Un tesoro de oro y plata en la Camuñas del XVII

José García Cano
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Un 30 de abril de 1662, en una de las calles que sube a la iglesia de Camuñas, tres vecinos afirmaron encontrar un tesoro junto al cimiento de una tapia en un solar cercano a la parroquia»

Un tesoro de oro y plata en la Camuñas del XVII

No es muy común encontrar en los archivos documentos que nos hablen del hallazgo de tesoros en nuestra provincia. Pero afortunadamente a veces los viejos legajos guardan historias como la que ocurrió en la localidad Camuñas un 30 de abril del año 1662. En una de las calles que sube a la iglesia (en aquellos momentos la calle de Bartolomé Almansa) tres vecinos de Camuñas encontraron supuestamente un tesoro, junto al cimiento de una tapia en un solar cercano a la parroquia de Santa María de la Asunción. Antón Díaz de Ruedas, Gabriel de Granada y Benito Martín se vieron inmersos en un proceso judicial que inició Matías Moreno Cervantes, entonces alcalde de Camuñas. Desde Toledo partió Juan Félix Zorrilla como instructor de los autos junto a Juan de Tovar Sotelo como escribano. Cuando se empezó a tomar declaración a los vecinos de Camuñas, la mayor parte coincidían en declarar que la noche del 30 de abril al 1 de mayo, los tres acusados habían encontrado un  tesoro de oro y plata en el solar indicado. Lógicamente los reos negaban la acusación aunque los vecinos tenían claro que el tesoro había sido hallado pues era la comidilla de toda la villa.

Entre las declaraciones que se produjeron encontramos la del joven de ocho años llamado Francisco García Yugo, amigo de Gabriel (este último hijo de uno de los acusados), quien confiesa que una tarde había oído de boca de su amigo que en su casa había un tesoro de oro y de plata que había encontrado su padre junto a otro compañero. Añadió que el tesoro se encontraba en una cueva de su casa metido en una tinaja pequeña y otra parte debajo de la cama de sus padres en un escriño (cesta o canasta de paja). Se llamó al joven Gabriel de Granada a declarar, el cual ante la presión del interrogatorio, rompió a llorar confesando que lo dicho por su compañero de juegos era cierto. Declaró que la noche del 1 de mayo había oído ruido de madrugada provocado por su padre y por Antón Díaz de Ruedas, quienes traían a su casa cierta cantidad de barras de oro, de plata y doblones, que fueron guardados bajo la cama y en la tinaja de la cueva.

El joven aportó un dato importante al comentar que al día siguiente se habían llevado parte del tesoro a la localidad de Herencia, donde su padre tenía familia. Puntualizó que las barras eran muy anchas y que las de plata serían como de cuatro dedos de ancho en cuadrado y de largas como de dos tercias, siendo las de oro menores sin precisar el tamaño exacto. También había unos ladrillos de oro y de plata. Continuó la rueda de declaraciones con los tres detenidos, los cuales siguieron negando haber encontrado nada. Se examinó el solar donde supuestamente había aparecido el tesoro, encontrando solamente un barranco de dos varas más o menos de hondo y en él un hueco en la pared de lo que parecía haber sido una tinaja, pero lógicamente no había ni rastro del tesoro.

El día 10 de julio de 1662 fue a declarar la esposa de Gabriel de Granada, llamada Inés López, la cual dijo no acordarse de nada, posiblemente para no inculpar a su marido. Cuando la preguntaron si su marido había tenido la noche en cuestión alguna cantidad de oro y plata debajo de la cama, dijo “que su marido ni sabe lo que es la plata ni el oro” y que “ambas cosas no las había habido jamás en su casa”. Se la preguntó si había amenazado a su hijo con colgarle “si parlaba” algo de lo sucedido, a lo cual también dijo que no, por todo lo cual el juez entendió que Inés estaba mintiendo. Después la comisión encargada de los autos registró la casa de Gabriel sin encontrar nada.

Una vez terminaron los interrogatorios decidió el juez Zorrilla que se tasasen los bienes de los detenidos Gabriel y Antón (Benito quedó libre) para con ello costear los gastos del proceso que ascendieron a 25.605 maravedís. El poco patrimonio de los presos (84 fanegas de cebada, unas pocas de trigo y algunos kilos de paja) y cuyo oficio era el de jornaleros del campo, motivó que tuviesen que buscar algunos avalistas para poder salir de la cárcel.

La estancia de la comisión finalizó el día 13 de julio cuando volvieron a Toledo; al juez donde le esperaban sus quehaceres diarios como regidor del ayuntamiento toledano dedicado al abasto de los pósitos.  Desgraciadamente el expediente no concluye con la averiguación de dónde fue a parar el tesoro hallado en Camuñas. Quizá se trasladó a Herencia o se quedó en Camuñas, extremo que posiblemente nunca sabremos. Lo importante es que en medio de La Mancha, en la bonita localidad de Camuñas, al menos en esta ocasión, se cumplió el sueño que muchos anhelaban -y anhelamos- de encontrar un tesoro que arregle nuestra vida.