22 horas en el mar

J.L.M.
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El periodista talaverano Rafael Martínez ya está en casa. Sin quererlo se convirtió en noticia por el hundimiento del barco en el que navegaba por aguas de Indonesia. Ahora rememora para La Tribuna las 22 horas que pasó en el mar.

Rafael Martínez, ayer, en Talavera. - Foto: Peña

Hay una máxima dentro de la actividad periodística que establece que el periodista no ha de ser el protagonista ni el centro de una noticia. Pero no hay que olvidar que el informador también tiene una vida más allá de su labor mediática y, por tanto, como toda persona particular está expuesto a convertirse queriendo o sin querer en la referencia de una información. Esto fue lo que le ocurrió a mediados de agosto al talaverano Rafael Martínez, redactor de la agencia EFE que viajó a Indonesia junto a su pareja, María Pallol, para pasar un mes en el país asiático.

En la recta final de su estancia en tierras indonesias, Martínez contrató un viaje en barco para conocer la isla de Komodo, pero la travesía terminó de la peor manera posible, ya que la embarcación se hundió en alta mar y las veinticinco personas que la ocupaban quedaron a merced de las olas y de las corrientes. El periodista de Talavera pasó cerca de veintidós horas en el agua peleando por sobrevivir y luchando por no perder la esperanza ni los nervios. En ese tiempo pasó miedo, frío, hambre y sed; rezó, discutió con los otros supervivientes por la tensión de verse en una situación límite y estuvo casi ocho horas nadando para llegar a una isla volcánica que se levantaba en el horizonte como única esperanza para los náufragos.

«Más que un esfuerzo físico fue un esfuerzo mental», apuntó el informador a este periódico en conversación telefónica desde su puesto en Madrid, donde se reincorporó el lunes tras llegar el domingo 24 a España. Todo lo vivido entre el 15 y el 17 de agosto es algo que no olvidará el resto de su existencia, pero al mismo tiempo es algo que prácticamente ha rememorado una jornada sí y otra también en las últimas dos semanas, ya que han sido decenas las entrevistas que ha concedido para narrar los hechos. Además, a todo esto se une el hecho de que muchas amistades y conocidos con los que no tenía contacto desde hace tiempo han tratado de localizarle en los últimos quince días para darle ánimos y preocuparse por su estado.

Cariño y apoyo. Precisamente, de la mala experiencia que supone haber naufragado en un país extranjero y a miles de kilómetros del hogar, Rafael Martínez quiere quedarse con esto último, con las muestras de apoyo recibidas y con el cariño de la gente. Sabe que su familia y sus amigos han sufrido mucho -«más que nosotros», llegó a decir-, por lo que está muy contento de haber vuelto a casa y de haber recuperado la normalidad en su vida. De hecho, confesó que una de las primeras cosas que hizo el día después de aterrizar en Madrid fue sacar a su perro a pasear, un gesto que para muchos es una rutina más pero que para él seguro que fue una especie de confirmación de que ya sí estaba en casa de verdad.

Y si todo el ánimo que le han transmitido la familia y los amigos es importante para el periodista, no menos importante es la atención que tanto él como el resto de supervivientes recibieron de los pescadores que les rescataron del mar, así como de las humildes gentes de la pequeña isla de Vega, donde fueron trasladados tras ser sacados del agua. «Nos trataron muy bien y sin duda es el mejor recuerdo que nos llevamos de toda esta historia», señaló el redactor, ya que tanto los pescadores como los habitantes del citado islote les dieron de comer, de beber y no dudaron en ofrecerles ropa y calzado.

Tras pasar la noche al raso en una playa de Vega, Rafael, su novia y otros tres pasajeros del barco siniestrado partieron de Vega a la isla de Bima, donde 22 horas después de su naufragio el suceso ya se convirtió en noticia. El redactor comentó que esta circunstancia no pareció gustar mucho a las autoridades indonesias, debido a que no querían que el hecho trascendiera demasiado. Pero algo de tal magnitud no se puede ocultar y enseguida diferentes medios se hicieron eco de lo acontecido y, por tanto, indirectamente metieron presión a los responsables del país asiático para repatriar cuanto antes a los afectados.

«Éramos molestos». No obstante, la vuelta a España se alargó más de lo esperado para Rafael y su pareja, ya que él no tenía pasaporte y necesitaba una especie de salvoconducto para salir del país, mientras que su novia sí tenía la documentación, pero estaba en tan mal estado por culpa del agua que pasaron varias jornadas hasta que se la validaron. En este tiempo de espera el informador tuvo la sensación de que «éramos molestos para las autoridades del país», debido a que reclamaron una investigación de los hechos y, al mismo tiempo, pidieron a la empresa del barco que les devolviera el dinero del viaje. Los primeros no mostraron excesivo interés en la demanda, mientras que los segundos se lavaron las manos y dijeron que el accidente no fue culpa suya.

Esta dramática experiencia no quitará al talaverano su deseo de seguir conociendo nuevos lugares por todo el planeta, ya que, como él mismo asegura, «viajar es mi pasión».