Una corona del s. XIII rumbo a Burgos

J. G. F. / I. L. H.
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La Catedral cede la corona de Sancho IV para la exposición que Patrimonio Nacional inaugura en octubre en el Monasterio de las Huelgas de Burgos. La pieza de orfebrería con camafeos, ágatas y zafiros se encontró en el sepulcro del monarca

Corona de Sancho IV. - Foto: SI Catedral

El octavo centenario de la muerte del rey Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, reyes de Castilla, contará con una de las piezas de orfebrería de mayor valor artístico e histórico que se custodian en la Catedral Primada de Toledo. La efeméride que coordina Patrimonio Nacional contempla una exposición de octubre a enero en el Monasterio de las Huelgas de Burgos, y hasta allí viajará la corona del rey Sancho IV.

El canónigo responsable de Patrimonio de la Seo Metropolitana, Juan Pedro Sánchez Gamero, explicaba que la pieza, cuando regrese de la exposición de Burgos, formará parte de la colección permanente del Museo de Tapices, Textil y Orfebrería del Colegio de Infantes. Hasta ahora la corona se mostraba a los visitantes en una de las vitrinas del Tesoro de la Catedral, junto a la Custodia de Enrique de Arfe y un facsímil de la Biblia de San Luis, entre otras piezas de incalculable valor.

La corona del rey Sancho IV tiene forma exagonal. Las ocho placas de latón dorado están unidas por pequeñas bisagras y en cada una de ellas hay engarzadas piedras preciosas: cuatro zafiros y cuatro camafeos con ágatas.

Esta pieza se encontró a mediados del siglo XX en unas excavaciones arqueológicas en el presbiterio de la Catedral que tenían como objetivo localizar los restos del rey Sancho II de Portugal para su repatriación, encontrándose los restos de Sancho IV, momificados.

Como relata Juan Francisco Rivera Recio en su publicación ‘Los restos de Sancho IV en la Catedral de Toledo’, el soberano fue enterrado con el hábito franciscano y la corona de latón dorado sobre sus sienes sujeta mediante un cordón que pasaba bajo el mentón del monarca.

El cadáver, añadía Rivera Recio, empuñaba una espada de empuñadura sobredorada y en la hoja de la misma aparecía grabada una inscripción de la que sólo se conservaban algunos fragmentos, encontrándose oxidada la hoja en algunas partes.

Tras el examen de los restos, el cardenal Enrique Plá y Deniel, arzobispo de Toledo, ordenó que el cadáver de Sancho IV fuera vestido con un hábito franciscano, y depositado de nuevo en su mausoleo del presbiterio de la Catedral toledana.

Ahora, la corona viajará hasta Burgos donde Patrimonio Nacional reunirá 26 piezas relacionadas  con la pareja que se casó en la ciudad del Arlanzón en septiembre de 1170, cuando los contrayentes tenían 14  años (edad del hijo de Sancho III de Castilla) y 10 años (la de la hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania).

Entre las obras que se expondrán junto a la pieza toledana destacan, por ejemplo, otra corona, la  del rey Alfonso (1158-1214), que fue proclamado en las Cortes convocadas en Burgos en 1170, cuando alcanzó la mayoría de edad. Se trata de la pieza donde se incorpora por primera vez el emblema de Castilla que luego se ha perpetuado; el mismo que figura labrado en su tumba. La corona es, además, portátil y desmontable, tal y como se aprecia por los pernos que tiene cada módulo.

 Otro de los objetos que merecerán una atención especial es la carta fundacional del Monasterio de las Huelgas que empieza «Yo, Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castilla y Toledo, y mi mujer, la reina doña Leonor…». Y aunque el texto con el que se fundó el monasterio cisterciense en 1189 está encabezado por el rey, en realidad fue Leonor de Plantagenet quien puso todo el empeño en crear una fundación donde las mujeres pudieran tener la misma responsabilidad que los hombres tenían en otras órdenes y ámbitos.

La sala de exposiciones temporales del Monasterio de las Huelgas que se inaugurará precisamente para esta muestra, reunirá también cuadros de los monarcas y piezas que pertenecen al Museo de Telas (el monasterio conserva, entre otras, un fragmento del manto de Alfonso VIII; pellotes, cofias, almohadas y sayas de los hijos del matrimonio; la cruz de las Navas de Tolosa que portó el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada y, por supuesto, el pendón de la batalla).

Sin olvidar tampoco que el monasterio se convirtió en un panteón real y por lo tanto se hallan enterrados aquí los propios fundadores; Enrique I, Sancho y Fernando, hijos del matrimonio, y Constanza de Castilla, hermana de los anteriores y segunda abadesa de Las Huelgas. Y vinculados a ellos también hay sepulcros en el atrio de la iglesia que se cree contienen enterramientos de caballeros muertos en la Batalla de las Navas de Tolosa.