La dura competencia del Greco

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Toledo mantuvo durante todo el siglo XVI un destacado mercado artístico, cuyos pintores eran requeridos tanto por la Catedral como por encargos nobiliarios y reales. Destacaron Blas de Prado, Hernando de Ávila y Luis de Carvajal

La liberación de San Pedro, por Hernando de Ávila.

Adolfo de Mingo Lorente

El Greco no fue el único pintor que trabajó en Toledo a finales del siglo XVI. Tampoco fue el único pintor viajero. Su contemporáneo Blas de Prado (hacia 1545-1599), autor de la soberbia Virgen de Villegas que acompaña estas líneas, realizó durante los últimos años del siglo un apasionante recorrido que le llevó no a la refinada Italia, sino al exótico Marruecos. Sería Lope de Vega quien, años después, pondría en boca del rey Felipe II que en España había dos clases de pintores: «unos, vulgares y ordinarios, y otros, excelentes e ilustres», y que buscando el sultán de Fez un artista para representar a los miembros de su corte, halló en este artista toledano uno «de los mejores de nuestra edad».

Blas de Prado fue sin duda uno de los más destacados, pero hubo muchos más. Tanto la ciudad de Toledo, con su poderosa Catedral e instituciones religiosas (más las todavía abundantes casas nobiliarias aún instaladas en ella), como el amplio territorio del Arzobispado y la proximidad de los encargos reales, sobre todo El Escorial, constituían un dinámico mercado que tenía que ser abastecido. Pintores como Luis de Velasco, Hernando de Ávila y Luis de Carvajal, aparte del propio Blas de Prado, fueron artistas de grandísima calidad y competencia directa del Greco, quien no fue ni pintor catedralicio ni llegó a atender encargos en El Escorial (a excepción del San Mauricio), como en cambio sí hicieron algunos de ellos. Aunque todavía poco conocidos (pese a formar parte de esa categoría de «excelentes e ilustres» pintores a los que se refería Felipe II), llevan años en el punto de mira de especialistas como Palma Martínez-Burgos, que el pasado otoño recordó en un seminario de la Facultad de Humanidades de Toledo los pasos que se han dado para su estudio durante los últimos años, entre ellos la publicación por parte del CSIC de la investigación Pintura toledana de la segunda mitad del siglo XVI, obra de Isabel Mateo y de Amelia López-Yarto (2003).

Entre estos artistas hubo magníficos pintores de retablos, retratistas, iluminadores de libros y autores de decoraciones efímeras, encargados de ornamentar la ciudad durante acontecimientos como las visitas reales o la entrada en la ciudad de nuevos arzobispos. Al igual que el Greco, fueron conocedores directos o indirectos de la pintura italiana y del arte flamenco, de cuyos modelos dependieron en buena medida. Representaron a prelados y donantes, personajes alegóricos y abundantes escenas religiosas.

Retrato del cardenal Gaspar de Quiroga (Catedral), por Luis de Velasco.Retrato del cardenal Gaspar de Quiroga (Catedral), por Luis de Velasco.

Si tuviéramos que plantear un punto de partida para conocer mejor a estos pintores sería necesario recordar a una importante figura de comienzos de siglo, Juan de Borgoña, responsable en buena medida de la introducción de la pintura renacentista italiana en Toledo. Las décadas centrales del XVI estuvieron dominadas por sus discípulos, especialmente Francisco Coomontes y Juan Correa de Vivar, pintor a quien el Museo de Santa Cruz dedicó una exposición en 2010. Este tipo de pintura, aunque ya desfasada cuando se produjo la llegada del Greco, constituía «una opción para la clientela más conservadora, representada sobre todo por las numerosas órdenes religiosas asentadas en la ciudad y que encontraban en estos artistas una vía fácilmente asequible a su propósitos». Para Palma Martínez-Burgos son tres los artistas más destacables de este periodo: Blas de Prado, Hernando de Ávila y Luis de Carvajal.

Blas de Prado (hacia 1545-1599) fue un pintor que destacó por conjugar las enseñanzas de Juan Correa de Vivar con una impronta italiana que probablemente conociese en España, a través de sus trabajos en El Escorial. El conocimiento de Andrea delSarto es evidente en su Virgen de Villegas, única obra firmada de su mano que ha llegado hasta nosotros. Autor de las pinturas de la cúpula de la iglesia de la Quinta de Mirabel (el cigarral del cardenal Quiroga), fue asimismo un autor tempranamente interesado por el bodegón.

Hernando de Ávila (ha. 1530-1595) destacó no solamente como pintor, sino también como tratadista. Fue un artista acomodado y versátil del que se han conservado abundantes retablos tanto en municipios de la provincia (como El Casar de Escalona) como en la propia ciudad de Toledo, donde trabajó en Santo Tomé, el convento de Jerónimas de San Pablo y la ermita de San Eugenio, entre otros muchos. También destacó como miniaturista al servicio de Felipe II.

La circuncisión, de Luis de Carvajal (Hermitage).La circuncisión, de Luis de Carvajal (Hermitage).

Luis de Carvajal (1556-1607), por último, hermanastro del destacado arquitecto y escultor Juan Bautista Monegro, fue otro artista de sólida base humanística, que conoció Roma y que trajo consigo planteamientos novedosos para la España del momento, como la creación de una academia de artistas. También permaneció activo en El Escorial, en donde se conserva su magnífico retrato del fraile Jerónimo de Guadalupe.

Buscando a Diego... de Aguilar. El Greco no es el único artista en cuyo análisis y difusión están interesados los investigadores toledanos de los últimos años. El diseñador y fotógrafo Frederik Takkenberg, vecino de la ciudad, ha dedicado recientemente un considerable esfuerzo al estudio de Diego de Aguilar (dos pintores, padre e hijo) y realizado un destacable trabajo de investigación que es posible consultar en Internet con el título Buscando a Diego (www.frederiktakkenberg.com/home/buscando-a-diego-1/).

Pintura toledana de la segunda mitad del siglo XVI. Publicada por el CSIC en 2003, esta investigación de Amelia López-Yarto e Isabel Mateo López ha sido durante más de una década el estudio de referencia para conocer a los artistas que trabajaron en el Toledo del Greco. Ambas autoras organizaron en más de 320 páginas la documentación conservada sobre alrededor de sesenta artistas, algunos de ellos ya estudiados pero la mayoría prácticamente inéditos hasta entonces. Para enlazar con el estudio del siglo siguiente, también publicado por el CSIC, es posible consultar el ya clásico Pintura toledana de la primera mitad del siglo XVII, de Diego Angulo y Alfonso Emilio Pérez Sánchez (1972).