El cazador murió en el acto por un tiro certero en la base del cráneo

J.A.J./Toledo
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Los médicos forenses pudieron confirmar en el juicio por el crimen del cazador que Antonio Fernández Muñoz murió en el acto. Recibió un balazo cuyos efectos fueron equiparados a la puntilla con la que se termina con el sufrimiento del toro en un coso.

El proyectil le entró por el lado derecho de la cara, junto al punto en que se une la mandíbula con la base del cráneo. La bala llegó a la conexión del cerebro con la médula espinal, un lugar crítico cuya ruptura desconecta la función respiratoria con una muerte inmediata.

Los forenses estimaron que el cazador recibió el disparo desde atrás, cuando tenía la cabeza ligeramente ladeada a su derecha. Esto es compatible con un disparo por sorpresa, propio del asesinato.

Por otra parte, peritos de balística de la Guardia Civil confirmaron que esta bala salió de la pistola automática del calibre 45 localizada en un corral en ruinas situado frente a la vivienda de ‘El conejo’ en Talavera. Durante este juicio, se ha sabido que al detenerse a este sujeto en 2006 por intentar atentar con explosivos contra un prostíbulo de La Nava de Ricomalillo se le hallaron balas de este inhabitual calibre, superior al usado por las Fuerzas de Seguridad.