Los Aguado, historia viva de Toledo

J. Guayerbas
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La Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas cuenta desde ayer con Rosalina Aguado como académica numeraria. En su discurso de ingreso, la doctora en Historia del Arte realizó una semblanza de la vida y obra de su bisabuelo, Matías Moreno

Un discurso emotivo y cargado de recuerdos a la par que sencillo, cercano, como es ella, María Rosalina Aguado Gómez, desde ayer académica numeraria de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

Una semblanza a la vida y obra de su bisabuelo, el pintor Matías Moreno y González, y palabras desde el cariño más sincero para Juan Nicolau Castro, colaborador cada domingo de La Tribuna e incansable investigador cuya vacante como numerario en la Rabacht ocupa ahora la doctora en Historia del Arte y profesora de Cerámica en la Escuela de Arte, estrechamente ligada a la saga de los Aguado.

«Es un honor y una responsabilidad, me preceden unos Aguado tan extraordinarios que ahora me toca continuar con la saga familiar y qué mejor que comprometida con la Real Academia», comentaba la nueva académica numeraria momentos previos a la lectura del discurso de ingreso que acompañó con una colección de fotografías y referencias a la obra de su bisabuelo.

«En su obra vemos a un Matías Moreno romántico que va hacia el realismo y a los tipos populares que se encontraban en las calles de su Toledo», señalaba Rosalina Aguado para recordar que este pintor del siglo XIX «fue un defensor de la mujer y de la igualdad, además sacrificó su carrera para la formación de los jóvenes, pasó 36 años de su vida dando clases gratuitas».

La vida del pintor, de origen humilde, torna hacia la docencia y el arte cuando en 1866 llega al Instituto de Toledo como sustituto de cátedra, instalándose en el claustro del emperador de San Juan de los Reyes. «Allí vivió acompañado por un entrañable amigo, el pintor francés Carolus Durán a quien conoció en sus horas de copista en el Museo del Prado y con quien compartía la fascinación por Velázquez», señalaba su bisnieta.

Rosalina Aguado tocó varios aspectos de la vida del pintor que dio nombre a una calle de Toledo, precisamente junto a San Juan de los Reyes, donde estableció su residencia, si bien, antes vivió en un caserón de la Cuesta de los Escalones, cercano al Pozo Amargo.

Inmerso en la sociedad toledana, las ideas de modernidad de Matías Moreno están avaladas, indicaba la nueva académica numeraria, por el interés que el pintor tenía en la obra del Greco «bastantes años antes de que fuera consagrada por los escritos de Maurice Barrés y deviniera siendo objeto de culto de la historiografía universal».

Matías Moreno vivió grandes momentos con la obra del Greco, como la restauración de ‘El entierro del señor de Orgaz’. «Cuando toma contacto con esta obra, la pintura distaba mucho de estar en buenas condiciones, por lo que, en solitario, decide hacerse cargo de su restauración», recordaba ayer Aguado para añadir que Matías Moreno, consciente de la extraordinaria calidad de la obra y de su trascendencia, comprendió la necesidad de preservarla para las futuras generaciones.

«Se puso en contacto con su maestro Federico de Madrazo, se buscó un buen forrador del Museo del Prado y contrató al maestro carpintero Niceto Galán que en 1873 armaba el nuevo bastidor, aunque muy a disgusto de nuestro artista, quizá por su tosquedad, como manifiesta con gran enfado, garabateándolo a lápiz en un cajeado en la madera que realizó él mismo», comentaba Aguado para avanzar por la obra de su bisabuelo parándose en los espacios que éste pintó, como la Catedral, el río o los tipos populares.

Aguado recordó al pintor y su vinculación con la Escuela Superior de Artes e Industrias, proyectado y construida por su amigo Arturo Mélida, en la que trabajó como director hasta su muerte en 1906. «Su figura que ha permanecido hasta hace poco en un lugar secundario, va lentamente dibujándose y perfilándose de entre las sombras del olvido, esperando el reconocimiento artístico que se merece, pues como muy bien apuntó el crítico José Galofre, la justicia empieza para los artistas en el sepulcro», finalizaba la continuadora de los Aguado, historia viva de Toledo.