En el corazón del bhela-I

I. BALLESTERO/D. MURILLO
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Desde la izada de bandera a las ocho de la mañana hasta el rancho de las tres, la actividad no cesa en ningún rincón de la base almagreña • 'La Tribuna' comparte un día con los soldados

En el corazón del bhela-I - Foto: Pablo Lorente

Lunes. Minutos antes de las ocho de la mañana, cuando las persianas del día apenas se han abierto, la carretera entre Almagro y Carrión de Calatrava rompe la oscuridad gracias a las luces de la cadena de vehículos que se encaminan a la Base de Almagro, sede del Bhela-I del Ejército de Tierra. Para el Batallón de Helicópteros de Ataque de Almagro, el de hoy es un día especial. Los hombres que forman a las ocho de la mañana en el patio de la base para el acto de izada de bandera escucharán, minutos después, de boca del teniente coronel Romera, que una treintena de sus compañeros han completado con éxito su misión en Afganistán. Vuelven a casa. Ese anuncio, no obstante, no rompe el día a día en la base Coronel Sánchez Bilbao, donde nadie se relaja, nada se improvisa. «La improvisación es el primer paso hacia el fracaso». Comienza el día que La Tribuna va a compartir con el ejército.

Disuelta la formación, la actividad rompe como un vaso que cayera al suelo y los soldados se reparten por las 300 hectáreas que ocupa la superficie de la base. Un grupo numeroso se ha despojado del chándal y echa a correr hacia el perímetro de la alambrada, para completar la Instrucción Física Militar (IFM) obligatoria para todos. La base almagreña funciona como un viejo reloj de pared en el que la operación desarrollada en Afganistán desde el pasado mes de abril (600 horas de vuelo) conforma la parte visible, la hora. Pero tras la tapa hay un montón de engranajes que contribuyen desde lo más nimio hasta lo más fundamental a desarrollar con éxito cualquier misión.

Por ejemplo, más allá de las actividades de la tropa, la base Coronel Sánchez Bilbao dispone de distintas dependencias que actúan como la grasa en la cadena de una bicicleta, ayudando a que el ritmo de la base no se rompa. Una de ellas es el SAI (Servicio de Apoyo a las Instalaciones). Son, por así decirlo, los mecánicos de la base, pero mecánicos que además de las correcciones realizan un importante trabajo preventivo. Como ellos, la OFAP (Oficina de Apoyo al Personal), cuya labor focaliza en los propios soldados, que pueden apuntarse a cursos y realizar trámites administrativos. Se mantiene siempre alerta el botiquín.

En ese apartado de lugares de puertas abiertas se encuentran las oficinas de la USAC y el Batallón, donde trabaja día a día la plana mayor. La unidad almagreña está dividida en cuatro brazos diferentes que abarcan toda la base:S1 (Personal), S2 (Información y Protocolo) , S3 (Operaciones) y S4 (Logística). Por los despachos, siempre disponibles, pasan todos los soldados que lo necesitan, salen y entran órdenes e instrucciones, se gestiona el funcionamiento interno de la base. Es el cerebro de la misma.

la rutina del soldado. Entre todas esas dependencias ‘periféricas’ se desarrolla la vida del soldado, que tiene múltiples actividades que realizar a lo largo del día. Desde bien pronto, a unos doscientos metros del patio de armas resuenan los disparos de los rifles. Ocho soldados practican en la galería de tiro de la base, acondicionada para practicar en blancos en distintas posiciones hasta cien metros de distancia. El ejercicio, ahora mismo, es de pie:extremando las medidas de seguridad cargan cinco balas en el arma y sin tiempo, y descargando tras cada tiro, los soldados hacen blanco en la diana. Todos los efectivos de la base deben completar al año un cuaderno de tiro con el que controlar sus prestaciones desde el foso.

Mientras eso sucede en la galería, el salón de actos acoge las palabras del teniente coronel, que explica a los mandos lo sucedido en Afganistán. «Hasta que todos no estén aquí, la misión no habrá concluido», especifica Alberto Javier García Romera refiriéndose a la treintena de hombres y los tres Tigre desplegados aún en territorio afgano. Estas reuniones de coordinación son diarias en la base, habituales para el teniente coronel.

Apartir de ahí empieza a latir el corazón de la base y la actividad se centra en torno a los helicópteros. Hoy despegará un Tigre y harán lo propio dos Bolkow para maniobras. Antes de que llegue el momento, la actividad no cesa: los pilotos se reúnen para ultimar el plan de vuelo y recibir de la torre de control y de la Aemet toda la información necesaria; los mecánicos, ya sobre la pista, realizan la revisión prevuelo a los aparatos para que nada falle, revisión que repetirán los pilotos antes de subir a los helicópteros. Con todo en orden, arrancan los motores y los Bolkow y el Tigre se pierden en el cielo de Ciudad Real y se convierten en voces que la radio mantiene en contacto constante con la base.

nada se detiene. Con los helicópteros en el aire, la base sigue moviéndose. El servicio de contraincendios (personal militar)está pendiente durante el despegue y el aterrizaje, y con especial atención al momento del repostaje, que hoy se realiza en caliente. El helicóptero en marcha, el piloto a bordo separado del cuadro de mandos. Los operarios despliegan la manguera y cargan el depósito del Bolkow. Aunos metros de allí, los vehículos también pasan su propia puesta a punto de mano de los mecánicos, que los revisan una y otra vez. La flota de vehículos alcanza el medio centenar, incluidas dos grúas. Un Aníbal Santana muestra sus vísceras mecánicas mientras lo manipulan dos soldados.

En los edificios contiguos continúa la instrucción. Los soldados acuden a los cursos, la formación no cesa. Otros han relevado a los de la galería de tiro, los helicópteros aterrizan y se suceden las revisiones. Todo minuciosamente preparado, un baile constante que sólo ralentiza su movimiento cuando, a las tres de la tarde, los soldados que no están de servicio abandonan la base. Otros comparten anécdotas en el comedor. Así se vive un día en el Bhela-I.