Malos tiempos para Hollande

Agencias
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La histórica Martine Aubry se suma a las críticas de los díscolos y censura la política económica que lleva a cabo el Gobierno francés

EL PRIMER MINISTRO JAPONÉS, SHINZO ABE, VISITA PARÍS - Foto: YOAN VALAT

 
 
Que 2014 no está siendo el año del presidente francés, François Hollande, es una evidencia. Desde que comenzó el presente ejercicio hasta ahora, el dirigente galo se ha enfrentado a un duro escándalo personal y a, probablemente, su peor etapa política, que en los últimos días se ha ennegrecido aún más si cabe.
En enero, se separaba de Valérie Trierweiler, su pareja durante cuatro años, por una supuesta infidelidad con la actriz Julie Gayett. Desde entonces, la vida sentimental del mandatario, que había copado titulares de la prensa internacional, quedó en un segundo plano. Pero, para su desgracia, no porque las aguas volvieran a su cauce, sino porque su quehacer en política provocaba el rechazo de sus conciudadanos y, como añadido, de los miembros de su propio partido, los considerados del ala más a la izquierda de la formación, que han cargado duramente contra su líder, cuestionando sus actuaciones, y que han derivado en una de las más importantes crisis de Gobierno que ha atravesado.
Un mes y medio después de las críticas de parte de varios parlamentarios sobre su política financiera, a las que se sumó, precisamente el entonces ministro de Economía, Arnaud Montebourg, y los de Educación y de Cultura -que desencadenaron la crisis y que salieron del Gabinete-, parecía que la calma había vuelto a las filas del bloque gobernante. Sin embargo, y pese que el premier, Manuel Valls, asegurase que el Ejecutivo estaba «libre de díscolos», en el seno del partido continúan las divergencias.
La última en sumarse al bastión rebelde y mostrar su oposición a las actuaciones emprendidas por el Elíseo fue Martine Aubry, histórica dirigente de la formación, exministra de Trabajo con Lionel Jospin y rival de Hollande en las primarias por convertirse en candidata a la Presidencia en las elecciones de 2012. La actual alcaldesa de Lille exigió ayer al mandatario en una entrevista a un periódico nacional que cambie el rumbo de sus reformas y acabe con las «viejas medidas liberales» que, según su opinión, han lastrado el crecimiento en el país.
En este sentido, no solo se centró en las críticas, sino que también propuso alternativas, con un paquete de ajustes que, consideró, pueden sacar al país del estancamiento. Así, apostó por una «nueva socialdemocracia» en la que se regulen mejor las ayudas a las empresas, en la línea díscola, que censura al Gobierno por dedicarse a dar más incentivos a las compañías que a las familias.
El centro de sus dardos fue el nuevo titular de Economía, Emmanuel Macron, contra el que cargó por su propuesta de regular el trabajo los domingos y por sus políticas liberales y no de izquierda.
Hollande no tardó en responder a Aubry al justificar que las reformas «fueron comprometidas en los primeros meses de mi mandato y se acelerarán a un ritmo mayor hasta el final del mismo, pues Francia las necesita».
En este mismo sentido, Valls aseveró que el Ejecutivo «no va a parar su labor a mitad del camino» y, en respuesta a la dirigente, que reclamó un debate en la izquierda para evitar una derrota en las urnas en 2017, el premier la apoyó, al considerar que una discusión interna es «una riqueza».
A las desavenencias en el seno del Partido Socialista, a Hollande le aumentaron los problemas. Los franceses tampoco están contentos con su gestión. Así se desgrana en un sondeo publicado por Le Figaro, que apunta que casi nueve de cada 10 ciudadanos desaprueban sus políticas y no desean que se presente de nuevo a candidato en las elecciones. El punto peor valorado es la lucha contra el paro, ante la que el 88 por ciento se muestra insatisfecho y un 86 por ciento suspende su estrategia fiscal.