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«¿Por qué se ritualizan los alimentos?». Con esta pregunta inició Consolación González Casarrubios, etnóloga del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, su conferencia dedicada a los ‘Alimentos rituales del ciclo anual festivo en Toledo’, celebrada en la Real Fundación. Tradicionalmente, hemos relacionado lo que comemos (o dejamos de comer) con el cumplimiento de promesas, evitar enfermedades o acuñar un símbolo de unidad. La historia de Toledo y su provincia -recogida por fuentes tan amplias en este tipo de detalles como las Relaciones Topográficas de Felipe II, de finales del siglo XVI- abunda, por ejemplo, en tradiciones como privarse de carne durante la víspera de determinadas celebraciones, como la Exaltación de la Cruz o la fiesta de San Sebastián, como se hacía en Lillo.

González, quien destacó precisamente a San Sebastián (abogado contra la peste) y a San Blas por su arraigada devoción en el pasado toledano, recorrió la importancia de las cofradías y hermandades en la aportación y reparto de alimentos, tradiciones como las Mondas talaveranas y los valores rituales del pan en celebraciones como San Antón, especialmente celebrada en Toledo en el pasado y hoy -en que no hay caballerías ni animales de labor- mantenida en localidades de los Montes de Toledo.

Esta conferencia se enmarcó dentro del ciclo ‘Alimentos, paisajes y gastronomía’, organizado por la Real Fundación y celebrado en Roca Tarpeya. Aún quedan dos charlas más: ‘Naturaleza culturizada: los paisajes del viñedo en Castilla la Mancha’ (12 de mayo) y ‘Simbolismos y rituales en relación con la viña y el vino’ (19 de mayo), ambos a cargo de María Pía Timón Tiemblo, del Instituto del Patrimonio Cultural de España.