Para 'La calma de las arañas' su autora apostó por prestar atención a las sensaciones vividas durante su labor como coordinadora del programa provincial de Educación de Personas Adultas en la cárcel. Una atmósfera que prendió en su cabeza tras conocer «el mundo de los cerrojos, del chasquido de las puerta o del sonido de los pasos al atravesar los pasillos».