Adiós a la lucha de María

J. M. / Toledo
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María Martín falleció esta semana en Buenaventura sin lograr la ayuda necesaria para honrar a su madre y enterrar sus restos, después de que fuera ejecutada en septiembre de 1936

María Martín, en su casa de Buenaventura en 2012. - Foto: Peña

María Martín murió sin alcanzar el día más feliz de su vida.. Nadie le dio la oportunidad de cumplir con la memoria de la sangre. El pasado día 23 de julio, falleció y fue enterrada en Buenaventura esta mujer inquebrantable que mantuvo durante años su lucha por recuperar los restos de su madre, ejecutada en Pedro Bernardo el 21 de septiembre de 1936. La huérfana tenía por entonces tan sólo seis años, pero tenía sujetas las imágenes de aquel siniestro día.

María emocionó hace dos años a la sociedad española con su testimonio ante el Tribunal Supremo. Se trataba del relato de su vida y de sus últimas pretensiones durante el juicio que se seguía contra el juez Baltasar Garzón por la investigación sobre el franquismo. Por entonces, muchos conocieron una lucha que había comenzado más de 30 años atrás, tras el fallecimiento de su padre, o posiblemente mucho más tiempo atrás, cuando vio por última vez a su madre, Faustina, quien acabó ejecutada en una cuneta de la actual carretera comarcal 501 del término municipal abulense de Pedro Bernardo.

María, enlutada y con una voz afónica hasta la angustia que adelgazaba un carácter corajudo, movió cielo y tierra para encontrar manos que colaborasen en su propósito de recuperar los restos del cuerpo de su madre, en una zona donde depositaba un ramo de flores siempre que la visitaba, tal y como hizo después de la declaración ante los siete magistrados del Tribunal Supremo a principios del año 2012.

los nombres, en silencio. Antes, María había interpuesto una denuncia en la Audiencia Nacional para intentar localizar el cuerpo de su madre, que fue ejecutada ese mismo día con otros 26 hombres y dos mujeres. Esta anciana que trabajó 12 años como sirvienta en Madrid mantenía en silencio los nombres de los asesinos para no castigar a sus descendientes: «Si digo los nombres, haré daño a los hijos y no quiero seguir haciendo daño», reflexionaba hace dos años en palabras a este diario en su domicilio de Buenaventura.

Un año después del esfuerzo de declarar ante el Tribunal Supremo, María, que precisaba de la ayuda de un andador, recurrió al Tribunal Europeo de Derechos Humanos con el argumento de que el Gobierno de España había vulnerado el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales.

«El día que me entreguen los restos de mi madre, si lo llego a conseguir, me sentiría en el séptimo cielo. Sería el día más feliz de mi vida», comentaba en esas mismas declaraciones a este diario. Desgraciadamente, 37 años después del encargo de su padre antes de morir, María se quedó sin dar el último adiós a Faustina, su madre.