Un creador impostado en Toledo

F. Rodríguez
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La Real Academia rindió ayer homenaje por sus 50 años como numerario a Guillermo Santacruz Sánchez de Rojas. El decano de los académicos toledanos cerró el acto planteando una idea provocadora como ya hiciera en 1968 en su ingreso

Un creador impostado en Toledo - Foto: Yolanda Redondo

El carácter distintivo y representativo de una persona se aprecia perfectamente en sus manifestaciones. Eso es lo que diferencia a las personas especiales de las sencillamente únicas. Los que están tocados por la luz de la ‘Lámpara Maravillosa’ que evocaba Valle-Inclán saben que para llegar al conocimiento sólo hay dos vías: la meditación y la contemplación. Guillermo Santacruz es maestro de ambas.

Además, si a eso le sumas una gran dosis de desparpajo, un pizca de pillería y un enorme valor humano, da como resultado una persona como el homenajeado en la tarde de ayer.

Un creador impostado en ToledoUn creador impostado en Toledo - Foto: Yolanda LanchaSus compañeros de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo no desaprovecharon la oportunidad de reconocer la trayectoria de Guillermo en sus 50 años como numerario. Es el decano de los académicos toledanos y, a sus 88 años, posiblemente su mente más brillante. Ayer volvió a demostrarlo, por si quedaba alguna duda.

Antes, los académicos Hilario Rodríguez de Gracia, Félix del Valle y Jesús Carrobles, con la aportación poética de Juan Estanislao y musical de Antonio Romám, se encargaron de desgranar al Guillermo Santacruz persona, arquitecto, académico y poeta. El reto no era nada fácil.

Hilario Rodríguez de Gracia, paisano moracho, trazó las líneas de su origen. Concretamente, escrutó sus raíces y  la importancia de su familia en el amanecer industrial de la localidad de Mora. No se olvidó de los apuros y riesgos empresariales, pero sin duda destacó en realizar un esbozo de la personalidad del homenajeado, al que sentenció como «adalid de causas utópicas, abanderado ferviente de sus ideas, de fácil verso y con una clarividencia tan grande como el castillo de su pueblo». Hilario habló desde la admiración y el afecto, pues es sincero amigo.

Es difícil no hacerse amigo de Guillermo Santacruz. Lo mismo le pasa al académico Félix del Valle, que aprovechó el acto para analizar al Santacruz arquitecto. Ése que fue el responsable de hacer ciudad desde 1963 hasta su frustrado Plan General de Ordenación Municipal de 1986.

Del Valle resaltó la gran capacidad creativa del homenajeado, que le llevó a recibir incluso una medalla como inventor en la década de los sesenta, pero lo que más desatacó fue al «poeta que casi eclipsa al arquitecto».

Con todo, recordó su impronta en la ciudad, en donde cuenta con un gran número de obras que hoy en día se estudian como ejemplo en la Escuela de Arquitectura. Sus proyectos más sonados, el centro de cálculo y edificio inteligente de Caja Rural (hoy sede de Liberbank en la calle Talavera) y la sede de Eurocaja Rural en la Reconquista.

Además, destacó su valía como garante del conjunto histórico de Toledo, sirviendo como asesor de la Academia en todo tipo de alegaciones ante, por poner un ejemplo, el edificio de la actual Consejería de Agricultura, el tejado del Cristo de la Luz o el yacimiento de Vega Baja.

Al director de la Real Academia, Jesús Carrobles, le tocó trazar el perfil del Santacruz numerario, y no pudo más que confesar su reconocimiento y clarividencia de ideas ante el discurso de ingreso de Guillermo en 1968. Recibió la medalla número XVI, la que antes llevó Francisco de Borja San Román, y en su primera intervención como académico, en un Toledo en el que los burros eran aún un medio de transporte aceptado, habló más de ser responsables con la historia del futuro que con la del pasado, de que el tiempo no cambia las cosas sino las personas y que había que universalizar Toledo.

El título de su alocución, ‘Toledo entre el pasado y el futuro’, se quedó corto. Guillermo habló en 1968 de la futura revolución informática, y Carrobles no pudo más que alucinar ayer al contemplar como ese hombre de 88 años se adelantó a describir lo que hoy todos conocemos como internet antes si quiera de que se inventara.

«Una osadía acertada» que le sirvió para lanzarle el reto de un nuevo discurso en el que trazar las claves del Toledo del mañana. Y Guillermo, como no, aceptó.

Más ágil de mente que de piernas, tardó menos en meterse al auditorio en el bolsillo que en llegar al atril. Cogió el guante lanzado por Carrobles y golpeó a todos los asistentes en la cara. Intelectualmente hablando.

Para los profanos puede parecer que Guillermo Santacruz es, como él mismo se catalogó, «un arquitecto desquiciado», pero en realidad es un genio y los genios siempre son incomprendidos de su tiempo.

En el homenaje a sus 50 años de trayectoria como académico, Guillermo no dudó en exponer lo que siempre ha catalogado como uno de sus «proyectos imposibles». «No porque no se puedan hacer, sino porque no se van a hacer», me explicó un buen día.

Así, sin rubor ninguno, expuso su proyecto del Templo Museo Universal, una torre giratoria con forma piramidal y dimensiones inmensas que proyectó encima del actual Seminario Mayor. Un edificio donde recoger toda la sabiduría del mundo y edificar tres templos para las tres grandes culturas que han habitado Toledo y un cuarto para la cultura que actualmente lo habita. Toda esa información, señaló, sería trasmitida al espacio encriptada por medio de un rayo de fotones.

Sin duda, un proyecto transgresor, diferente y único; como él. ¿Acaso no lo fue hablar de internet y móviles en 1968? Sólo el tiempo podrá juzgar a un genio que afronta desde ayer mismo su segunda media centena como académico.