«Hay una España olvidada y apartada que también es nuestra»

Álvaro de la Paz
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Jesús Carrasco (Olivenza, 1972) es autor de dos novelas, 'Intemperie' y 'La tierra que pisamos'. La primera le puso en el mapa de los autores contemporáneos más atractivos: traducida en una veintena de países, mira al decadente interior peninsular

«Hay una España olvidada y apartada que también es nuestra» - Foto: David Pérez

Torrijos fue su hogar en la infancia y un escenario presente y al que también regresa en la ficción. Sus lectores toledanos le aguardan en Hojablanca. Intemperie es la palabra con la que Carrasco irrumpió en el panorama literario español en 2013. Lo hizo para quedarse. Aquel texto epifánico, primera de sus dos ficciones publicadas, tiene en las llanuras de la provincia su escenario silenciado. También hay referencias quijotescas; también importa el espacio territorial que modela la ventura del relato. El escritor extremeño, residente en Sevilla y alejado del mundo publicitario por su nueva profesión literaria, habla del libro que lo lanzó a la fama, de aquellas zonas del país que languidecen y de la emoción y el movimiento como motores de tantos sentimientos.

En Intemperie el territorio es protagonista. La España rural se apaga. ¿Qué tiene de sugerente?

Es nuestro país, así de sencillo. Forma parte parte de nuestro país y nos empezamos a dar cuenta, al menos una generación de jóvenes, de que es una parte olvidada y muy importante. Hemos tendido a considerar en los últimos años que España se reducía a las capitales donde se cocía el poder político y cultural. Y de repente, a través de algunos autores y de otras muchas cosas, nos hemos dado cuenta de que hay una España apartada, olvidada, que queda a la espalda y que también es nuestra, con la que casi todos los españoles tenemos algún tipo de relación. Casi todos tenemos familia en los pueblos o venimos de los pueblos o, directamente, vivimos en esa España vacía que dice Sergio del Molino [autor del libro homónimo].

Esa novela mantiene su encanto cinco años después de publicada.

Supongo que el libro ha conectado con esa inquietud de una gran parte de la población que quizás no se sentía retratada en otras obras literarias. También tiene que ver con una historia que es humana y que puede atraer a cualquiera: la necesidad de proteger a un niño, de sentir que ese niño que sufre puede acabar teniendo un buen o un mal final y de acompañarlo hasta la última página. Es una historia humana, con valores humanos y con componentes que nos son cercanos a cualquiera porque tienen que ver con las emociones. 

Se tratan la violencia o la sequía. ¿Son elementos nuestros?

Intemperie es una novela muy toledana. Aunque no se dice en el propio libro, está ambientada en el pueblo en el que yo me he criado, que es Torrijos. Esa sequía es muy familiar para quienes vivimos en el centro de la península. En ese sentido es una novela muy local. Lo curioso es que siendo una novela tan local, con un paisaje tan local y con un conflicto tan local, que es el conflicto por el agua que subyace y está detrás, haya tenido una buena lectura y una buena acogida en otros países muy distantes que no tienen ese tipo de conflictos. Lo cual me lleva al conflicto emocional y, por tanto, universal.

¿Las gentes del campo y las de la ciudad se han divorciado? ¿Paletos contra esnobs?

Creo que siempre ha habido un mirarse por encima del hombro, fundamentalmente desde la ciudad hacia el mundo rural. Y precisamente estas obras ayudan a darle la vuelta a esa tortilla, a redignificar el espacio rural que siempre ha sufrido ese peso de la ciudad que miraba por encima del hombro a un territorio que consideraba más atrasado, idea contra la que yo me rebelo.

El éxodo rural vació partes de España el siglo pasado. ¿Sigue sangrando la herida del despoblamiento? ¿Cómo se puede parar?

El conflicto, evidentemente, permanece. Y en algunos casos se agrava. Esa despoblación de España no es un fenómeno que se haya detenido, sino que continúa ocurriendo. ¿Qué hay que hacer? No soy un político que pueda tomar esa decisión, pero sí que tengo mi propia idea que pasa por poner en valor el territorio rural. Es una pescadilla que se muerde la cola: si cada vez hay menos población, cada vez es más difícil y menos tentador satisfacer las necesidades y proveer de servicios a esa poca gente. Con lo cual la propia administración también contribuye, de alguna forma, a esa despoblación. Creo que hay que aportarle valor al territorio: decir que también suceden cosas aquí. Por ejemplo, el otro día escuchaba cómo llevar banda ancha a las zonas rurales contribuye, y muy decisivamente, a que estos espacios se introduzcan en el mundo del siglo XXI con todas las posibilidades de desarrollo económico que conlleva.

¿Por qué es un debate menor la situación del interior? Sigue siendo aún la realidad cotidiana de millones de personas.

Supongo que no se aborda porque hay pocos votos ahí. Es triste decirlo, pero siempre habrá un problema más acuciante en España: por ejemplo, Cataluña o la crisis económica de la que acabamos de salir y que nos amenaza de nuevo. Parece que siempre existe un problema más importante. Imagino que hay muy pocos votos, poco caladero en esas zonas tan vacías de España. Y eso hace que no haya un interés definitivo ni radical por solucionar esa tendencia existente.

Bebe de la gran novela americana, de Raymond Carver o Jack Kerouac. ¿Qué le sugieren las idea de viaje, camino o cambio?

Se suele decir que la novela es el movimiento de un personaje de un lugar a otro. En el caso de Intemperie este movimiento es también físico. Utilizar como percha el desplazamiento del viaje es una forma muy natural de hablar del movimiento humano: de cómo el ser humano cambia, evoluciona o se transforma. Yo lo he querido engarzar en esa idea que no es siquiera la de una road movie, sino la de un viaje a pie a un ritmo mucho más humano. A medida que los personajes avanzan por el territorio físicamente, avanzan también de una manera emocional, vital o humana.

Intemperie llegará pronto a la gran pantalla. ¿Ha podido verla?

He visto partes. No he querido ver el montaje definitivo, que ya está, porque aún le faltaba la música y algunos otros elementos de sonido y prefería ver ya el producto terminado. Pero lo poco que he visto, que fue durante el rodaje, lo que me enseñaron entonces, me resultó bastante impresionante. No me esperaba algo tan potente visualmente. Me produjo una muy buena sensación.