PP: Un gran interrogante

Pilar Cernuda
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La retirada de Núñez Feijóo de la carrera por hacerse con el 'trono' de Rajoy provoca una sensación de desánimo, ya que era el único candidato al que consideraban seguro vencedor

Hasta el último minuto Alberto Núñez Feijóo mantuvo sus dudas. La misma mañana del día en que anunció que no participaría en las elecciones por la Presidencia, incluso invitó a un destacado personaje del PP a sumarse a su proyecto. La mayoría de los dirigentes gallegos que le acompañaban cuando desveló su decisión estaban convencidos de que el presidente daría el paso que temían, y cuando Núñez Feijóo aseguró que no podía fallar a los gallegos porque sería fallarse a sí mismo, rompieron a aplaudir aunque Feijóo no ocultaba sus lágrimas.

El tablero del PP se desbarató en cuestión de segundos. Casi todo el mundo se había mantenido quieto a la espera de que el dirigente gallego anunciara su decisión.

Se han hecho cábalas sobre los motivos para no ser candidato. Los suyos aseguran que no tuvo presiones familiares, su mujer respaldaba lo que decidiera. Algunos han manejado la teoría de que Feijóo temía ser objeto de una campaña desaforada de desprestigio como había ocurrido con otros miembros de su formación, a los que la palabra corrupción ha destrozado su biografía aunque después los jueces archivaran casos que habían provocado escándalo. En tercer lugar, hay quien cree que Feijóo se preocupó seriamente por la lucha por el poder que advirtió en su entorno cuando se dio por seguro que optaría a la Presidencia del PP nacional y se abría en Galicia un proceso sucesorio que, por precipitado, podría no salir bien. 

Las razones auténticas solo Feijóo las conoce y quizá las desvele algún día. En cualquier caso, su retirada de la carrera para hacerse con el trono de Rajoy provocó una inicial sensación generalizada de desánimo, porque era el único candidato al que consideraban seguro vencedor. Pero al desánimo siguió una reacción que ha causado sorpresa. El paso delante de pesos pesados que, además de intentar escalar hasta la Presidencia del PP, pretendían y pretenden demostrar que, a pesar de que no cuentan con El Deseado, hay vida en el PP. En cuestión de horas, aparecieron siete candidatos, entre los que destacaban Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal, José Manuel García Margallo y Pablo Casado. Con todos las miradas centradas fijamente en las dos mujeres, que llevan años de rivalidad a sus espaldas y que, junto a Ana Pastor, tienen inmenso poder en el PP. 

Esa rivalidad, preocupante porque rompe con la idea de unidad que pretende transmitir en PP en un momento tan difícil, llevó a un grupo de personalidades del partido a pedir a Pastor que presentara su candidatura, lo que rechazó la presidenta del Congreso de los Diputados por responsabilidad, como declaró ella misma: en este momento ocupa un importantísimo cargo institucional, que perdería el PP, porque si renuncia a él, una nueva elección colocaría en su lugar a un dirigente del PSOE.

El sistema electoral del nuevo presidente o presidenta del PP está plagado de aristas. Los estatutos dan un papel fundamental a los militantes, pero la palabra última es la de los compromisarios. Elegidos por los militantes, pero iniciado el congreso las negociaciones de despachos y pasillos, con los candidatos mirando cara a cara a quienes van a decidir con su voto, otorga una relevancia indudable a los responsables regionales y nacionales, que saben qué teclas tocar para promover el voto en determinada dirección. Es la razón de que los candidatos hayan emprendido una campaña en la que, de momento, han adelantado los nombres de los exministros que les apoyan. Personas muy conocidas, pueden ser un gancho para captar votos de indecisos. 

Los responsables regionales han sido más cautos, como si quisieran presentarse ante sus afiliados con una supuesta neutralidad. Que no siempre es tal. No se ha tardado en elaborar el mapa territorial, difuso en algunos casos pero en otros mucho más claro. Nadie duda, por ejemplo, que Cospedal es imbatible en Castilla-la Mancha, que en Castilla y León tiene más posibilidades de éxito Soraya que Cospedal, que Andalucía está dividida pero con Cospedal en minoría, y que el madrileño Garrido se ha apresurado a anunciar su apoyo a Cospedal porque cree que la Secretaría general se hará con la Presidencia nacional y quiere ver si con ese apoyo consigue ser el candidato en las autonómicas; que cada provincia valenciana va por libre, y que en el País Vasco Alfonso Alonso se volcará por Soraya aunque Maroto se ha sumado al equipo de Pablo Casado. Que las Nuevas Generaciones votarán por este último, que inició su carrera política precisamente desde la formación juvenil, que presidió… y que los ojos están clavados en Galicia, en Feijóo, qué hace Feijóo, para quién pedirá el voto Feijóo. 

Todos los candidatos han llamado a Rajoy antes de anunciar que participarían en la contienda, y él se limitó a desearles suerte. En cuanto a Feijóo, contó que había recibido las llamadas de tres de los aspirantes confesando que dos de ellos eran mujeres. Verde y con asas: Cospedal y Soraya le han pedido ayuda. Pero el gallego no se ha inclinado por nadie. A no ser que cambie de criterio en el último momento. Y ha declarado a Carlos Alsina algo sorprendente: no se ha presentado ahora porque debe cumplir su calendario, el compromiso con los gallegos, a los que prometió gobernar hasta el final de la legislatura, el 2020. Después… no descarta nada.

«El congreso del partido no va a elegir al presidente del PP, sino al presidente del Gobierno dentro de dos años», afirma con tono convincente un exministro que ha anunciado su apoyo a una de las dos mujeres. Explica que esa certeza, basada en el poco crédito que les merece Pedro Sánchez como gestor, es lo que ha provocado que sean tantos los candidatos, así como la movilización de la militancia, todavía conmocionada por cómo en dos días el PP se ha convertido en un partido de oposición con el expresidente de Gobierno trabajando en un despacho en Santa Pola. Militancia que sigue confiando en sus siglas, que ha reaccionado con rapidez y que ha generado un alta de nuevas afiliaciones. 

«El partido está vivo», afirma uno de los candidatos. Todos los contendientes se van a dejar la piel, todos han formado ya su equipo, todos se han echado a la carretera para visitar las regiones y tratar de sumar votos. Las dos mujeres van en cabeza según todas las estimaciones, pero nadie descarta sorpresas. Imposible hacer pronósticos, porque cuando el voto es secreto las promesas no sirven.