¿Quién fue Francesco Preboste?

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Criado y discípulo del Greco, acompañó a su maestro desde Italia y permaneció junto a él durante más de tres décadas. En el cine han interpretado al personaje Franco Giacobini y José María Guillén

A la izquierda, el actor italiano Franco Giacobini en el papel de Preboste en la versión cinematográfica sobre el Greco de Luciano Salce (1966).

Adolfo de Mingo Lorente

La identidad de este personaje, que fue criado y discípulo del Greco durante más de treinta años, representa un auténtico misterio para los historiadores. Nada se conoce con seguridad sobre Francesco Preboste a excepción de su origen italiano, su nacimiento en torno al año 1554 y su presencia en un escaso pero significativo número de documentos que atestiguan una relación de sólida confianza con el maestro, en cuyo nombre cerró contratos y cobró sumas tan destacables como los 400 ducados que le fueron adelantados como espléndido pago para el San Mauricio y la Legión Tebana desde El Escorial. Paradójicamente, la escasez de datos sobre esta figura ha convertido a Preboste en terreno abonado para el cine, en donde ha sido interpretado al menos en dos ocasiones como apoyo y contrapunto del pintor.

La relación entre ambos debió de iniciarse durante los años que el Greco permaneció en Roma, y más probablemente tras ser expulsado del Palazzo Farnese en 1572, cuando el Greco ingresó en la Academia de San Lucas y abrió su primer taller. Nada se conoce sobre Preboste hasta su llegada a Toledo, ciudad en la que permaneció hasta que su pista se pierde en los archivos a partir de 1607. Más de tres décadas durante las cuales estuvo presente en acontecimientos tan importantes como la contratación de las pinturas para el oratorio de San José (Toledo), el retablo mayor para elcolegio de doña María de Aragón (Madrid) y el proyecto para el monasterio de Guadalupe (Cáceres), que finalmente no se realizó. Preboste fue testigo en el arrendamiento de las casas del marqués de Villena en 1585 y pleiteó por poderes en Illescas -en cuyo litigio se especificó que era «italiano de nación»-, manteniendo con el Greco una relación de confianza que ha llevado a diversos autores a plantear una posible relación homosexual entre maestro y discípulo.

El personaje fue llevado al cine por primera vez en la década de los sesenta, cuando Luciano Salce filmó en Toledo el primero de los tres largometrajes que han sido específicamente dedicados al Greco. El actor italiano Franco Giacobini (1926) fue el encargado de interpretarlo, acompañando al protagonista Mel Ferrer por las calles de una ciudad en la que sus personajes dormían al raso nada más llegar y a cuyas costumbres asistían entre estupefactos y atemorizados: «Lo primero que vemos de Toledo es la muerte», exclamaba precisamente Preboste al ser testigo del funeral de un hidalgo rodeado de frailes con antorchas encendidas a la altura de la puerta de Valmardón. A diferencia de lo que sucedió realmente, en esta película -en donde pocas cosas se corresponden con la verdad histórica, pues Jerónima de las Cuevas aparece como una rica dama, Luis Tristán es un enemigo celoso y el Palacio de Fuensalida el hospital de locos del Nuncio- Preboste traicionará alGreco una vez caído el pintor en desgracia, abandonándolo entre los gritos de la bellísima actriz Rosanna Schiaffino.

Diez años después sería el actor español José María Guillén, muy popular en cine y televisión gracias a los célebres Estudio 1, quien interpretase al joven discípulo italiano en una de estas producciones. Fue en El caballero de la mano al pecho (1975), dirigida por Juan Guerrero Zamora, con José María Rodero en el rol del pintor cretense. Preboste y el Greco eran testigos de un Toledo inquisitorial y erudito -nunca como en esta película se ha rendido homenaje a personajes como los hermanos Covarrubias, Juan Bautista Antonelli o el propio Juanelo Turriano- en la adaptación de una novela de la escritora húngara Elisabeth Szél (Greco asszonya, 1962). Preboste, mucho más presente en el relato que en la película para televisión, guardaba rencor a don Diego de Castilla -refiriéndose sin duda a su hijo, don Luis- «por persuadir a su amo a que abandonara su bien pagado empleo con el cardenal [Farnese], para emprender la loca aventura de venir a Castilla». De su experiencia en Italia, según expresaba en el texto el joven criado, el Greco trajo la enseñanza de los colores de Tiziano, «pero también la costumbre de conservar el puño bien cerrado, para que el oro no se escape de entre los dedos».