La Herencia visigoda de San Ildefonso

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El historiador Daniel Gómez Aragonés repasa algunos de los monasterios más importantes de la provincia de Toledo. Las excavaciones realizadas recientemente en Guarrazar (Guadamur) pueden renovar sensiblemente el mapa de hallazgos

La Herencia visigoda de San Ildefonso

«Los arqueólogos Jesús Carrobles, Rafael Barroso y Jorge Morín han publicado recientemente un excelente trabajo acerca de Toledo y su provincia en época visigoda, pero puede que después de las excavaciones actualmente realizadas en Guarrazar los estudios deban ampliarse». El historiador Daniel Gómez Aragonés, un joven especialista en esta etapa de la ciudad, opina así tras haber visitado recientemente las excavaciones realizadas en Guadamur por Juan Manuel Rojas, R.Catalán y L. García, con el apoyo de la alcaldesa del municipio, Sagrario Gutiérrez. «Los hallazgos indican la posible presencia de un gran complejo monástico, de donde puede que procediera el famoso tesoro de Guarrazar. Entonces, ¿qué increíbles tesoros existirían en la capital del reino, Toledo, si fuera de ella se encontraban piezas de ese nivel?».

Gómez Aragonés nos acompañará a lo largo de un breve recorrido por los principales monasterios visigodos de la provincia de Toledo, cuya ciudad era «la gran capital de los godos en Hispania y la urbs regia, es decir, la ciudad de los reyes». Alrededor de ella se levantaron monasterios e iglesias rurales. Algunos de ellos, continúa el historiador, han sido conocidos desde antiguo, pero otros van surgiendo a raíz de nuevas excavaciones.

«Los complejos monásticos tendían a ser autosuficientes a través de actividades agropecuarias, que se combinaban con las tareas religiosas. Además, fueron destacados centros culturales y de estudio de las sagradas escrituras, de manera que en los más pudientes florecieron importantes bibliotecas monásticas».

La principal joya de la corona en la provincia, prosigue, es Santa María de Melque (San Martín de Montalbán). Se trata de un edificio cuya datación ha generado controversias, «siendo lo más acertado fecharlo a finales del siglo VII, con diversas modificaciones posteriores». Según las últimas investigaciones, la edificación de Melque se asocia a la aristocracia visigoda a través del enterramiento de un personaje destacado, «lo cual dio a la construcción un carácter funerario, como panteón».

Otro de los conjuntos destacados de la provincia se encuentra en la pedanía de Casalgordo, perteneciente a Sonseca. Se trata de San Pedro de la Mata, «cuyo estado de conservación empeora por momentos debido a la desidia institucional». Según Gómez Aragonés, esta iglesia monástica se data a finales del siglo VII, en época de Wamba, puesto que en las Relaciones de Felipe II se documentó una inscripción en el conjunto en la que se indicaba que «Bamba me fecit» («Wamba me hizo»).

Muy cerca de San Pedro de la Mata se encuentra, por otra parte, el yacimiento de los Hitos de Arisgotas (Orgaz), «el cual también ha generado controversias en cuanto a su posible uso civil o religioso, pero con un claro carácter funerario debido a las tumbas halladas en su interior».

Menos conocido resultará a los lectores el cenobio de San Félix de Tutanesio, «referenciado en un poema de San Eugenio y vinculado al pueblo de Totanés por los restos escultóricos encontrados y por el propio topónimo de esta localidad».

Las tradiciones agrícolas y cinegéticas en diversas zonas de la provincia parecen existir ya en varios de estos casos. Por ejemplo, el monasterio de San Pablo de los Montes, cuyos restos encontrados pertenecen a un edificio religioso o civil, pero con posibles vinculaciones con la actividad cazadora en la zona. Por otro lado, antiguas villae romanas como las del Saucedo (Talavera de la Reina), Las Tamujas (Malpica de Tajo) o la propia Carranque, todas de tradición agrícola, fueron transformadas en edificios religiosos durante este momento. «Aparte de todos estos ejemplos, es posible añadir un número importante de cabañas y de chozas excavadas, al igual que interesantes necrópolis, algunas tan espectaculares como la del Carpio de Tajo».

Todos estos casos, explica Daniel Gómez Aragonés, tuvieron conexión con la monarquía y con las elites hispanovisigodas debido a su cercanía a la capital, la ubicación en importantes vías de paso y cazaderos, y al probable patrocinio real o aristocrático en su construcción.

¿Y qué hay de los monasterios de la propia ciudad, sobre los que debía de proyectarse de manera mucho más intensa el poder real? El especialista en historia visigoda destaca fundamentalmente uno, el monasterio Agaliense, «de cuya aparición seguimos a la espera los historiadores, pues supondría un hecho muy importante desde un punto de vista simbólico para toda la ciudad. Ramón Gonzálvez, autor de una exhaustiva investigación muy reciente, lo ha ubicado en la zona de la Peraleda, pero seguimos a la espera de la pertinente excavación que lo confirme».