Alcaldes: ¿Elección directa o lista más votada?

ANTONIO PÉREZ HENARES
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Los primeros ediles deben ser designados por la ciudadanía y no por pactos de 'casta'

Rajoy - Foto: EUROPA PRESS

En el debate sobre la elección de alcaldes en el que vamos a estar enfrascados los meses venideros hemos empezado, como siempre, mal y por el tejado. Los unos, los otros y nosotros. Éstos por plantear una cosa que, en realidad, son dos, al mismo tiempo y que pueden resultar contradictorias. Aquéllos por coger el rábano por las hojas y sacar a pasear como primer argumento el alarido ofendido. Y nosotros entrando ya en la trinchera porque, en esta deriva profesional, los valores periodísticos, arrumbados los principios de independencia y la intención de objetividad y análisis, se miden ahora por la militancia más sectaria, la manipulación más grosera y sin pudor, exhibida, y la carrera por ver quién ofrece el púlpito mas alfombrado y el mejor cuadro de palmeros a los amigos.

Desde hace un sin fin de elecciones municipales, desde las primeras del 79, algunos cayeron en la cuenta de cierta perversión de nuestro sistema que permitía enjuagues partidarios que podían suplantar la voluntad de las gentes. El fenómeno ha ido, como sucede con los tumores, a más y a peor. Listas que se presentan tan solo con la voluntad de arrancar un escaño y comerciar luego con él. Y lo de comerciar, comprar y vender no es en absoluto metafórico. Pactos post electorales con el único objetivo del derribo de quien tenía los mayores apoyos populares y una ristra añadida de componendas y trueques que han causado un serio deterioro y han contribuido al enchufismo y la corruptela que tanto lleva ensuciando a nuestra democracia.

Para terminar con este estado de cosas, y no desde ahora, sino desde hace muchos años y, ademas, bien contrastadas en democracias europeas, hay fórmulas muy sencillas. Partiendo de una base, que a su alcalde lo elijan, en verdad, sus ciudadanos. De manera directa y no por persona interpuesta. Es muy sencillo, en realidad. Si un cabeza de lista logra la mayoría absoluta de votos y concejales nada hay que hablar, pero si no la alcanza, procédase a una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados y sean los votos y no los pactos de casta, por utilizar la palabra en boga, quienes tengan la palabra.

Aunque me parece que ahora los que la emplean de continuo, y viéndose ya como parte de la misma, quieren preservar el trapicheo. Pueden los partidos descartados llegar en este caso a pactos y alianzas de recomendación de voto a los suyos. Pero quienes deciden, que seamos todos.

veredicto definitivo. Ninguna tacha democrática hay en ello. Muy al contrario. Se regenera y se devuelve la voz al pueblo para que emita veredicto definitivo. Tanto es así que tal propuesta ha figurado en reiterados programas electorales, con asiduidad en los de la izquierda y el PSOE en particular. Ahora, sin embargo, parece que es mentarles la bicha. Dicen que porque no toca, que porque es trampa, que se cambian las reglas de juego a mitad de partido. No es verdad. El partido anterior, el de 2011 a 2015, acaba y éste es el momento ideal para mejorar las reglas del próximo, antes de que empiece. No parece razón sino excusa y acusar al contrario en realidad de lo mismo que se pretende. «¿Qué es lo que más nos conviene al partido?». Y el PSOE cree que puede pescar mucho en variadas alianzas con IU, Podemos, Compromis y nacionalismos presuntamente de izquierdas. La respuesta es clara, que se agrupen en esa segunda vuelta y si obtienen más votos, que gobiernes.

Por parte del PP también huele a trampa en la formulación. Porque no es lo mismo la lista más votada que la elección directa. En absoluto. Y no pueden convencernos de que esta opción es la más democrática y la que garantiza mayor pureza representativa. Una lista de un 35 por ciento puede ser la mas votada, pero hay un 65 que no la apoya y eso es una absoluta evidencia matemática.

Por ello, los populares deben aclarar ante la población por dónde va en verdad su propuesta. Si por este lado, que es su vieja aspiración partidaria, pero que no es de recibo y si indica una pretensión de obtener ventaja retorciendo la ley o, por el otro, donde de verdad lo que se persigue es que las ciudades tengan el alcalde que los ciudadanos quieren tener y no el que les impone un pacto de despacho. Si es el primer caso, mi desacuerdo, como siempre, es patente. Si es el segundo, mi apoyo no de ahora, sino también desde hace tiempo, y quien se queda sin argumentos es el PSOE. Sin argumentos democráticos. Porque el que el primer edil lo voten las gentes y no los Comités Federales o las Juntas Nacionales es una propuesta impecable. Y que habría de serle tan querida como a su compañera, la española y alcaldesa de París, Ana Hidalgo. En primera vuelta no fue la lista más votada, pero en segunda y con el apoyo del conjunto de la izquierda , logró el poder en la capital gala. Pues que ganen así la de Madrid, y no como parece que quieren hacerlo ahora y es pactando a diestro, siniestro y con quien sea para conseguir la vara de mando.