Un verano al otro lado del mar

I.P.Nova / Toledo
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Los niños saharauis disfrutan de unos meses en Toledo gracias al programa 'Vacaciones por la Paz' coordinado por la asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de la capital. Sania y Hash son dos de estos pequeños a los que, en escasos días, les tocará

Uno de los hilos argumentales más típicos en las novelas y en el cine es el de que un personaje, sin importar su edad o sexo, viaje a un mundo paralelo para vivir un encuentro consigo mismo en el que valora lo que ya tenía y lo que le ha llegado nuevo. Esa maravillosa trama, que bien podría recordar a La Historia Interminable, la viven cada verano los chicos de los campos de refugiados de la provincia de Tinduf que vienen a disfrutar del verano en España encontrando con una familia que les trata como la suya propia y poniendo en valor todo lo que, con mucho esfuerzo y trabajo, le da su familia del Sahara. Hash y Sania son dos de estos privilegiados que viven sus vacaciones de ensueño en Cobisa junto con Adolinda y Ricardo, sus «padres de España».

«Llevo muchos años implicada con el proyecto. El primer niño que vino a casa fue el hermano mayor de Sania. Este verano ella, que es su hermana pequeña, viene por primera vez», recuerda orgullosa esta madre que, hace ya muchos años, decidió adentrarse en la aventura de acoger a niños saharauis y colaborar con la causa del Sahara Libre de una forma mucho más activa.

Sania tiene 10 años y es su primera vez en España pero, por el contrario, el que ahora es su hermano de acogida, Hash, tiene 11 y es su cuarto año en Cobisa. Ahora, con un perfecto nivel de español, Hash ayuda a Sania con algunos aspectos del idioma, aunque ella se ha hecho perfectamente y lo ha aprendido a hablar muy rápido. Casi con tanta agilidad como ha conseguido a nadar, una de las cosas que más le gusta de España.

«La piscina e ir al parque», cuenta Hash que no ha fallado ni un sólo día desde que llegó a España a pesar de que estas últimas semanas ha llovido un poco. «Es lo que más les gusta. Sania ha empezado a nadar este año y ya lo hace muy bien. Al principio es una preocupación y estamos con los manguitos. Pero vino mi sobrino y le dio unas clases y ya lo hace perfectamente», explica la que, además, es vicepresidenta de la  Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui.

Además, tanto Sania como Hash participan en las labores de la casa. Sobre todo una, que les encanta: ir a la compra. Allí pueden elegir con qué llenar la nevera y, como a cualquier niño de su edad, las patatas fritas, las pizzas y el chocolate son su Top 3 en la lista de la compra. «Comen mucha legumbre y verdura porque,  sobre todo en el caso de garbanzos, es algo que les llega en los paquetes de alimentos que enviamos desde España», explican.

Además, y como todo buen verano que se precie, Sania y Hash han ido a la feria, «a la de Cobisa y a la de Toledo», puntualizan. En sus viajes han montado en muchas atracciones y les ha encantado la experiencia. Algunos viajes con otros compañeros de la Asociación, y otros ellos dos solos, han hecho que su verano fuera muy divertido. Y es que, al contrario que ellos, el resto de chicos que vienen a disfrutar de su verano suelen estar solos con una familia española. «Este año estoy prejubilada y eso me permite poder cuidar de dos de ellos», concreta.

Pero no todo es Toledo. Madrid y el pueblo, han sido otras dos grandes paradas de estos chicos en España. Y aunque de Madrid se queden sólo con lo grande que es y la inmensa cantidad de coches que hay, del pueblo sacan algo más. «Hash tiene una novia en el pueblo», cuenta Adolinda entre risas mientras que el chico se pone colorado. Allí han conocido a muchos jóvenes  de su edad y han podido disfrutar de salir a jugar a la calle algo que, normalmente, suelen echar mucho de menos del campamento.

Pero no sólo echan de menos jugar en la calle. Sus familias están a muchos kilómetros de distancia y para chicos de esta edad es algo que suele resultar muy duro. «Ahora tenemos el Whatsapp y ellos se pasan el día escribiéndose con sus familias. Raro es que no estén con el móvil entre las manos», concreta esta madre que, cuando empezó con el programa Vacaciones por la Paz, tenía que comunicarse con las familias desde un locutorio.

La vuelta. El día 4 de septiembre se volverán a sus casas pero no con las manos vacías. Familias como las de Hash y Sania preparan sus maletas, de hasta 30 kilos, llenas de ropa, regalos, medicamentos y material escolar.

«Muchos medicamentos para dolores leves los enviamos en las maletas junto con ropa para todas las familias», explica. Hash está especialmente ilusionado con una de las cosas que se va a llevar en esta maleta, «el balón». Juguetes como esos son los que, luego, comparten con sus vecinos en el campamento. El chico recuerda especialmente cómo hace unos años le llegó una bicicleta que ahora, reconoce, usan todos sus familiares y vecinos. Es más, cuando se rompe es él mismo quien la arregla con piezas que su familia ‘de Toledo’ le manda desde España.

Para Sania la parte más especial de su equipaje de vuelta son los bolígrafos y el material escolar. Para ella, eso y sus juguetes es lo que más le apetece enseñarle a sus hermanas a las que está muy unida, y con las que tiene muchas ganas de compartir juegos y convivencias.

Además de estos treinta kilos que envían cuando los niños vuelven a sus casas, familias como las de Adolinda y Ricardo colaboran, año tras año, enviando paquetes cada poco tiempo que permiten llegar más ayuda al campamento.

Pero la vuelta no parece tan ilusionante como la simple circunstancia de retornar a casa. «¡Empezamos el colegio el uno de septiembre y le diré a mi madre que vengo muy cansado de España», explica Hash que, asegura, no tener muchas ganas de volver al cole. «Este año les han adelantado un mes la escuela. Normalmente empezaban en octubre y tenían un mes para relajarse y jugar con sus amigos. Ahora se acabó lo bueno», se ríen sus padres.

Más niños en 2015. Este verano han llegado 28 niños a Toledo una cifra que ha aumentado considerablemente desde el 2014. Pero la asociación no ha recibido más dinero, todo ha sido una cuestión de que la se han movido mucho. «Nosotros planteamos cuántos niños pueden venir dependiendo de lo que pueda pagar la Asociación del Pueblo Saharaui de Toledo. Este año tenemos familias en espera», comenta Adolinda Montero.

Pero todo el dinero no ha caído del cielo. Este año han organizado muchas recaudaciones benéficas y cenas para conseguir alimentos y dinero para la causa.  «Las familias son muy dispares y no tienen un alto nivel adquisitivo, aunque la ayuda que se da no es muy alta puede solventar algunos gastos», concreta.

Además, y como recordó durante el recibimiento de las familias a principios del verano el concejal de Ganemos Javier Mateo, siguen luchando por que los viajes de estos chicos a España no sirvan para reivindicar una libertad, «necesaria», sino que vengan aquí para, a la vuelta, sus familias de España puedan ir a conocer su casa, «su país».