El rescate de Plaza de Moros

Francisco J. Rodríguez
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La localidad de Villatobas alberga uno de los mejores ejemplos de poblado amurallado de la Segunda Edad del Hierro. Se trata de un enclave carpetano que sufrió un grave incendio en el siglo II antes de Cristo, obra de las legiones romanas.

La altiplanicie denominada Mesa de Ocaña, que se eleva más de 100 metros al sur del curso del Tajo, es un gran páramo que históricamente ha servido como ruta natural entre el sur de la Península y el valle del Ebro, así como entre el Levante y el occidente manchego. Los romanos lo sabían, y por eso fue paso clave de sus legiones durante la conquista y posterior romanización de Hispania.

Las tropas de Roma no se pasearon a su antojo por esas tierras. Tuvieron que hacer frente a sus habitantes autóctonos: los carpetanos, un pueblo de filiación indoeuropea y leves trazas célticas, algo que les han llevado a ser muchas veces confundidos con celtíberos pese a tener una identidad propia.

Desde Marco Fulvio Nobilior, pasando por Lucio Quintio Crispino, Quinto Fulvio Flaco y  Tiberio Sempronio Graco, muchos fueron los pretores y gobernadores romanos que guerrearon con este particular pueblo que, pese a dedicarse principalmente a la agricultura, no dudó en plantar cara al invasor itálico.

Pero nada podía detener el avance de Roma. Sus huestes camparon a sus anchas por la Mesa, asolando a los que se les oponían y obligando a marchar con ellos a los que se rendían al poder del Imperio.

Una de esas dos opciones fue lo que debió suceder en un poblado amurallado situado a pocos kilómetros de la localidad de Villatobas. Los restos muestran una virulencia de las llamas que incita a pensar en la primera hipótesis.

Desde que existen registros escritos la sabiduría popular se refiere a él como Plaza de Moros, aunque éstos jamás la ocuparon. Es, sin duda, una referencia propia de muchos enclaves antiguos que, sin poder ser catalogados por desconocimiento, recibieron de las gentes el apellido ‘de Moros’ sabiendo que eran antiguos y atribuyéndoselos así a la conquista árabe de la Península.

Hoy en día sabemos la verdad. Plaza de Moros es mucho más antigua. Su construcción debió hacerse en torno al siglo IV o III antes de Cristo y, en algún momento posterior, sufrió un grave incendio traumático que la arrasó y que provocó su abandono.

Y así estuvo, perdida en las brumas del tiempo, hasta que en 1994 se descubrió el actual yacimiento. Se sabía que allí habitó alguna antigua cultura, pero la zona era utilizada hasta entonces por un particular para guardar sus herramientas de campo; tractor incluido, algo que le llevó a desmontar las piedras de la entrada principal del yacimiento para que la pesada máquina pudiera entrar.

Por suerte, ése ha sido el último acto de barbarie en Plaza de Moros. Desde que fue descubierto el yacimiento no dejaron de sucederse las campañas de protección, sobre todo tras la declaración de Bien de Interés Cultural con la categoría de Zona Arqueológica en el año 2002.

Hasta 2011 en la zona se realizó una labor arqueológica que permitió conocer muchos de sus secretos y estructuras. Ese trabajo inicial se debe en su práctica totalidad al doctor de Historia Antigua de la Complutense Dionisio Urbina Martínez, que ha marcado las bases de lo que fue Plaza de Moros.

En 2011 la zona quedó cubierta y cerrada a su suerte. Las inclemencias y el paso del tiempo se encargaron de pasar una dura factura al yacimiento excavado. Se perdió gran parte de los muros de adobe por efecto del agua, y el trabajo arqueológico desarrollado hasta entonces quedó tapado por la tierra y la maleza.

El Ayuntamiento de Villatobas decidió tomar cartas en el asunto y  solicitó un plan de empleo para acondicionar el yacimiento. Aportó además una participación económica, alzándose como el verdadero promotor de los actuales trabajos en el yacimiento.

La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, propietaria del yacimiento, concedió una ayuda para la puesta en marcha de un Taller de Empleo formado por ocho trabajadores, una coordinadora, Victoria Martínez Calvo, una monitora, Isabel Sobreviela Ruiz, y una profesora de apoyo, Sonia Fernández Campaya. En total, 11 personas encargadas de recuperar y consolidar las deterioradas excavaciones del yacimiento.

Como los trabajos van dirigidos a lograr una futura musealización del sitio, y pueda ser visitado, el plan cuenta también con un proyecto arquitectónico, autorizado por la Consejería de Cultura y dirigido por Daniel Cano Fernández-Carrión.

Todo el equipo es importante pero, sin duda, el alma del proyecto es la arqueóloga Victoria Martínez, que ha pasado todos estos meses de trabajo estudiando y reinterpretando Plaza de Moros.

Los compañeros arqueólogos que la conocen dicen que «es capaz de hablar con las piedras». La verdad es que el yacimiento de Villatobas le ha confesado en todo este tiempo algún que otro secreto.

Aunque es pronto para desvelarlos, y Victoria es celosa de su trabajo, principalmente en lo que a las estructuras defensivas del yacimiento se refiere, la arqueóloga da algunas claves del potencial de Plaza de Moros.

Una de ellas es el descubrimiento de una ampliación de la muralla. En un momento dado, el poblado debió quedarse pequeño, y rompieron la línea de defensa original para facilitar más espacio.

Y es que, Plaza de Moros debió albergar una importante población para su época, aunque ahora mismo es imposible cuantificarla.

La extensión del poblado ocupa una hectárea, toda la meseta superior del espolón donde se sitúa, y hay evidencias de una gran plaza y la certeza de que existen más calles y casas aún ocultas bajo el suelo, en las zonas donde no se ha podido excavar aún.

El trabajo en Plaza de Moros está muy condensado en dos puntos. Uno de ellos es la estructura defensiva que aparece nada más adentrarse en la zona. Conserva una escalera doble, elemento que, sumado a los restos de dos estructuras circulares junto a la muralla, señala que el poblado contaba con dos torreones defensivos. Además, hay restos de una tercera torre, ladera abajo, pero de planta cuadrada.

En estos meses de trabajo se ha logrado sacar a la luz de nuevo los restos descubiertos en un primer momento, así como un hogar de una vivienda con su suelo de cerámica hasta ahora desconocido. Un descubrimiento hecho por casualidad durante las labores de limpieza.

Los trabajos del taller de empleo consisten además en consolidar las estructuras de adobe con productos que eviten que mengüen, formando parte de una segunda fase contemplada en el proyecto arqueológico una cubierta para la zona de los torreones. Lo difícil será conseguir financiación para llevar a cabo la musealización. Falta señalizar el yacimiento con cartelería que explique al visitante qué es exactamente lo que está viendo y cómo era en su origen, y una cubierta resistente que proteja el yacimiento de las inclemencias.

El equipo de Victoria Martínez ha iniciado el rescate de Plaza de Moros, pero aún queda mucho trabajo por hacer en una zona que vuelve a cobrar importancia. Por soñar, lo ideal sería completar el proyecto arqueológico planteado para la zona y, por qué no, comenzar a buscar la necrópolis de tan magnífico asentamiento.