Mario Coll: «'¿Es usted el hijo de Tip y Coll?', me han preguntado. 'Hombre, de los dos no puedo ser...'»

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'Dicciomario', el libro que acaba de publicar en Ediciones Vértice, rinde homenaje a su padre, el humorista José Luis Coll, y mantiene su afán por «estrujar la palabra hasta sacarle zumo»

Mario Coll: «‘¿Es usted el hijo de Tip y Coll?’, me han preguntado. ‘Hombre, de los dos no puedo ser...’» - Foto: Victor Ballesteros

El conquense Mario Coll heredó de su padre, José Luis, algo más que la afición por el humor: una voz profunda y un oficio, el de psicoanalista, que en cierta manera comparten todos los que se dedican al oficio de hacer reír a los demás. Acaba de publicar Dicciomario (Ediciones Vértice), una colección de aforismos que rinde homenaje al humorista conquense -cuyo Diccionario de Coll de 1979 está cerca de las treinta reediciones- y que reivindica un género que hunde con gran fuerza sus raíces en España.

Dicciomario está compuesto por 1.200 entradas, elaboradas a lo largo de más de año y medio. ¿Hay alguna forma de guiarse entre tanto juego de palabras?
Yo creo que podrían dividirse en tres categorías: términos surrealistas, políticos y poéticos. Dirá usted que la política tiene a veces mucho de surrealista, y que el surrealismo posee una gran carga poética... ‘Risueño’, por ejemplo, equivale a hablar de ‘quien sonríe mientras duerme’, mientras que ‘perceberante’, con be, es ‘un percebe obstinado en sus propósitos’ y ‘bíctima’, también con be, la persona que ‘es agredida con un bolígrafo BIC’. Si quiere, le pongo algún ejemplo político...

Por favor.
Me gusta especialmente ‘palamentario’, que es el ‘político que no nos vendría mal si su sueldo lo ganara trabajando’. Vas por la calle caminando, ves un escaparate y dudas sobre si se dice ‘Banco de Santander’ o ‘de Satander’, es decir, ‘el banco del diablo’... En estos tiempos de crisis, aprecias que el verbo ‘ahogar’ ya no tiene el significado que le otorga la RAE, sino que más bien quiere decir ‘ahogar la economía hogareña’... Similar a la anterior sería ‘hipoterca’, entendida como ‘préstamo que cuesta devolver’. Me pregunto hasta qué punto es sano tener una ministra de Sanidad que se apellida ‘Mato’ y qué puede pasarle a España en el caso de que aplique su apellido... Si lo lee, verá que no me caso con nadie. El único término que no aparece explicado es ‘PSOE’, que muestro escrito de tal manera que la o de ‘obrero’ está caída... Ahora, también he escrito que José Ignacio Wert es el ministro de Educación que pasará a la historia por haber ‘conwertido’ la educación pública en un ‘wertedero’... No pretendo ofender, pero los nombres y apellidos propios, y Wert y Mato son solo dos ejemplos, pueden servir como expresión de denuncia. Lo mismo que la capital de Siria en nuestros días, que ‘da [m] asco’ por sus masacres. Y ‘Pa [z] lestina’ sería lo que nos gustaría que algún día ocurriese en Oriente Medio.

Sin embargo, no imagino a su padre escribiendo sobre los procuradores de su época con tanta libertad...
No, claro que no, porque eran otros tiempos y existía la censura. Incluso su Diccionario, que ya se publicó después de la muerte de Franco, y que fue tremendamente popular -27 reediciones-, levantó algunos resquemores. Y eso que mi padre hacía gala de un humor muy blanco.

Seguramente habrá mucha gente que se pregunte cómo era José Luis Coll en familia.
Era muy serio. Como un muñeco de cera o el empleado de una funeraria, imagino que por aquello de que ‘en casa del herrero...’. Es más, decía que solamente hacía humor si le pagaban. Recuerdo que en una ocasión se le acercó un tipo, empeñado en que le contase un chiste. Tanto insistió que mi padre le preguntó muy serio, casi cabreado, que a qué se dedicaba. El hombre le contestó que era pescadero y mi padre respondió a su vez, insistentemente, que le vendiese dos truchas. ‘Oiga, que no estoy trabajando’, replicó el otro. ‘Pues lo mismo, yo’, dijo mi padre. Así era él. Hombre, hay que entenderlo. Cualquier humorista le reconocerá, y no solamente pasa en ese oficio, que es necesario desconectar de tu trabajo para no volverte loco.

El actor Pedro Ruiz, en la película Moros y Cristianos, de Berlanga, se refirió a su padre como ‘Tip y Coll’, como si fuesen una misma persona...
Bueno, a mí me han llegado a preguntar si yo era ‘el hijo de Tip y Coll’, a lo que he tenido que responder que ‘de los dos no puedo ser...’. Es cierto que ambos, trabajando en equipo, llegaron a ser tan populares que configuraron una especie de identidad arraigada en el imaginario colectivo, como el ‘tanto monta’. Luego, como es lógico, cada uno de los dos hacía su vida privada. Se veían para trabajar y punto.

En una reciente entrevista, el actor y humorista Pepe Viyuela decía que cada español tiene interiorizado el humor de La Codorniz a pesar de no haber nacido en esos tiempos. ¿Está de acuerdo?
Me parece una buena observación. Es cierto que en aquellos años había un humor extraordinario e inteligente en España. Julio Camba, ‘Tono’, Mingote, Mihura o el propio Jardiel. Son personajes que habría que reivindicar para futuras generaciones, aunque desgraciadamente haya quien continúe considerando al humor un subgénero e identifique la palabra ‘cultura’ con ‘mirar por la ventana angustiado en Checoslovaquia mientras llueve’. No, es un tremendo error renunciar a nuestra gran tradición de humoristas, como Ramón Gómez de la Serna. Como el propio Quevedo.

¿Diría que José Luis Coll está lo suficientemente recordado en Castilla-La Mancha y muy especialmente en su Cuenca natal?
Es una buena pregunta y la voy a contestar con sinceridad: en Cuenca han pasado de él totalmente. Hace poco más de cinco años que murió y desde entonces tres alcaldes han prometido hacerle un homenaje, pero ninguno se ha dignado a poner una triste placa. Yo sé que enCuenca los ediles tienen la triste costumbre de hacerse fotos con las viudas de los humoristas para no hacer luego nada, pero creo que eso debería cambiar. He sido muy discreto con este asunto, pero ya no me da la gana. Es más, si por fin sale alguno de los muchos homenajes que le han prometido a la familia a lo largo de todo este tiempo, ya no nos dará la gana.

¿Será que José Luis Coll solamente era entendido en Madrid, por mucho que haya quien hable del humor manchego?
Es que yo creo que ese humor manchego existe. Desde las palabras de José Mota, como ‘alcuzaos’ o ‘brincapozos’ hasta equívocos como el que le escuché hace poco a un conquense, cuando las elecciones norteamericanas, que decía que las demarcaciones electoralmente más importantes para el presidente Obama eran ‘estados Viagra’ más que ‘estados bisagra’... Hay en todo eso cosas que José Mota comparte con mi padre. Se le pueden ocurrir a cualquiera, es obvio, pero creo con sinceridad que en nuestra tierra hay algo de eso, y más en las barras de los bares. Además, es muy sano: reírnos de nosotros mismos es una señal inequívoca de salud psíquica y de inteligencia.