Eugenio de Mora, el rey de Aspaym

Dominguín
-

Los tres matadores se repartieron ocho orejas y un rabo en la corrida celebrada en Illescas. La plaza de toros acogió a más de 2.500 personas que se divirtieron a la vez que colaboraron con el fin benéfico

La plaza de toros de Illescas fue escenario, de nuevo, de la corrida de toros a beneficio de Aspaym, XI edición que se ha consolidado en el calendario taurino toledano y que sigue apoyando gran parte de aficionados.

Pero si se habla de la corrida de Aspaym, hay que hablar sobre todo de Eugenio de Mora, alma mater del festejo que siempre ha estado apoyando esta causa y que se desvive con lo que conlleva su organización y puesta en marcha. Además participa cada edición como lo hizo en Illescas, y lo da todo en el ruedo.

En lo que se refiere al ámbito taurino, nuestro paisano estuvo arrollador, puso todo de su parte y quiso agradar desde que salió a la plaza. En el que abrió plaza, Eugenio lo recibió bien con el capote, animando a los asistentes, que le reconfortaron con una cálida ovación. Ya con la muleta en la mano, se echó de rodillas y comenzó a torear sin miramientos al burel, que fue a menos en su faena. No cesó el moracho en el empeño y estuvo firme delante del astado por ambos pitones. Tras caer el animal, le fueron concedidas las dos orejas, que paseó aclamado por el público.

En cuarto lugar saltó el animal con más cuajo de la tarde, reservón de salida y midiendo al torero en cada uno de sus lances, lo que le hizo estar precavido. Pero la importancia de la faena vino con la pañosa, donde sacó la experiencia y poderío doblándose en los primeros muletazos, lo que le hizo fijar su embestida.

El temple y la constancia dieron sus frutos al cuajar una serie templada con la zurda que comenzó a hacer entrar en la faena a los asistentes. Con la diestra fueron subiendo enteros y la temperatura de los oles que acompañaban clamorosos al torero toledano. Al cobrar una estocada en lo alto, tirándose por derecho, se alzó tras la algarabía del público con las dos orejas y el rabo del toro de Carlos Núñez.

El Cid entró en el cartel vía sustitución, a una plaza que ha sido talismán y testigo de grandísimas faenas. En su primer animal, chico y pobre de presencia, lo meció con el capote por verónicas. En el trasteo fundamental empezó encajado y con gusto, llegando hasta los pitones del burel, que se fue apagando, no sin antes darle un susto al sevillano, levantándole por los aires sin consecuencia. Perdió los trofeos por el mal uso de los aceros.

En el que hizo quinto quiso quitarse la espina del anterior, aunque el animal no se definió hasta el quite, tras la suerte de varas, rematado con una media encajada a la cintura a cámara lenta. Brindó a Palomo Linares el animal y toreó en su primera parte con gusto y clase. El Cid estuvo templado y con ganas, poniendo más de su parte, lo que le llevó a conectar con el respetable. Mató en lo alto y le concedieron las dos orejas del toro.

Cerraba cartel El Fandi, que recibió con varias largas cambiadas a su primer oponente. Luego subió la temperatura con el vistoso quite por lopecinas y el poderoso tercio de banderillas, que hicieron levantar al público de sus asientos. Cogió la muleta y sin pensárselo comenzó por naturales ante un toro que, por su movilidad y condición, trasmitía más que sus hermanos. Toreó con trazos largos por ambos pitones, rematando la faena con la estocada entera que le valió las dos orejas.

Quiso rematar la tarde por todo lo alto y casi lo consigue, pues al igual que en el tercero, en el sexto del festejo rodilla en tierra comenzó a torear por verónicas sin enmendarse y con temple. Lo bordó con los garapullos y con la muleta subió enteros todo el trasteo. Le dio muchas ventajas al toro, que se movió al son que le marcaba el torero, alargando la faena en demasía. Falló con la tizona, lo que le privo de llevarse más orejas al esportón.

Al final del festejo, entre la algarabía de la gente y la emoción de haber visto un buen festejo, abandonaron a hombros los tres espadas el coso taurino de Illescas.