Alberto Rodríguez: «El cine es arte, pero también negocio»

J. Guayerbas
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El cineasta comparte las claves de su proceso creativo y reivindica a la Administración más ventajas y menos trabas para el arte. Su último film 'La isla mínima' acaparó las preguntas

Desde Sevilla en AVE, Alberto Rodríguez pasó la tarde con el público del Festival CIBRA en el salón de actos del Palacio de Benacazón. - Foto: Yolanda Lancha

El Festival del Cine y la Palabra (CIBRA) ha convertido la ciudad por una semana en una meca cinematográfica en la que conocer de primera mano a directores, actores, productores... en definitiva, el mundo del séptimo arte al alcance de todos. Si esta tarde en el Teatro de Rojas se preestrena el film ‘Cantinflas’ de Sebastián del Amo con el actor protagonista Óscar Jaenada como invitado estrella, ayer el director sevillano Alberto Rodríguez compartía con el público las claves de un proceso creativo que le ha colocado en el granado palmarés de la cinematografía nacional.

«El cine es un arte, pero también un negocio». Comentaba antes de recordar sus inicios en el séptimo arte después de seis años de trabajo en televisión en programas de prime time y reportajes varios.

El año 1998 marcó un punto de inflexión en la trayectoria de Rodríguez. Con tres millones de pesetas, un equipo de ocho personas, actores gratis y Londres como escenografía, emprendió con Santiago Amodeo el rodaje de ‘El factor pilgrim’ que llegaría a la gran pantalla dos años más tarde, en el 2000. «Fue un momento que como decía Santiago Amodeo no iba a venir ningún productor a ponernos dinero encima de la mesa y empleamos la fórmula del hazlo tu mismo», señalaba.

«Lo que vengo a contar hoy, más que nada, es que a pesar de todo hay que seguir, cuando no tienes medios hay que superarse y seguir haciendo cosas», animaba a los jóvenes del IES Alfonso X que asistían a esta conferencia convertida en coloquio gracias a la última película de Rodríguez ‘La isla mínima’.

«Mis primeras experiencias parten de un momento en el que había mucho dinero, pero no en Andalucía, empezamos haciendo cine pobre cuando todavía no estaba de moda», añadía el cineasta que forma parte de esa generación de creadores audiovisuales que fundaron el grupo Cinexin para producir cortometrajes de 3 minutos en 16 milímetros con un coste medio por cinta de 10.000 pesetas-60 euros.

A pesar de la filosofía del cine pobre, Rodríguez reconocía que el séptimo arte «hay que hacerlo con dinero, las claves en nuestro momento fueron tener mucha ilusión, entusiasmo y a veces incluso tener desvergüenza ante situaciones que eran muy precarias», dijo.

Proceso creativo. Entre las confidencias compartidas con el público destacó el no rodaje a última hora de una producción sobre la vida en las cárceles españolas en la Transición. El escenario para el rodaje ya estaba cerrado cuando la Comunidad Valenciana decretó el estado de ruina a la cárcel modelo, el edificio sobre el que se escribió el guión, haciendo inviable rodar en ese espacio. «Buscamos otras localizaciones pero encarecían el rodaje hasta en 1 millón de euros y el productor es el que manda», señalaba.

En cuanto a ‘La isla mínima’, Rodríguez comentó al público que todo comenzó con una exposición de fotografías de Atín Aya sobre las marismas del Guadalquivir. «Detrás de esas fotografías había una historia, lo que intentamos fue escribirla y comenzar a trabajar sobre esas imágenes», apuntaba.

Asimismo, momentos previos a la conferencia el director también mostró su lado más reivindicativo para lamentar que la situación «es catastrófica en todos los niveles. El cine vive un momento espantoso y la cultura en general», y exigir al Gobierno «que hace oídos sordos a lo que estamos pidiendo y que no es tan complejo de entender: que la cultura sea más accesible al ciudadano y que el 21 por ciento del IVA se rebaje».