Devórame otra vez

J. Guayerbas
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De la ofrenda floral a la mascletá y la cremá. La asociación Falleros por el Mundo de Carcaixent se despide de la ciudad con buen sabor de boca. El público se vuelca con los actos organizados durante el fin de semana por este colectivo valenciano.

Antes de que las llamas devoraran el monumento fallero en homenaje al Greco, la asociación cultural de Carcaixent que este fin de semana ha traído a la ciudad la tradición y el amor por estas fiestas valencianas realizó un pasacalles y la ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados.

Desde la plaza de Zocodover hasta la Puerta de Reyes de la Catedral Primada, la banda de música acompañó a la comitiva fallera por la calle Comercio, Cuatro Calles y Hombre de Palo, para bajar por Arco de Palacio hasta la plaza del Ayuntamiento. El color y la música acapararon los flashes y miradas de los turistas que jamás pensaban encontrar en la capital regional, entre monumentos históricos, a una comisión fallera.

Una vez en la Puerta de Reyes, el cortejo entró en la Seo Metropolitana que años atrás fue la sede del cardenal y arzobispo Antonio Cañizares Llovera, hoy pontífice de Valencia. En un lateral del altar mayor la comisión dispuso a la Virgen de los Desamparados, una de las vírgenes peregrinas réplica de la querida y venerada patrona de Valencia, la Mare de Deu. Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo primado, recibió a la comitiva fallera.

Música y charanga para continuar con la mañana fallera en la que no faltó en torno a las dos y cuarto de la tarde la mascletá. Estruendos, ruido, humo y olor a pólvora para anunciar el final de un fin de semana que los vecinos del barrio de Santa Teresa no olvidarán, y precisamente no por el tono festivo, sino por los jóvenes y el botellón.

La cremá como despedida. La fallera mayor y la infantil, el presidente de la falla y los miembros de la comisión revivieron anoche la emoción de cada 19 de marzo. El Greco y los ninots críticos y en clave de humor eran pacto de las llamas a las nueve y veinte de la noche, cuando el público concentrado empezó a pitar impaciente.

La música de las charangas hizo más fácil la espera. En un momento inesperado, un pequeño castillo de fuegos artificiales anunciaba la cremá del Greco.

La distancia de seguridad entre el público y la falla fue mínima. Esto provocó que gran parte de los asistentes corriera para evitar tanto que las pavesas les cayeran encima, como el humo, negro, les envolviera. En menos de cinco minutos la falla era ya cenizas.

Una falla que el sábado por la noche fue víctima de algún acto vandálico, y es que como explicaba José Enrique Amores, organizador del evento fallero en Toledo, algunos ninots fueron destrozados, y no por las rachas de viento como se creía en un principio, aunque estas sí echaron al suelo los dos cuadros que coronaban el monumento.

El viento fue otro de los protagonistas de la cremá. Incontrolable, dirigió la nube de humo en diferentes direcciones generando cierto caos entre el público.