José Manuel Cruz Valdovinos: «No hay nada mejor que explicar a Velázquez para llegar a conocerlo»

Adolfo de Mingo
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El catedrático de Historia del Arte de la Complutense presentó en el Museo del Greco un ambicioso volumen sobre el pintor sevillano

José Manuel Cruz Valdovinos: «No hay nada mejor que explicar a Velázquez para llegar a conocerlo»

Puntualicemos, en primer lugar, el alcance que tiene su nuevo libro. ¿Se trata de un manual, un catálogo, una obra de consulta más divulgativa...?

Es, en pocas palabras y con todo lo que decir esto supone, un libro sobre Velázquez que aspira a ser lo más completo posible. Un análisis tanto de su vida como de su obra, con un orden cronológico por etapas. Aporto datos biográficos y también noticias sobre su actividad profesional, como algunas tasaciones artísticas que realizó y el papel que tuvo en cometidos reales, como la colocación de pinturas en el monasterio del Escorial, de la que se encargó en 1656 y dejó una memoria por escrito. ¿Es un manual sobre Velázquez, como alguien me ha preguntado? No, no lo es. Pesa demasiado y es demasiado extenso (alrededor de cuatrocientas páginas, en gran formato y con letra pequeña). ¿Un libro de divulgación? Tampoco. Puede sonar pretencioso, pero es como le decía: he intentado que fuese lo más completo posible. De eso se trata.

Hablemos sobre esas etapas en las que ha dividido su biografía. ¿Ha sido sencillo segmentar la trayectoria de este artista?

La vida de Velázquez es fácil de seguir, comenzando por su nacimiento en Sevilla, hasta su muerte en Madrid. Otra cosa es que los especialistas seamos capaces de ponernos de acuerdo sobre la autoría de algunas de sus obras, así como el momento en el que fueron realizadas. Siempre conviene partir de la base de que no es posible trazar la trayectoria de un artista si su obra está revuelta, y esa necesidad de orden, esa evolución biográfica basada en pruebas y testimonios documentales, es lo que guía esta publicación. A grandes rasgos, comienzo el libro por el periodo que Velázquez pasó en Sevilla y continúo con los seis años que pasó en Madrid, su primera etapa en la Corte. Después, a finales de 1629, se produjo su primer viaje a Italia. Tras regresar pasó en la capital un periodo muy largo, dieciocho años, nada menos, que yo he dividido en dos etapas diferentes.

¿La primera...?

La primera es una fase de intenso trabajo en la cual el rey le hizo abundantes encargos, tanto para el Palacio del Buen Retiro, que entonces comenzaba a inaugurarse, como para la Torre de la Parada (Monte del Pardo, Madrid), reformada por completo. Estaríamos hablando de unos cincuenta cuadros, pintados entre 1631 y el final de la década. Sin embargo, durante los nueva años siguientes apenas realizará obras.

¿Por qué?

Por causas diversas. Quien más encargos le realizaba era el rey Felipe IV, que a partir de 1644 estuvo de luto por la muerte de la reina, y que sufrió además la pérdida del príncipe Baltasar Carlos. En segundo lugar, la situación política de España era agitada: se produjo la destitución del Conde-Duque de Olivares, la sublevación de Cataluña que llevó al monarca a tomar parte en las llamadas jornadas de Aragón, con los consiguientes viajes del rey fuera de Madrid... No obstante, fue precisamente el rey quien le encargó realizar su segundo viaje a Italia, que se produjo desde 1649 hasta 1651, con el encargo de conseguir esculturas para la decoración del Alcázar.

¿Un pintor encargado de seleccionar esculturas? ¿Esculturas de la antigüedad?

Respondo por partes. Hablamos de conseguir copias de esculturas clásicas, puesto que los originales tenían un enorme valor, no salían de Italia e incluso podía resultar muy difícil que los propietarios accediesen a la realización de reproducciones, puesto que se entendía que esto mermaba el valor de los originales... Velázquez se encargó de traer algunas, sí, pero también hizo retratos, especialmente de altos personajes de la Corte pontificia, entre ellos el papa Inocencio X, que se conserva en la Galería Doria-Pamphili. Luego vino la etapa final.

De vuelta en Madrid.

Exactamente. Durante sus últimos años, Velázquez trabajó fundamentalmente para el rey, realizando retratos individuales y colectivos. Es en esta etapa cuando pinta Las Meninas. También recibió un último encargo de gran importancia, la decoración del Salón de los Espejos -el espacio principal del Alcázar de Madrid-, para el que realizó cuatro obras mitológicas de las que solamente ha quedado una, Mercurio y Argo, puesto que las tres restantes ardieron en el incendio de 1734. Ésta sería, a grandes rasgos, la vida del pintor.

¿Y en qué momento diría que se encuentran las investigaciones, tanto en el panorama nacional como internacional?

Quizá resulte exagerado decir que aparecen aportaciones significativas cada mes, pero, desde luego, no hay año que pase sin que se publiquen investigaciones. Algunas tienen fundamento. Otras, son obras de divulgación que permitirían preguntarnos si dentro de este campo vale cualquier cosa... Por último, se publican también textos sin fundamento alguno, que parecen buscar únicamente llamar la atención. Si me pide un diagnóstico, yo le diría que la investigación sobre Velázquez es una maquinaria en constante funcionamiento, alimentada por investigadores que trabajan a tiempo completo o (lo que resulta más habitual) realizan estudios parciales.

¿Cabría la posibilidad de que aparezcan nuevas obras?

Desde luego, aunque eso sería lo más difícil de encontrar. No digo que sea imposible, pero sí francamente complicado. Ahora bien, siempre hay documentos que pueden surgir, o nuevas dudas sobre algunas de sus obras, o interpretaciones diferentes. Mire, hace apenas unos días, mientras daba clase a mis alumnos de la Complutense matriculados en una asignatura monográfica dedicada por entero a este pintor [los estudios de Historia del Arte incluyen otras dos similares, una sobre Francisco de Goya y otra dedicada a Picasso], yo les animaba a seguir trabajando porque siempre puede haber novedades. Lo más difícil, en estos casos, es tener una visión panorámica completa, algo que se consigue precisamente enseñando.

¿Existe una asignatura enteramente dedicada al estudio de la obra de Velázquez?

Existe. La llevo impartiendo durante los últimos once años y me ha dado la oportunidad de tener una mirada de conjunto que no se consigue a través de simples conferencias, ni siquiera publicando artículos, que suelen ser siempre sobre puntos muy específicos. A mí la agilidad en el estudio de la pintura no solamente me la ha dado la investigación, sino también las clases, el contacto continuado con un auditorio comprometido y atento, que es algo de lo que disfruto en la Complutense y también en los cursos que he ofrecido en instituciones como el Museo del Prado, por ejemplo. A menudo es posible aprender mientras se enseña. Hombre, no me refiero al descubrimiento de asuntos conocidos por todos, sino de pequeñas cosas sobre el color, la pincelada, la composición...

Durante la última década han fallecido dos especialistas españoles estrechamente relacionados con la pintura del siglo XVII, Julián Gállego y, más recientemente, Alfonso Pérez Sánchez...

Julián Gállego fue una persona a la que admiré y quise bien. El catálogo que hizo para la gran exposición sobre Velázquez de 1990 fue muy útil a todos en aquel momento. Yo lo cito a menudo en clase, si bien fue escrito hace más de veinte años y algunos puntos de vista han cambiado desde entonces. Conocí también al profesor Pérez Sánchez, cómo no iba a conocerle, si era compañero mío de departamento y compartía línea telefónica con él... Su aportación al estudio de Velázquez también fue bastante importante, sobre todo como director del Prado, aunque quizás estuvo más volcado en el estudio de la pintura italiana. Y de los que hoy siguen vivos, tengo que reconocer que admiro a [Jonathan] Brown, que es la autoridad más reconocida en el mundo sobre Velázquez, por mucho que en España tengamos el defecto de tratar por sistema a los investigadores extranjeros con excesiva deferencia...

¿Diría que existe renovación generacional en los estudios sobre este pintor? ¿Tiene entre sus alumnos algún doctorando que trabaje sobre esta figura?

No, no lo tengo. Pero es que resulta casi imposible recomendar a Velázquez para hacer una tesis doctoral. Hace poco yo le comentaba a uno de mis alumnos que no deben hacerse sobre figuras ni obras excesivamente principales, porque, cuando somos jóvenes, y yo también lo he sido, rara vez estamos lo bastante formados como para lanzarnos a la tarea y salir airosos. En casos excepcionales, a veces por pura casualidad, sí es posible que el doctorando encuentre algo, un documento, una obra, que le permita publicar y contribuir a reforzar algunos campos de conocimiento sobre artistas universales. Otra cosa es que el doctorando sea un genio, claro... Ya que estamos en Toledo, yo podría contarle el ejemplo de una brillante alumna que quería estudiar al Greco y acabó especializándose en una etapa posterior a su muerte, la pintura toledana de la segunda mitad del siglo XVII...

Se refiere a la profesora Paula Revenga, que estudió a figuras como los pintores Simón Vicente y Blas Muñoz.

Ella me decía que no eran autores importantes. No tan importantes, desde luego. «Claro -le decía yo-, pero no puedo ponerte a trabajar sobre el Greco, porque el 99% de tu aportación se limitaría a repetir cosas que todos ya sabemos». Paula me hizo caso, trabajó en su tesis (a veces, renegando un poco), y hoy es profesora de universidad. ¿Que no trabajó en una etapa tan brillante como el siglo XVI? Es cierto, pero no por ello vamos a dejar de conocerla.

¿Y qué recomendaría a los estudiantes que pudiesen leer esta entrevista y que se sintiesen interesados por el tiempo de Velázquez? ¿Estudiar a los pintores de su círculo, como Juan Bautista Martínez del Mazo?

Sobre Mazo ya se hizo una tesis que no dirigí yo. Y no muy convincente, siento decirlo... Hay muchas cosas encima de la mesa, claro que sí. Podríamos comenzar por las aportaciones en Toledo de grandes figuras de la Corte que no solamente pasaron por la Catedral, sino por sus muchos conventos, por no hablar de sus pueblos. Si hablamos del siglo XVII, podemos empezar con Carducho y por Cajés para pasar más adelante a Ricci, Carreño de Miranda, el propio Claudio Coello... Ahora mismo estoy dirigiendo dos tesis sobre platería, otro de los campos que más he tocado. Una llega hasta 1600 y la otra tiene que ver con el siglo XVII. Cuando algún otro alumno se me ponga a tiro, veremos qué pasa con el XVIII...