El Tajo de Díaz-Marta

M.G./Toledo
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El ingeniero y político socialista Manuel Lucio Díaz-Marta recibió ayer esta distinción a título póstumo en el acto institucional que celebró el Ayuntamiento. El toledano luchó durante muchos años contra el trasvase Tajo-Segura

La manifestación se celebró el 6 de julio de 1976 - Foto: Archivo Municipal

La agonía del Tajo llevó a Toledo a una corriente de movilizaciones en los últimos años de los 70  en contra del trasvase al Segura que se llevaba fraguando algunos años. Los políticos y los toledanos se convirtieron en una única voz en las calles para evitar el escaso caudal, la contaminación que dejó sin vida al río por falta de oxígeno y provocó varios episodios de masiva mortandad de peces.

La ciudad no podía darle la espalda a su río y esta lucha se convirtió en un reto personal para Manuel Lucio Díaz-Marta, un ingeniero con un importante bagaje profesional en obras hidráulicas que se embarcó desde muy joven en una titánica lucha contra el trasvase Tajo-Segura tanto como profesional como político del PSOE. «Era un hombre distinto en todos los sentidos», recuerda su hijo Enrique, que asistió ayer al acto institucional en el que su padre recibió a título póstumo la distinción de hijo predilecto de Toledo.

Tenía una especial predilección por el Tajo y «en casa siempre hablaba de ecología, pero hace cuarenta o cincuenta años era una palabra muy extraña». Este toledano «era un hombre de mundo», explica su hijo, pero reconoce que tenía un especial apego a nuestra ciudad y él mismo tuvo la ocasión de decirle a su padre «que no era de mundo, que era de Toledo». Díaz-Marta tuvo ayer un sentido homenaje del Ayuntamiento y de la docena de familiares, la mayoría procedentes de México, que asistieron para recordar a un hombre trabajador, que pasaba mucho tiempo fuera de casa, que se entretenía mucho con la ingeniería y dedicaba todo el tiempo que podía a la escultura como aficionado, tras aprender de Juan de Ávalos.

Resumir la vida de Díaz-Marta no resulta fácil y Enrique puede hablar de su padre horas, pero fue  al grano para ofrecer un retrato rápido «de un hombre que siempre tuvo sus ideas y no era obediente», recalca Enrique, porque no se plegaba a las directrices del PSOE si no estaba de acuerdo. Eso lo puso de manifiesto mucho antes de los 70, cuando no dudó en intervenir desde el exilio y enviar algunos informes a ingenieros españoles para convencerles de que el trasvase, su gran obsesión, resultaba un error. Y no se olvidó del tema ni en México ni cuando iba y venía por su trabajo en Naciones Unidas y tenía el río Tajo muy lejos de casa.

La idea del trasvase partió de un compañero de profesión, Manuel Lorenzo Prado, en 1933, a raíz de la redacción del Plan Nacional de Obras Hidráulicas. Si bien, el proyecto se quedó en el tintero bastantes años, reflotó en 1967 y el ministro de Obras Públicas, Silva Muñoz, anunció el inicio de las obras, una operación que arrastraba compensaciones a cambio, como el canal de las Aves para el regadío para abastecer a Toledo en caso de sequía, dos depuradoras para la ciudad, la ampliación de abastecimiento y saneamiento en la ciudad e incluso la depuración de las aguas de Madrid, entre otras mejoras.

Pero a  Díaz-Marta seguía sin convencerle la situación y temía que el Tajo terminara muriendo de sed. Su regreso a España en 1976 intensificó su lucha contra el trasvase, que verbalizó siempre que pudo en las Cortes como diputado. Pero la batalla no se quedó en las altas esferas políticas porque Díaz-Marta también formó parte de la primera corporación democrática del Ayuntamiento de Toledo, con Juan Ignacio de Mesa como alcalde. La Corporación se colocó en primera línea y dio más de un quebradero de cabeza al Gobierno de entonces durante el primer año.

Esas elecciones municipales del 79 casi colocan de alcalde a Díaz-Marta, un político curtido, porque contó con 12 votos entre los concejales del PSOE y los del PCE, si bien, Juan Ignacio de Mesa le ganó por uno con los apoyos de la UCD, los dos de CD y el del concejal de FN.  Pero el socialista tuvo un  papel importante en el pleno de investidura, que presidió por ser  el concejal de más edad, se dirigió al público para destacar el inicio de una nueva etapa democrática y confío en que todos los concejales «atendieran con ilusión las necesidades de la ciudad, mediante una actuación conjunta y en beneficio de todos».

Y así ocurrió en torno al río Tajo durante los primeros meses. El exconcejal Ángel Dorado narra en su obra ‘Toledo. 20 años de ayuntamiento democrático’ las intensas movilizaciones que políticos y ciudadanos lideraron en la ciudad desde 1976. El 27 de julio fue clave porque se celebró la manifestación más multitudinaria que recuerda Toledo con 5.000 asistentes cansados de escasez de caudal, de aguas malolientes y de prohibiciones de baño que partían de hace años.  

El 7 de octubre de 1977 también se celebró otra impulsada por más de 400 ciudadanos y cuatro meses después una tercera de la mano de los políticos.

nuevo colectivo. La resistencia al trasvase Tajo-Segura fue creciendo y la exigencia de la depuración de las aguas también y a primeros de 1978 se constituyó el Equipo de Defensa del Tajo, compuesto por quince miembros entre los que destacó Díaz-Marta por su experiencia profesional y su afán por mejorar el río. El colectivo estaba empeñado en lograr avances y llegó a editar un pequeño libro que informaba a fondo del trasvase, que se materializó meses más tarde, cuya portada dejaba claro el problema de la sequía, la palabra predominante.

Esta nueva iniciativa animó a la Corporación municipal a mantenerse unida y a realizar distintas propuestas para la recuperación del río en el primer año de legislatura.  Y el primer impulso fue movilizar a la ciudadanía para oponerse al trasvase hasta que no se depuraran las aguas y se materializarán las obras de compensación. Y ese 6 de julio de 1979 también fue una manifestación histórica, esta vez por las calles del Casco, cinco meses antes de que el trasvase se pusiera en marcha.

Pero los encierros de los concejales en el Ayuntamiento y otras medidas no pudieron evitarlo y la lucha se fue desdibujando porque las direcciones nacionales trataron de cortar de raíz esa unanimidad de la Corporación y de otros municipios afectados. Los concejales intentaron mantener activa la defensa de río, «pero pasó a mejor vida», como relata Dorado, y con el tiempo también desapareció el Equipo de Defensa del Tajo, integrado por varios partidos. El altavoz político perdió su voz