Las aguas vuelven a su claustro

P. Pérez
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La tradición de beber el agua de la Virgen del Sagrario en los botijos volvió al claustro de la Catedral Primada tras siete años de ausencia. Los toledanos celebraron que se recuperase el origen asistiendo masivamente al templo

Madrugadores y centenarios. Los tradicionales botijos con el agua de la Virgen del Sagrario volvieron a ser ayer, fiesta grande en Toledo, los protagonistas del día y de la devoción de toledanos y visitantes. Desde las siete de la mañana los trabajadores de la Catedral Primada se afanaban para que los botijos estuviesen siempre dispuestos para saciar la sed de cumplir con la tradición. Y este año, además, con celebración doble; a la festividad grande de la Virgen toledana se unía la alegría de volver a beber el santo agua en su enclave original, en el claustro de la Catedral, que durante siete años, y con obras mediante, ha faltado a su cita más importante siendo sustituido por la conocida Puerta del Reloj.

Pero ayer sí fue. La decisión del Cabildo de volver a abrir este espacio tan querido por la ciudad para acoger la tradición ha sido uno de los temas más comentados y agradecidos por los toledanos y visitantes. Yes que el entorno acompañaba,  y animó a los rezagados a acercarse  hasta el templo.

«Venimos todos los años a cumplir la tradición». Ha sido una de las frases más repetidas, porque a los toledanos su Virgen les toca el corazón. Y además, en familia; muchos abuelos con hijos y nietos cruzaban las puertas del claustro creando estampas únicas y entrañables que ponían de manifiesto el arraigo toledano a esta festividad.

Otros, venidos de distintos puntos de la comarca e incluso del país, también se sumaban a la celebración. «El sitio es precioso, que siga aquí siempre», comentaban los turistas al contemplar la escena entre las rejas y el patio del claustro. «Para mis hijos», comentaba otra devota que, en esta ocasión, además de beber del botijo se acercó hasta los grifos que expedían el agua para, en botellas de plástico, llevarse el líquido a su hogar.

La algarabía, el ruido, la alegría de volver al claustro y la satisfacción de cumplir con la tradición sólo se paró en el templo imperial por breves minutos, los que tardó la imagen de la Virgen del Sagrario en pasar en su camino procesional por una de las puertas que comunica la Catedral y el patio, aledaña a la sala del Tesoro, y abierta durante toda la jornada.

Pasadas las doce la imagen inició su camino en su carroza dorada ante el fervor de los fieles y los aplausos de todos los presentes por los laterales interiores del templo; el movimiento de gente que, también durante la homilía del arzobispo se notó en la nave lateral paralela al claustro, el trasiego de personas hacia este enclave y los comentarios en voz baja que unidos formaban un zumbido constante, de repente se pararon y el tiempo se congeló alrededor de los botijos. Esa puerta, taponada por decenas de devotos, anuló la actividad por unos instantes al paso de la talla románica ataviada con manto y corona para la ocasión. Una vez siguió su camino y giró en  la capilla mozárabe, la vida volvió al claustro. Y la algarabía continuó durante toda la jornada, porque no dejó de llegar gente. Se notó, y mucho, la alegría de volver a beber el agua, a empinar el botijo, a honrar a la Virgen, a la sombra del claustro primado.

Sin duda, los toledanos disfrutaron de la jornada festiva, pero también lo hicieron los cientos de turistas que aprovecharon la buena temperatura del sábado y la apertura de puertas de la Catedral  para conocer uno de los momentos más arraigados en la cultura e idiosincrasia toledana; las cámaras fotográficas se llevarán allende los mares una estampa tan toledana como la de beber del botjio; japoneses, italianos, británicos, alemanes, e incluso hindúes ataviados con sus típicos y coloridos trajes honraron ayer a la Virgen del Sagrario y se llevaron no sólo una imagen, no sólo un trago de agua, sino también un pedazo de Toledo.