La Inteligencia militar israelí no detectó indicios de la planificación del brutal ataque perpetrado por Hamás dentro de Israel el pasado 7 de octubre, un fallo de enormes dimensiones sobre el que solo cargos militares han asumido responsabilidad, sin que Benjamin Netanyahu haya entonado nada parecido a un mea culpa.
En 14 días de guerra, el primer ministro se ha dirigido a los ciudadanos en varias ocasiones: ha prometido eliminar a Hamás «de la faz de la tierra» y traer de vuelta, sanos y salvos, a los más de 200 secuestrados dentro de la Franja de Gaza.
Pero nada parecido a una disculpa o una asunción de responsabilidades por el grave error que abrió una brecha de seguridad, que permitió que más de 2.000 milicianos se infiltraran y mataran a más de un millar de civiles, la mayor masacre de la historia de Israel y la mayor matanza de judíos desde el Holocausto. «No creo que Netanyahu pueda sobrevivir a esto. Es imposible que un primer ministro no pague un alto precio político ante el alcance y magnitud de lo ocurrido», afirma el diplomático Alon Pinkas.
Un sondeo publicado ayer por el diario hebreo Maariv indica que el 80 por ciento de los encuestados cree que Netanyahu debería asumir públicamente su responsabilidad por lo ocurrido, una opinión compartida por el 69 por ciento de los votantes de su partido, el derechista Likud.
Sin embargo, Pinkas no cree que el premier dimita voluntariamente, porque «no tiene ni la decencia ni la integridad para asumir su responsabilidad», pero vaticina que esta guerra, la más feroz que ha enfrentado a Israel con las milicias islamistas de Gaza, es la tumba de su larga trayectoria política, en la que ha sobrevivido a todo.
«Se cree que es suficiente con que carguen con la culpa los responsables militares, y prometerá abrir una comisión de investigación como estrategia para ganar tiempo», indica el diplomático, que recuerda que solo hacen falta seis diputados de su coalición para que salga adelante una moción de censura o una votación para disolver el Parlamento. «No creo que ocurra mientras estemos en guerra, pero acabará ocurriendo», aseveró.
Dar la cara
Aunque los ánimos se han calmado, en los primeros días de la guerra centenares de familiares de víctimas e israelíes indignados salieron a las calles de Tel Aviv a pedir a Netanyahu que diera la cara por el fallo de seguridad, que ha dejado más de 1.400 muertos, 4.300 heridos, más de 200 rehenes y un centenar de desaparecidos. Algunas decenas siguen acampados en la céntrica avenida Kaplan de la capital, donde, junto a fotos de los secuestrados y desaparecidos, se ven carteles que rezan Bibi asesino, mencionándolo por el apodo popular con el que se le conoce, y culpándolo directamente de la masacre.
No fue hasta el pasado lunes, nueve días después del estallido de la guerra, que una autoridad israelí asumió su «responsabilidad personal». Fue el jefe del Shin Bet, el servicio de Inteligencia interior, Ron Bar. «Como la persona que dirige esta organización, la responsabilidad es mía. Habrá tiempo para las investigaciones. Ahora estamos luchando», aseguró.
«Por supuesto que hubo un fracaso, un grave fallo de inteligencia y operativo. Ahora mismo hay más preguntas que respuestas sobre qué falló. Lo único claro es que hubo errores garrafales», explica el analista de seguridad, Avi Melamed.