Los órganos que el tiempo olvidó

J. Guayerbas
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El organista Amador Dueñas elabora un minucioso inventario de los órganos que existieron en Toledo entre los siglos XVI-XVIII y que hoy han desparecido o están en desuso a la espera de una restauración

Amador Dueñas, autor del estudio. - Foto: Peña

Dos años de trabajo de campo para conocer in situ el estado de conservación de los denominados órganos ibéricos construidos en la provincia entre los siglos XVI y XVIII, en pleno esplendor del Barroco y la música para liturgia. Amador Dueñas ha elaborado un inventario con toda clase de detalles de esos órganos que existieron, existen y de aquellos que se mantienen en funcionamiento y de otros que han corrido menos suerte y enmudecieron por el paso de los años.

Dueñas ha inventariado un total de 52 órganos, de los que 28 están en uso, sin embargo, la mayoría de ellos requieren una reparación más o menos en profundidad. Los 24 restantes son, a su juicio, muy rescatables «sin referirme al coste económico ya que mantienen la mayoría de sus elementos, tanto sonoros como de maquinaria y sus cajas no han sufrido graves deterioros».

«Pocas iglesias de nuestra provincia carecieron de un órgano de tubos», indicaba el autor del estudio antes de arrojar una cifra global sobre el número de órganos que existió en Toledo. «He podido comprobar a través de los documentos del Archivo Provincial que aldeas tan pequeñas como Arisgotas, Piedraescrita o Illán de Vacas fueron dotadas con órganos de tubo para sus iglesias, construidos los dos primeros en el siglo XVI y el tercero a principios del siglo XVII», comentaba.

Gracias al trabajo de campo realizado, Dueñas se arriesga ante la insistencia a dar una cifra sobre el número de órganos barrocos que hubo en Toledo. «Se construyeron cerca de los 200 órganos si es que no se superaron», explicaba este organista que cada domingo hace sonar en la Iglesia de Santiago Apóstol de Talavera de la Reina uno de estos órganos ibéricos del siglo XVIII, el único de la ciudad que permanece y funciona.

Así, conviene abordar lo que Dueñas acuña como órgano ibérico. Se trata de aquellos instrumentos que a diferencia de los órganos barrocos europeos cuentan con un único teclado, normalmente de 45 notas con octava corta y partido, cuya mitad inferior dispone de registros propio y la superior de otros también propios, con lo que, en cierta forma, compensa la ausencia de un segundo teclado.

Constructores toledanos de órganos. Durante el siglo XVI, como documenta Dueñas, Toledo se convierte en uno de los principales centros de organería influyendo de forma sensible en un gran parte del territorio nacional, aunque un siglo más tarde se asiste a un declive en la producción, quizás, por la saturación producida en el siglo anterior.

Ya en el siglo XVIII la ciudad recupera la intensidad constructora, pero pierde su hegemonía nacional. «Su apogeo lo alcanzan en el siglo XVIII durante el que se construyeron 62 órganos», explicaba el autor del inventario elaborado a través de los datos obtenidos en el Archivo Provincial, en el Histórico Nacional de Madrid y en el de Santa María la Mayor de Talavera de la Reina.

«Hemos de sentirnos orgullosos de haber poseído un patrimonio organístico casi inigualable, un tesoro histórico, artístico y cultural», apostillaba el autor del estudio que espera impaciente su publicación. «Es de lamentar que un patrimonio tan rico y valioso se haya visto condenado al olvido», añadía Dueñas, para  lamentar que de este brillante patrimonio «son muy pocos los testigos ‘vivos’ que nos quedan de esas centurias de gloria del órgano ibérico».

Entre los constructores de órganos recopilados por este organista se encuentra entre los más prolíferos J. M. Colmenero, que en el siglo XVIII realiza para Toledo el órgano de la Capilla del Alcázar y el de la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral Primada, así como los órganos de la Colegiata del Santísimo Sacramento de Torrijos (1703), el de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de La Guardia (1721) o los de Bargas, Sonseca, Madridejos, Corral de Almaguer y Mazarambroz, todos estos desaparecidos.

Otros artesanos constructores de órganos van desde Juan Brevós que en 1608 realizó el órgano del Santuario de la Caridad de Illescas, a José Truchado, que trabajó en el órgano de La Torre de Esteban Hambrán en 1734, o Miguel Puche que en 1653 realizó el órgano para el templo parroquial de Hinojosa de San Vicente, hoy desaparecido, al igual que los ejecutados para Méntrida o La Puebla de Montalbán.

Deterioro y desidia. El autor y organista muestra su preocupación por el deterioro, e incluso, abandono de los órganos en algunas iglesias de la provincia, y no sólo en localidades pequeñas. «Me planteo el porqué, aún en nuestros días, existe esa falta de preocupación por el mantenimiento y restauración de estos instrumentos que son auténticas obras de arte y parte de un gran patrimonio», indicaba Dueñas conocedor de la respuesta, y es que el desconocimiento de este patrimonio le ha llevado a un segundo plano a pesar de la importancia que la música ha tenido y tiene para las ceremonias eclesiásticas y para la liturgia católica.

«Nada me produciría mayor satisfacción que este inventario diera como fruto directo la recuperación aunque sólo fuera de un único órgano», compartía con La Tribuna convencido de que el primer objetivo de estos dos años de trabajo no ha sido otro que recuperar el valor artístico y cultural del órgano ibérico toledano.

Motor económico. La recuperación de este patrimonio histórico, artístico y cultural puede convertirse, tal y como defendía Dueñas, en motor económico para los municipios que cuentan aún con este instrumento ‘rey’. Un ejemplo cercano son las batallas de órgano de la Catedral Primada con motivo del Año Greco o los ciclos de conciertos de la Iglesia de Santo Tomé con afamados organistas internacionales.

«El órgano puede convertirse en un elemento dinamizador sociocultural y artístico, incluso en pequeñas poblaciones, al mismo tiempo que puede convertirse en un auténtico reclamo turístico», comentaba el autor de este inventario detallado que permanece a la espera de un impulso de la Administración para su publicación y divulgación.