Esta vez David no pudo contra Goliat. Cansado de luchar contra la dirección regional de Podemos, David Llorente, diputado autonómico por Guadalajara desde 2015, anunciaba hace unos días su intención de abandonar la política. O lo que es lo mismo, de dejar de luchar por volver a encabezar la lista ‘morada’ por esta provincia, donde su nombre fue el más votado en las últimas primarias del partido, celebradas hace poco más de dos semanas.
Con esta decisión termina su particular via crucis dentro de Podemos en Castilla-La Mancha, donde su posición ha pasado de ser la de un crítico más a la corriente ‘pablista’ mayoritaria (como buen anticapitalista que es), al acoso y derribo contra su persona, con amago de denuncia por supuesto trato machista a varias trabajadoras del Grupo Parlamentario incluida. Una denuncia de la que solo queda hoy la que interpuso el propio Llorente por injurias y calumnias en los tribunales.
No obstante, la gota que ha colmado el vaso ha sido la, a su juicio, «falta de limpieza» de las últimas primarias regionales. Según denuncia, el aparato del partido se habría volcado -y trabajado- a favor de uno de los candidatos, el actual líder regional y ‘pablista’ militante, José García Molina.
Un paso atrás de Llorente que deja a García Molina vía libre para hacer lo que ya lleva negociando semanas: colocar a IU como ‘cabeza de lista’ por Guadalajara, dentro de la negociación abierta entre ambas formaciones para concurrir en coalición a las elecciones autonómicas y locales de mayo.
Como ya anunció La Tribuna en su día, la propuesta que estaría a día de hoy sobre la mesa de negociación pasa por que Podemos sea la ‘cabeza’ del cartel en Toledo, Ciudad Real, Albacete y Cuenca, dejando al coordinador regional de IU, Juan Ramón Crespo, la circunscripción alcarreña. Provincia donde, en teoría, Unidas Podemos tendría opciones claras de lograr al menos un escaño, junto con Toledo y Albacete.
Pero esto es, como ya se ha dicho, solo teoría. Porque lo que realmente deja Llorente al Goliat del aparato del partido es un regalo envenenado. El escenario político que llevó en 2015 a Podemos a sacar un diputado por Guadalajara no es, ni mucho menos, el mismo al que se deberá enfrentarse la formación morada en 2019. A la irrupción de Vox, al auge de Ciudadanos (que estuvo ya a punto de quedarse con ese escaño en las últimas autonómicas) y al peso de la cuestión catalana en el voto regional -como ya se vio el día 2 en Andalucía-, se une ahora el ‘factor Llorente’, que deja tras de sí un importante reguero de simpatizantes descontentos con la actitud de los Pablo Iglesias en la región, como se puede ver estos días en las redes sociales.
Todavía está por ver cómo afectará todo esto a las urnas, especialmente entre los más de 18.600 votantes que apoyaron al alcarreño en 2015. El propio Llorente ya lo advertía así el jueves, cuando afirmaba que «será la dirección regional de Podemos la que deba asumir la responsabilidad del resultado electoral y las consecuencias de formar parte en minoría del Gobierno de Page».
Con todo, Llorente pasará a la historia parlamentaria de las Cortes de Castilla-La Mancha por su capacidad de trabajo - «es el último en irse todos los días», comentan a La Tribuna trabajadores de la cámaraautonómica-, y por su compromiso social y ecológico. Incluso en contra de los intereses de su partido. Y es que sus críticas a la gestión de la Junta de Comunidades en asuntos como la proliferación de macrogranjas en la región, no ha bajado de revoluciones tras la entrada de los suyos dentro de la estructura del Gobierno autonómico. Más bien al contrario.
Tanto es así, que desde hace tiempo es vox populi en los mentideros políticos que nadie ni en el Grupo Parlamentario ni en la dirección regional de Podemos, contaba con Llorente a la hora de tomar decisiones. Apenas si le dirigían la palabra.
Uno de los ejemplos más notorios de este ‘vacío’ al diputado díscolo, fue el voto en contra a los presupuestos regiones de 2017. Como confesó entonces el propio Llorente, se enteró de la decisión del partido apenas unas horas antes de la votación. Y eso que fue él el que se cargó a las espaldas las maratonianas comisiones previas al pleno en cuestión, de más de doce horas diarias en algunos momentos.
Tampoco se le tuvo en cuenta a la hora de entrar en el Gobierno regional. Es más, encabezó el ‘no’ en la consulta interna que se abrió en Podemos para decidir si se integraban, o no, en el equipo de Emiliano García-Page.
En definitiva, con Llorente se marcha de las Cortes un diputado de base. El único que iba en camiseta a los plenos -cuando más reivindicativa mejor- y al único que se le podía ver tanto sobre el parqué parlamentario como en la calle, manifestándose como uno más. En estos cuatro años ha hecho suyas luchas de plataformas como la citada contra las macrogranjas, el cementerio nuclear de Cuenca, el vertedero de amianto en Toledo, la ley de caza o la implantación de la minería de tierras raras en Ciudad Real, por citar solo algunos ejemplos.
Y todo ello sin elevar el tono. Por que una cosa ha dejado clara este doctor en Políticas: otra forma de hablar y actuar en política es posible. Lamentablemente, por el camino la política parece que ha acabado con él. Se verá.