60 años de realismo mágico en Navalcán

Javier Moreno/Toledo
-

La austriaca Inge Morath recaló en los años 50 en Navalcán y retrató las costumbres del municipio. Décadas después, regresó invitada por el Ayuntamiento y ante el fervor de los vecinos.

Placa en honor a la fotógrafa austriaca instalada en Navalcán.

Parece un cuento, con mucho aderezo mágico, pero todo Navalcán sabe que fue real. Y saca pecho por ello. Tan auténtico como el discurso del premio Nobel de Literatura Arthur Miller en la vigesimosegunda edición de los Premios Príncipe de Asturias de las Letras en 2002. «Nuestra vivencia española llegó a su punto culminante hace aproximadamente año y medio cuando la acompañé en una visita al pueblo de Navalcán», dijo el escritor neoyorquino ante la flor y nata de la sociedad española. Y agregaba: «Era el país de grandes pintores y de su amigo Balenciaga, pero también de campesinos y de gente del pueblo y toreros, a quienes le encantaba fotografiar. Veía en el carácter español cierta aspiración a la nobleza que yo creo que reflejaba la que ella misma tenía». Se refería a su esposa, Inge Morath, fotógrafa y viajera que aterrizó en 1954 en el municipio en busca del bordado navalqueño. Y se quedó para retratar una boda, instantáneas que tiempo después dieron la vuelta al mundo. Estos días, se cumplen 60 años de aquel peregrinar de la austriaca por la España campesina del franquismo.

Morath, integrante de la prestigiosa agencia Magnum, y Miller murieron hace unos años. Como testigo de aquel viaje sí sobrevive Derek Walcott, amigo de la pareja que les acompañó en la vuelta de Morath a Navalcán. Ocurrió hace 16 años. Y Walcott, también premio Nobel de Literatura, quedó fascinado por el cariño de los navalqueños a aquella fotógrafa que, ni corta ni perezosa, se dejó llevar por su espíritu viajero y llegó hasta un pequeño pueblo español en los años 50.

Según relata Telesforo Pascual, administrativo del Ayuntamiento de Navalcán y presidente de la Asociación de Coros y Danzas ‘La Revolvedera’ del municipio, Morath aterrizó en España para retratar los Sanfermines y capturar a la sociedad española de los 50. Bajando por el país, se acercó a Toledo, donde le hablaron de los bordados de Navalcán. «Si quiere ver algo bonito, quédese hasta mañana». Más o menos fueron estas las palabras de Petra, la mujer que le vendió en la plaza de la localidad las piezas que buscaba la joven de origen austriaco. La animaba así para que se quedase a ver una boda, caracterizada por los trajes típicos del municipio y un ambiente festivo que se contagiaba a toda la población.

Fotógrafa del siglo XX.

Inge, que hablaba nueve idiomas y fue doctora ‘Honoris Causa’ por la Universidad de Hartford, supo sacar jugo al folclore de Navalcán y lo mostró al mundo con una colección de instantáneas que enorgullecen a esta pequeña localidad de La Campana de Oropesa. «Quería hacer un reportaje de la España profunda», explica Telesforo. Y, con su voluntad, consiguió que el tesoro silencioso de las costumbres navalqueñas alcanzasen una transcendencia imposible en aquella época sin avances tecnológicos. No en vano, esta misma fotógrafa legó retratos de personalidades muy importantes del siglo XX, tales como Pablo Picasso, Pablo Neruda, Norman Mailer, Cristóbal Balenciaga o Alberto Giacometti.

«Un autocar lleno de gente fue a Madrid para ver por sí misma el aspecto que tenían hace tanto tiempo. Estaba en la galería, gente ya de mediana edad, supervivientes observándose, jóvenes y lozanos en sus cumpleaños, bodas, sus campos y sus casas, rodeados de amigos, ya ancianos o fallecidos. Volvieron a Navalcán e hicieron llegar a Inge una invitación, insistiendo para que volviera a visitarlo. Viajamos con nuestro amigo Derek Walcott, poeta laureado con el Nobel y un hombre de mundo con experiencia». Así siguió el relato de Miller sobre esa visita a Navalcán en 1998, que ocupó buena parte de su discurso durante la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

El recibimiento.

El grupo ‘La Revolvedera’ recibió a Morath y a sus dos ilustres acompañantes a la entrada del municipio para mostrar esos bailes folclóricos que cautivaron a la fotógrafa austriaca unas décadas antes. «Estaba toda la calle llena de gente», recuerda Telesforo de aquella actuación extraordinaria para una formación de un pueblo pequeño de Toledo. Y todavía quedaba el nombramiento de Hija Predilecta y la designación de una calle con el nombre de la protagonista, que se hospedó entonces en la casa de un navalqueño arraigado en Estados Unidos.

Y faltaban todavía los ramilletes de flores, los vasos de vino y los besos a los bebés. «El cariño de sus caras era palpable. Por casualidad, miré hacia Walcott y vi lágrimas en sus ojos. ‘En mi vida he visto algo tan bonito’, dijo. El momento culminante de la visita fue la presentación a Inge por parte del alcalde de una nueva placa que decía ‘Calle Inge Morath’. Iban a cambiar el nombre de una calle en su honor», decía fascinado el autor de ‘Muerte de un viajante’.

El discurso pronunciado por Arthur Miller durante la entrega de los premios en Oviedo sigue describiendo el interés de Inge Morath por Navalcán y también por el resto de España:«A comienzos de los años 50, cuando España despertaba poco interés en el mundo de la cultura, hacía fotografías del medio siglo con un amor y un respeto manifiestos por el alma de la gente, el verdadero tema de su obra ante su dominio absoluto del idioma, de las costumbres y de la historia de España. Yo no podía más que observarla maravillado».

Probablemente, los cerca de 2.500 vecinos de Navalcán continúen viendo reflejada su alma colectiva en esas instantáneas colgadas desde hace años en el Museo municipal, que un día consiguieron reunir en esta localidad a dos premios Nobel de Literatura y a una fotógrafa de prestigio mundial.