Un edificio monumental del entorno del mundo visigodo

C.M
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Este edifico contenido en Tornerías tiene una «seña constructiva fundamental» representada por la tipología de sus arcos» porque «los hasta ahora interpretados como de medio punto o peraltados, son de herradura»

Una vez ratificado que la Mezquita de Tornerías posee enormes posibilidades por tratarse de un «edificio emblemático, poco conocido» y contenedor de algunas incógnitas por resolver, la segunda fase de excavación - promovidos por la Dirección General de Turismo de la Junta- ha ofrecido un hallazgo «relevante». Arturo Ruiz Taboada, director del trabajo de investigación -recogido en el proyecto de intervención firmado por los arquitectos Francisco Javier Alguacil, Luis Moreno y Francisco Javier de Paz Gómez- ha interpretado la existencia de un edificio de sillares que, como ya avanzó, «no se trata de una cisterna romana» como se venía interpretando en los últimos cien años».

De hecho, y apuntando  la dificultad de establecer la funcionalidad de este espacio, sí acredita que se trata «de una edificación monumental tardo antigua (s. V-VIII) a base de arcos de herradura de sillares que organizan una estancia cuadrangular de cuatro naves en torno a un espacio rectangular». La clave del descubrimiento, explica, se debido a la identificación de estos arcos de herradura que, por acción humana, habían sido transformados en arcos de medio punto acercando, por ello, al edificio a un ámbito romano.

En este sentido,  y por conservar dos terceras partes de su planta original, el arqueólogo lo considera «el primer edificio monumental tardo antiguo de estas características documentado en el interior de un núcleo urbano». Por tanto, este edifico tiene «una seña constructiva fundamental» que había pasado desapercibida que, aprecia, «está representada por la tipología de sus arcos». Los arcos de sillares, interpretados como de medio punto o peraltados, «son de herradura».

De hecho, el ligero peralte es el resultado de eliminar -mediante un picado posterior- tanto la imposta como la curva del salmer que originariamente formaría una herradura, situando «al edificio en el entorno del mundo visigodo y convirtiéndolo, con la debida cautela, en uno de los edificios tardo antiguos de corte monumental mejor conservados en el interior de un núcleo urbano». La estructura de sillares conservada se completa con una fábrica de ladrillo, que también posee arcos de herradura, aunque en este caso relacionada con la obra de la mezquita medieval.

Sobre las peculiaridades de este edificio de sillares de planta baja contenido en Tornerías, Ruiz Taboada recoge en su informe que «la planta de este edificio posee cuatro naves y describe un esquema en U con un gran arco central de acceso que deriva en una estancia de planta rectangular, desde donde se articulan las cuatro naves del conjunto». El edificio posee planta cuadrada con pilares y arcos que lo compartimentan en diferentes espacios, realizándose el acceso «por un gran arco de herradura de sillares en la fachada oeste y dovela clave apuntada.  

 Y aunque el suelo del complejo ha desaparecido en su práctica totalidad, este hecho no impide conocer que su cota con respecto a la clave de los arcos conservados era de 3,70 metros», a lo que se une la documentación de una reposición ya en época emiral (s. IX), que se relaciona con la reutilización del edifico. Una práctica habitual documentada en este tipo de ciudades durante los primeros momentos de la ocupación musulmana.

 En cuanto a la funcionalidad del mismo, el arqueólogo se ha guiado por referentes similares en el Mediterráneo estableciendo una serie de características comunes que lo definen. Y estas características pasan por considerar el edificio como «parte de una transición arquitectónica entre el mundo clásico y medieval», puesto que desde un punto de vista constructivo no encaja ni en uno ni en otro. De hecho, «la fábrica robusta de sillares, pero con factura torpe y arrepentimientos, lo da un aspecto poco canónico si lo comparamos con edificios de época romana o de la plena Edad Media». Lo que, unido a que los sillares se encuentran trabados con una fina capa de mortero de cal, «lo aleja del mundo antiguo».

 

Un conjunto «único con dos edificios, de épocas y estilos diferentes, en uno»

Sin dudar al afirmar que «el conjunto de Tornerías lo forman dos magníficos edificios en uno, de épocas y estilos diferentes, que cuentan con una serie de reformas y añadidos que han dificultado su correcta lectura histórica», Arturo Ruiz Taboada considera que esta singularidad ha propiciado que «el edificio más conocido, la Mezquita, haya quedado en un segundo plano eclipsado por otros monumentos de similares características en la ciudad de Toledo mejor conservados».

Por ello es justo apreciar que esta investigación ha logrado contextualizar, por primera vez, «la Mezquita como parte de un único edificio de dos plantas con diferente funcionalidad y accesos entre ellas». Una misma construcción que, gracias a esta nueva fase de excavación, «sabemos que aprovecha la existencia de una estructura de sillares anterior como cimentación». Y es que, concluye el arqueólogo, «a pesar de ser una mezquita ampliamente citada en la bibliografía», han sido necesarios los trabajos arqueológicos para despejar las dudas e imprecisiones que tradicionalmente han acompañado su interpretación. Muchas de ellas, sentencia, «erróneas porque se limitaban a repetir descripciones decimonónicas».

 

Culto musulmán en un Toledo medieval cristiano.

La mezquita de la planta primera se genera a partir de un diseño constructivo uniforme de dos plantas y que parte de la reutilización de un edificio precedente de sillares. Esta disposición en plantas es consecuencia de los diferentes recrecidos del conjunto localizados siempre en la fachada oeste. El actual acceso desde Tornerías por la planta baja -fachada este- responde a un uso diferente que se da a esta planta cuando se construye la mezquita, y la posterior transformación en vivienda a partir del siglo XV.  

Pese a mantener el esquema constructivo típico de este tipo de mezquitas, su cronología tardía y su localización en una planta superior la ha convertido en un edifico singular destinado al culto musulmán en un Toledo medieval cristiano. Con respecto a su fundación, el material cerámico asociado la sitúa en el siglo XIII, aunque no se descarta que pudiera existir un edificio anterior, de ser así, podría tratarse de un edificio que se sirviera también del edifico visigodo para su fundación.