El patriota

Oscar Rodríguez Valladares
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El escritor Bienvenido Maquedano acaba de presentar su segundo libro infantil: «Diez gusanitos» (Ediciones Tresmichos, 2015) que pretende acercar a los niños de entre tres y seis años a la experiencia de la muerte

Bienvenido Maquedano acaba de presentar su último libro: Diez gusanitos.

Bienve es un patriota, un patriota «Rilkiano», pero un patriota. Nadie como él para, en un abrir y cerrar de ojos, trasladarse a orillas del Tajo y, como Tom Sawyer, vivir con él sus aventuras de la infancia; no en vano admira a Mark Twain, que me lo ha dicho.

Algunas veces, en su columna semanal La espada de madera, me deja asomarme a su infancia y sus tardes de sol y río, entonces reconozco mi infancia, estoy seguro que, como muchos, compartimos la misma patria.

Comíamos, como dos expatriados, y me estaba presentando a los diez gusanitos, uno a uno, y me hablaba de su magnífica edición, de sus originales ilustraciones, de su papel de seda… le interrumpí: un momento, ¿cómo? ¿Son gusanos de seda? ¡Sí, claro, son gusanos de seda! Y ahí se me vino la patria de golpe: la caja de zapatos agujereada, ese momento al abrirla cada día como si de un cofre del tesoro se tratara. Salíamos corriendo de la escuela, tirábamos la cartera y apresurados cogíamos un bocadillo -luego, lo compartíamos con algún perro- , y con las bicis, a toda velocidad, llegábamos a las abundantes moreras que crecían en la umbría del camino del prado y gateábamos a los árboles.

Y el niño sube al árbol. Este juego, a priori intrascendente, es la primera decisión importante que tomamos en la vida, en serio, sí, en la vida, piénselo un momento. Pocas veces nos atrevemos a emprender una aventura semejante, tan determinante ¿se acuerdan de cuándo subieron su a primer árbol? Entraña un gran riesgo, exige unas buenas cualidades físicas, pericia gateadora, autocontrol y sangre fría; no es poco, para un niño, ¿y si se fracasa?, si eso ocurría tu reputación ya no se reponía nunca más. Pero con esta pequeña aventura aprendíamos, sin saberlo, a cambiar el punto de vista. Algo que, muy probablemente,  ya no volveremos a hacer nunca más, como nunca más volveremos a cultivar unos cuantos gusanos de seda, por nada en especial, como todas las cosas importantes que se hacen, por el placer de hacerlo, por verlos moverse silenciosos, suaves y sinuosos, por volver a oler esa caja de cartón agujereada, por asistir al milagro de la metamorfosis que los libros explican y por comprender que la vida se abre camino siempre de una u otra forma.

No se olviden nunca de las moreras ni los gusanos, no dejen de subir a los árboles, no abandonen la orilla del rio, jueguen siempre con la tierra, si lo hacen, siempre podrán regresar a su patria. Si no se acuerdan, compren y lean diez gusanitos.

Y vosotros, pequeños, ¡rápido! subid a los árboles, recorred las orillas de los ríos en busca de cualquier cosa, abrid todos los cofres que encontréis, pescad, cultivad gusanos de seda, compartid vuestros bocadillos con los perros, meteos en los charcos y manchaos con el barro; si lo hacéis, siempre tendréis una patria, como Bienve.