La rojigualda, un guiño a los liberales

J. Monroy
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Sorrando Muzás hace en el Museo del Ejército un recorrido entre el momento en que Carlos III otorga la rojigualda a la Armada y en el que Isabel II la convierte en símbolo de todo el Ejército

La rojigualda, un guiño a los liberales - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

La actual bandera rojigualda de España fue una concesión de la reina Isabel II a los liberales, tras la finalización de las Guerras Carlistas. Así lo defendió ayer en el auditorio del Museo de Ejército el asesor del mismo y experto en vexilología, es decir, en pendones, banderas y estandartes, Luis Sorrando Muzás. Lo hizo en el marco de la conferencia ‘La Expansión de los Colores Nacionales 1785-1843’, tercera organizada en el Museo con motivo de la exposición temporal ‘Rojo, amarillo, rojo. La bandera de todos’; en una charla llena de buen humor y anécdotas.

Sorrando Muzás recordó que el pasado año, hizo 175 que la bandera rojigualda fue el símbolo del Ejército, «pero, en realidad, llevaba ya setenta u ochenta años con precursores». Desde que se adoptó para la marina, hasta que se impuso en todo el Ejército, hubo regimientos concretos y hechos históricos. Pero ¿cuál fue el camino que siguió la bandera en ese proceso?

En su anecdotario, el conferenciante explicó que ya en 1820 se produjo un intento de que fuera la bandera de todo el Ejército. En las Guerras Carlistas, hubo también compañías que la llevaban.

La teoría de Serrano Muzás empieza precisamente, en estas Guerras Carlistas, en las que, en realidad, ambos bandos portaban la bandera blanca con el aspa. Al finalizar, esta «había quedado un poco tocada como absolutista». Ante lo inoportuno de que la bandera fuera la misma que la de los carlistas, se escogió la otra bandera, «la rojigualda, que era la que utilizaba la Milicia Nacional, que eran los progres de entonces». Así que, reina nueva, cambios políticos, y bandera nueva: «la rojigualda como guiño a los liberales». Era, por lo tanto, «la bandera de los modernos, frente a la blanca con el aspa, que era un poco la de los más reaccionarios del momento».

Evolución histórica. La historia de esta bandera, en realidad, arrancó en 1785, cuando Carlos III se la otorgó a la Armada. De allí, se empezó a usar en las plazas fronterizas, como símbolo de territorio español.

Ya fue en la Guerra de la Independencia cuando algún regimiento comienza a usarla de forma esporádica. Después, explicó el conferenciante, las Cortes de Cádiz la adoptaron para la Milicia Nacional, ejército politizado liberal, que aparecía y desaparecía con los cambios políticos. De forma que «la gente fue relacionando la bandera rojigualda con las ideas un poco más aperturistas, y se implantó con la derrota de los carlistas».

Entre otras anécdotas, Sorrando Muzás apuntó que la bandera expuesta en el Museo, la de Muñoz Torrero, no es en realidad la de las Cortes de Cádiz. Se trata de la que éste regaló en 1820 a la Milicia Nacional de su pueblo. Con la llegada absolutista, se salvó de la destrucción porque la escondió una monja liberal, a la que más tarde echaron del convento. Es una de las pocas banderas de la Milicia salvada de la quema.