El legado de Mariano Salvatierra en la 'Dives Toletana'

Juan Nicolau
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El candelabro del cirio pascual es una obra muchas veces olvidada que destaca por su esplendor y belleza.

El legado de mariano Salvatierra en la ‘ Dives Toletana’ - Foto: Yolanda Lancha

En el conjunto de las catedrales españolas a la catedral de Toledo se la conoce por el sobrenombre de la «dives» o sea «la rica», «la inigualable», «la poderosa»… Es tal su esplendor que no tiene rival entre todos los otros templos españoles. Todas las bellas artes tienen en ella manifestaciones de supremo esplendor y una de estas piezas, muchas veces casi olvidada, en la que se refleja esta grandeza es en el candelabro del cirio pascual que hoy está colocado en uno de los huecos de la parte interior de la fachada principal. Aunque es raro, a veces, se puede escuchar a un guía avezado que comienza su explicación por esta obra singular para que sirva de arranque a las maravillas que los visitantes van a contemplar.

¿Y quien fue el escultor de esta preciada joya? Lo fue el escultor toledano Mariano Salvatierra Serrano. Desgraciadamente, se trata de un escultor casi desconocido para muchos toledanos. Mariano Salvatierra nació en Toledo en el mes de octubre de 1752, siendo bautizado unos días después en la iglesia parroquial de la Magdalena y será el primer artista toledano de formación académica, formándose en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Debió de ser artista muy precoz pues sabemos documentalmente que la cofradía de la Vera Cruz y Cristo de las Aguas, una de las más famosas en el Toledo de entonces, le nombró su escultor a la temprana edad de 16 años. En 1776 se daba ante notario palabra de casamiento con la joven Ramona López Durango, hija de Eugenio López Durando , aparejador de la catedral, y artista importantísimo del momento del que hablaremos largo y tendido en estas mismas páginas, debiéndose celebrar el casamiento a lo largo de los dos años posteriores, pero poco tiempo después nuestro escultor se vio envuelto en un desagradable incidente que debió de dar al traste con este casamiento. 

La joven María Mónica Sarmiento acusaba al escultor de haberla dejado embarazada y era llevado preso a la Real Cárcel de la ciudad. Su padre y un amigo de éste pagaron una fianza para sacarle de allí comprometiéndose a vigilar para que no abandonase la ciudad. No sabemos en qué quedó el asunto, aunque no parece que hiriera demasiado su reputación. También sabemos que la cofradía de la Vera Cruz intentó en un momento dado expulsarlo de su cargo por una serie de desavenencias en, la manera de armar los pasos. Aunque hubo junta extraordinaria para tomar una decisión, la expulsión finalmente no se llevó a cabo por su indiscutible prestigio.

Su salud tampoco debió de ser fuerte ya que varias enfermedades graves le aquejaron lo que le llevaría a otorgar tres testamentos, «estando en peligro de muerte prematura». Sin embargo, llegaría a tener una numerosa prole de ocho hijos de los que le sobrevivieron cinco. 

La muerte le sobrevino el 10 de abril de 1808, siendo sepultado en la que entonces era su parroquia, la iglesia de los santos Justo y Pastor, en la bóveda de la capilla de Ntra., Sra. de la Esperanza. Tenia el escultor 55 años. 

El inventario se sus bienes se hizo al año siguiente, por el sabemos como vivió en un ambiente acomodado, rodeado de una interesante colección de pinturas y dibujos, una rica biblioteca y una extensa colección de modelos y grabados que guardaba en su obrador. 

Mariano Salvatierra era nombrado como escultor de la catedral, cargo del mayor prestigio en la ciudad, por el Cardenal Lorenzana, el 17 de junio de 1789, «atendiendo a la buena inteligencia que tiene en materia de escultura». El cargo lo ocuparía hasta el día de su muerte siendo sustituido en él por su yerno el escultor Juan Ramos.

Hasta la fecha su obra nos es conocida solo de forma parcial y se reduce fundamentalmente a la extensa colección de esculturas que realizó para la catedral toledana. Pero sabemos que, al margen de esta obra, casi toda realizada en piedra, también trabajó la tradicional y castiza imaginería española en madera aunque hasta la fecha ninguna obra de este tipo haya podido ser identificada. Consta documentalmente su participación en la imaginería procesional de distintas cofradías de la Semana Santa para las que realizó alguna imagen del Crucificado y alguna Virgen Dolorosa de vestir, de las llamadas de bastidor. 

Para otros artículos posteriores dejamos el comentario y estudio de su producción limitándonos hoy al comentario de la extraordinaria obra del candelabro del Cirio Pascual que le debió ser encargado a comienzos del año 1800 y debía de estar terminado para la Semana Santa de 1804. Salvatierra cuidó al máximo esta obra, incluso mandó traer unos modelos para estudiar a conciencia el conjunto y textualmente dice la documentación que renunció, durante su ejecución, a cualquier otro encargo que le pudiera haber estorbado. Por su trabajo cobraría la cantidad de 50.000 reales de vellón. El entusiasmo por la obra fue tan grande que el obrero mayor de la Catedral, Francisco Pérez Sedano, quiso gratificarle con la cantidad de 15.000 reales de vellón extra, cifra sin duda desorbitada. Tal fue así que el cabildo se opuso a ello y tuvo que intervenir el cardenal Lorenzana para zanjar el asunto.

 La obra es una pieza en la que se funden elementos del estilo neoclásico entonces de moda con otros barrocos que aun estaban vigentes. En él se combinan bustos de matronas romanas con carácter de camafeos clásicos, con retratos de santos arzobispos toledanos y dos bellos ángeles mancebos que rompen con sus manos las cadenas de la esclavitud. Un bello relieve ovalado muestra al pueblo hebreo en su peregrinaje bíblico por el desierto realizado con sabias gradaciones de planos y muy delicado dibujo.