El 8M dejó claro que la igualdad no es solo cosa de mujeres

Leticia G. Colao
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La periodista Rosa María Calaf inauguró el IV Foro Nuevo Periodismo de la Asociación de Periodistas de Talavera, centrado este año en el papel de la mujer periodista y la huella tras el 8 de Marzo

La periodista Rosa María Calaf no solo es un referente en el periodismo desde los años 70, donde fue pionera como reportera y corresponsal de TVE en diferentes países sino que, después incluso de sufrir el ERE de la cadena pública, sigue luchando por los derechos de las mujeres y su igualdad real. Lo hace desde su experiencia, tras sufrir especialmente en sus primeros años de trayectoria la discriminación por razón de género, y convencida de que hay que seguir luchando, lo contrario sería retroceder.

Calaf fue presentada por la subdirectora de La Tribuna, Carmen Sánchez Jara, quien hizo un repaso de su trayectoria profesional y personal por la igualdad de género.

Con su ya simbólico pelo rojo con mechón blanco, que se ha colado en las pantallas de los hogares españoles durante más de tres décadas, Calaf defiende especialmente la labor del periodista y su trabajo como pilar de una democracia sana, con una sociedad crítica y bien informada. En este ámbito no caben separaciones por razón de sexo, sino la calidad y el rigor del periodismo.

Calaf destacó su pasión por una profesión que concibe como “un compromiso, como una responsabilidad” por lo que tiene de servicio público. Tanto es así, que considera que el periodismo “es mucho más que un trabajo, igual que la educación”, para lograr una mejor sociedad, “una sociedad informada, no entretenida”.

En este marco, en el de la búsqueda del mejor periodismo, Calaf ha vivido como pionera las desigualdades de un mundo formado al principio por hombres, como casi todos. Tanto es así, que recuerda que en las primeras redacciones, “ni siquiera había baños para mujeres, porque no había mujeres más allá de la secretaria o telefonista”. En este ámbito, la periodista se adentró en las corresponsalías de medio mundo, gracias a su formación académica y a los idiomas, y no sin ciertas dificultades.

Fue durante este trabajo cuando aprendió que no eran tiempos fáciles, menos aún para la mujer. En algunos momentos fue incluso la única mujer entre numerosos compañeros hombres, como fue el caso del golpe de Estado de Guinea, donde en un principio le negaron su asistencia “porque me podían hacer algo”, argumento “absurdo” amparado por la “condescendencia y el paternalismo”, explicó.

Recuerda que aún sigue siendo “opinable” el nombramiento de una mujer para un cargo de alta responsabilidad, no así el de un hombre, o lo que cuesta feminizar una profesión, lo que no ocurre al contrario. Nada más lejos de la realidad. Así, defende que “las mujeres no somos mejores, somos complementarias, la mitad de la población, hay el mismo número de tontas, imbéciles, profesionales o maravillosas que de hombres”.

Su trabajo, rigor y compromiso con el trabajo, la convirtieron en una de las grandes del periodismo, por el que sigue luchando, ya fuera de las cámaras. El 8-M “fue un paso adelante para la visibilización”, aunque es consciente de que se ha avanzado mucho.

“Hoy ha cambiado mucho, en cuanto al número, formación, preparación, acceso, pero lo que creo que sigue siendo una rémora y no avanzamos, en paridad, es en la representación en espacios de opinión, de dirección... donde aún nos queda mucho por conseguir”.

Calaf animó a no creer que ya está todo conseguido, “eso es mentira y solo supondría un retroceso”, finalizó