Fernando de Giles, el reportero pintor

A. de Mingo Lorente
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Antiguo jefe del Área de Internacional de TVE y miembro del Grupo Tolmo, falleció en Toledo a los 74 años. Fue ejemplo de coherencia y compromiso con la profesión. Amó y añoró Toledo sin caer en la trampa de glorificarla

Inauguracion de la exposcicion de Fernando Giles (segundo por la derecha). En la foto, con su mujer, Consuelo Salazar, (primera de la izquierda) y con el presidente de la Real Fundación, Gregorio Marañón - Foto: Juan Lázaro

«Reportero de profesión y vocación, pintor de corazón, crítico hasta decir basta, curioso, tolerante (aunque parezca mentira) y leal a sus principios como punto de partida y también de llegada». Con estas palabras presentaba el primer número de la revista Bisagra, en verano de 1987, al periodista y pintor Fernando de Giles Pacheco, miembro del Grupo Tolmo, referente del mejor periodismo de investigación realizado en España, que falleció ayer en Toledo a los 74 años de edad.

Artista y comunicador de personalidad polifacética, fue, ante todo, un periodista con alma de reportero capaz de mantener los ojos abiertos ante la realidad. Licenciado por la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid y formado en medios como Mundo Hispánico, El Ruedo, Trinca, Gaceta Ilustrada y El Alcázar, el mejor Giles afloró en el año 1975, cuando se produjo, a la par que su ingreso en el Grupo Tolmo, su llegada a Televisión Española. Allí participó en un espacio conocido entonces como ‘Los reporteros’, aunque, mantenido en antena durante muchos años y cambios de nombre (’Dossier’, ‘Primera página’ o ‘Secuencias del mundo’), acabaría siendo conocido como ‘En portada’. Fue su principal seña de identidad.

Su modo de trabajar a lo largo de más de dos décadas -‘En portada’ cumplió treinta años a comienzos de 2014- reunió lo mejor del reporterismo internacional con la atención hacia los problemas cercanos. Dedicó multitud de espacios a la convulsa realidad latinoamericana de los años setenta y ochenta, aunque sin cerrar los ojos a la situación por la que atravesaba la joven democracia en España. Nunca edulcoró los hechos, aún a riesgo de su propia trayectoria profesional (la periodista Pura P. Campillos recogía en la entrevista a Bisagra que uno de sus programas, dedicado al paro, llegó a costar la dirección de Servicios Informativos de TVE a Iñaki Gabilondo, con expediente incluido para el propio Giles). Los espectadores premiaron su compromiso con multitud de galardones, entre ellos una Antena de Oro y los premios Unicef y Rey de España. ‘En portada’ -cuyo mejor programa, para el propio Fernando de Giles, fue La lucha por la tierra, dedicado a los desposeídos de Brasil y emitido en 2001 a partir de material de archivo (incluido el testimonio del teólogo de la liberación Pedro Casaldáliga)-, llegó a superar los dos millones de audiencia. Beatriz Manjón, desde las páginas de ABC, recordaba hace solamente algunos meses los treinta años transcurridos desde los inicios del programa y muy especialmente unas palabras del periodista desde Uganda en los ochenta: «Parece ser que ha cundido el pánico, o al menos nosotros lo tenemos».

Enviado especial. Una de sus principales facetas fue la de enviado especial a zonas de conflicto en África y Latinoamérica, desde Angola (donde su trabajo como informador ocasionó un conflicto diplomático, llegando este país a considerarle persona non grata) a Nicaragua, desde la Granada antillana a Uganda. Allí «nos pasamos al enemigo sin darnos cuenta... Parecía la guerra de Gila. Al final, salió bien la cosa», relataba de este último destino en 1987. Su gran deseo entonces, el gran reportaje que le quedaba por hacer, era la caída de Augusto Pinochet.

Fernado de Giles, en una instantánea de los ochenta.Fernado de Giles, en una instantánea de los ochenta. - Foto: Renata Takkenberg

Veinte años más tarde, coincidiendo con la muerte del dictador chileno, Fernando de Giles recordaba en una entrevista a La Tribuna un preocupante choque que tuvo lugar entre ambos en pleno despacho presidencial. Giles se negó a respetar el cuestionario de preguntas que se había visto obligado a pactar para entrevistarle. Acorralado Pinochet ante las cámaras, el dictador se vio obligado a responder así, a través de las preguntas del periodista, a temas como la vulneración de los derechos humanos y los miles de desaparecidos. Furioso, el interlocutor puso fin a la entrevista y se levantó para abandonar la sala con tanta rapidez que no hubo tiempo de avisarle de que aún llevaba el micrófono de corbata sujeto a la camisa. El cordón del micro arrastró a un magnetofón de gran tamaño que, en su caída, impactó con el trípode de un foco, que explotó violentamente. En ese momento, ante la mirada atónita del equipo de TVE, penetraron en el recinto varios militares armados con fusiles y ametralladoras. Nada más entrar, su comandante en jefe los tranquilizó, asegurando que todo iba bien, que no pasaba nada. «Pienso que no reaccionaron con mayor violencia porque Pinochet estaba delante. No sé que hubiera podido pasar si no...».

Fernando de Giles recordaba en 2006 que su relación diplomática con Argentina y Chile siempre resultó conflictiva debido a quienes detentaban el poder. «A [Jorge Rafael] Videla conseguí en una ocasión ponerle violento». Giles lo entrevistó empleando durante su entrevista la palabra quilombo, «en su doble acepción de ‘escándalo’ y ‘casa de putas’», al tiempo que el cámara hacía un primer plano sobre la cara congestionada del dictador. «Esa entrevista me hizo famoso en la colonia española, que me abordaba por la calle diciendo: ‘¡Loco! ¡Vos sos el del quilombo!’». Al salir de la Casa Rosada, sede del Gobierno argentino, el equipo de TVE dio con un grupo de mujeres con pañuelo a la cabeza. Era la primera vez que se manifestaban las Madres de la Plaza de Mayo.

Por su gran experiencia internacional, los responsables de Radio Televisión Española acabaron nombrándole jefe del Área de Información Internacional, brillante destino en el que alcanzó su jubilación.

Toledo. Fernando de Giles amó a Toledo como los mejores, sin temor a introducir el dedo en el ojo de sus gobernantes. En la entrevista a Bisagra lamentaba ante Pura P. Campillos la miopía cultural de quienes regían entonces la ciudad: «No se han dado cuenta de que Toledo es una ciudad exclusivamente cultural, histórica y artística, y que vive de eso. La cultura es a Toledo lo que para otras ciudades es la industria. La cultura brilla por su ausencia, no se le hace caso y al arte se le maltrata».

En este sentido, no le tembló el pulso al recoger, en uno de los espacios de ‘En Portada’, la lamentable situación en la que se encontraba el Casco Histórico apenas unos meses después de haber sido reconocida Toledo con el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad. El espacio, titulado La ciudad que agoniza, denunciaba lo que se esconde más allá de los monumentos, incluidas «las reconstrucciones salvajes, con nombres y apellidos de los arquitectos responsables» (nunca negó su antipatía por González Valcárcel y Fernando Chueca Goitia, entre otros). En él tuvieron cabida las casas en ruinas y las visitas relámpago de los turistas. El programa fue un éxito. Hubo varias cadenas extranjeras que se interesaron por su compra. La acogida en la región fue más bien fría. Giles recibió en el Pirulí la llamada del entonces alcalde, José Manuel Molina, para felicitarle por su trabajo. Por parte de la Junta de Comunidades, fue felicitado por el consejero de Cultura, Juan Sisinio Pérez Garzón. Sin embargo, también hubo acusaciones de tremendismo, acusándole de haber cargado las tintas y de ofrecer una imagen demasiado depauperada de la ciudad en aquel entonces.

También, pintor y escritor. La relación de Fernando de Giles con la pintura comenzó asimismo muy tempranamente, al estudiar en la Escuela de Artes. Durante su etapa inicial como pintor llegó a realizar exposiciones en España, Francia y Estados Unidos. En 1975, pocos años después de su creación, se incorporó al Grupo Tolmo, en el que tuvo una activa presencia hasta su disolución hace escasos años, elaborando textos sobre este colectivo de artistas y también sobre sus otros integrantes, como Eduardo Sánchez Beato. Entre sus exposiciones individuales sería posible destacar Variaciones sobre un paisaje de Toledo (1988) y Parada para repostar (ambas en la Galería Tolmo), así como Parodias, paisajes y un interior (2007), en la Galería Mäda Primavesi de Madrid.

Tal vez una de sus facetas menos conocidas fuese la de escritor. En 1984 publicó la novela Habanera nocturna, editada por la editorial Zocodover. También participó en la elaboración de diversas guías de viajes, reeditadas una y otra vez por Anaya Touring Club. En una de ellas, sobre Cuba, recogió sus impresiones acerca de la isla que conoció a comienzos de los ochenta, cuando,  acompañado por el operador de cámara Evaristo Cañete, entrevistó a los disidentes del régimen de Fidel. Otro de estos trabajos, dedicado a Toledo, fue escrito junto a Julio Porres de Mateo. Fue un auténtico honor coincidir con él en el catálogo de la exposición Sueños y delirios, de su gran amigo Julián García, ‘Jule’. Allí escribió que, «normalmente, una obra de arte es el resultado de una reflexión, de un razonamiento; a veces, muy pocas, de la inspiración otras muchas de la constancia, más del empecinamiento y raramente de la intuición». Gracias por todo, maestro.