que a uno le inculcan de niño, esos valores que le inculcan, estarán ahí de por vida.