Emocionado y muy agradecido por la distinción -que recuerda la victoria de Garellano, ocurrida el 29 de diciembre de 1503-, el que fuera director de la Academia de Infantería, apuntó que su «único mérito está en ser buen alumnos» porque «he tenido buenos maestros» ante los que tuvo a bien la máxima del Gran Capitán «lo bueno, a imitar; lo malo, a evitar». Por ello, animó a los actuales alumnos del centro «a vivir con espíritu de sacrificio tomando ejemplo de los mejores» utilizando el ejemplo de «honor» del Gran Capitán, Fernando González de Córdoba, uno de los «prohombres de la historia militar».
Y puesto que su discurso versó sobre «el honor del Gran Capitán y de los que ostentan este título», César Muro recordó la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, el creador de la «Infantería más gloriosa del mundo» que, sin embargo, no es un militar tan conocido como «Nelson, Wellington, Rommel o Patton». Por ello, y apreciando que fue «contemporáneo de los Reyes Católicos, a los que sirvió», lo citó como «estudioso, gran jefe, innovador y emprendedor», virtudes ante «quien tomar ejemplo».
El teniente general subrayó, además, que el Gran Capitán era «alegre, jovial, apuesto, con una fortaleza inigualable y una destreza sin igual», que «siempre se preocupó por saber el nombre de todos sus soldados» y que «prefirió el premio al castigo».
En este punto, y asegurando que «nadie le llevó ventaja en sufrir peligros o arrastrar angustias», volvió a pronunciar sus palabras relativas a que «el caballero se hace, no nace» para insistir en que «el mando se ejerce desde el ejemplo». Fue entonces cuando confesó que «la vida es continua superación» y que él ha tenido en el Gran Capitán un ejemplo, así como en sus «subordinados con una valía humana y profesional que me han instado a ser cada día mejor para estar a su altura».
Reivindicando «el espíritu de sacrificio y la voluntad de servicio» como virtudes esenciales del Ejército, el teniente general ya retirado no olvidó mencionar que fue el Gran Capitán el «fundador de la Infantería y quien dio nombre al soldado de a pie que acompañaba al de caballería, el infante», al que proporcionó «armamento y protección», prefiriendo siempre «la negociación antes que el acero del sable». En esta enumeración de honores, tuvo palabras de agradecimiento para el teniente general Agustín Muñoz-Grandes, quien recibiera esta distinción en 1998, presente en el acto, y del que aseguró «es un gran militar, es otro gran capitán».
Con la intención, proclamada a los alumnos que tenía ante él, de «no sólo recoger el premio sino también formaros», Muro Benayas instó a los presentes a «fijar en la cabeza como una gran lección» cada uno de los conceptos, nombres y apreciaciones por él emitidos en su discurso. Finalizó su intervención invitando a que «el aplauso final también esté pensado para mi mujer» que, aseguró, «bien lo merece».
Sobre el destino de la espada -reproducción de la del Gran Capitán’-, anunció que la depositará en las vitrinas de la Brigada Paracaidista (BRIPAC) de Paracuellos del Jarama (Madrid), donde estuvo de capitán y comandante.
César Muro ingresó en el ejército en julio de 1970 y ascendió a teniente en 1974. Ha estado destinado en diversas Banderas y en la Brigada Paracaidista, en el Estado Mayor de la Fuerza de Acción Rápida, en la Dirección de Enseñanza, Instrucción, Adiestramiento y Evaluación, y en la Guardia Real. En 2005 fue nombrado director de la Academia de Infantería de Toledo y de 2008 a 2011 fue Comandante General de Melilla. En julio de 2011 fue nombrado jefe del Mando de Canarias y posteriormente fue jefe de la Unidad Militar de Emergencias (UME). En la actualidad está retirado.