Erdogan contra todos

SPC
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La oposición se une para hacer frente a un mandatario que adelantó un año y medio las elecciones para garantizar su victoria y que ahora no lo tiene tan fácil

Casi un año y medio antes de lo previsto, Turquía elegirá el próximo domingo a su presidente. Las elecciones previstas en noviembre de 2019 fueron adelantadas por el jefe del Estado, Recep Tayyip Erdogan, el pasado abril, consciente de que los éxitos militares en Siria no debían pasar al olvido y de que la actual situación económica y política le era más que propicia ahora para revalidar el cargo y consolidarse en un poder que ostenta desde hace ya 16 años. 

Sin embargo, lo que parecía un camino de rosas para el mandatario se ha encontrado con alguna que otra espina en este tiempo. Algo con lo que el dirigente no contaba.

La sombra de una crisis financiera se cierne sobre la nación otomana, con una fuerte depreciación de la lira y una fuerte subida de la inflación, que ha despertado la incertidumbre y la preocupación ciudadana, pero también sirve de argumento perfecto a la oposición para cargar contra el mandatario, que insiste en que, con la entrada de la reforma constitucional, que se aplicará tras las elecciones y que otorgará todo el poder ejecutivo al presidente, todo volverá a la normalidad.

Pero, precisamente, normales no son los comicios del próximo domingo -que son dobles, presidenciales y parlamentarias-, en los que, por primera vez desde 2002, Erdogan podría perder la mayoría absoluta y sus detractores se han unido para hacer frente al sultán y, sorprendentemente, están recibiendo más apoyo del inicialmente esperado.

En esta cita no solo se elige al próximo jefe del Estado, también el modelo de país que quieren los turcos.

El actual mandatario, que se presenta por el islamista Justicia y Desarrollo (AKP), ya ha prometido remodelar a fondo el sistema para crear «una nueva Turquía» si se impone en las urnas. En ese régimen, esbozado por la reforma constitucional aprobada en un plebiscito el pasado año, desaparecerá la figura del primer ministro y el presidente concentrará todo el poder en sus manos, sin apenas control del Parlamento, que, según la oposición, se queda sin poder real para convertir a la nación en un «régimen de un solo hombre».