Experimentando con Monteverdi

José María Domínguez
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El conjunto de música antigua Musica Ficta dirigido por Raúl Mallavibarrena abrió la quinta edición del Festival El Greco en Toledo

Musica Ficta cosechó un éxito notable en la inauguración de la quinta edición del festival de Música El Greco en Toledo. Un comienzo prometedor. Y se enfrentaba a no pocas dificultades. Por ejemplo, la saturación de actividades con motivo de la noche toledana que restó público al evento y que amenazaba, poco antes del comienzo, con interferir por la amplificación del Ayuntamiento. Felizmente, no sucedió. A todo esto se añadía un reto: el de interpretar una selección de Il vespro de Monteverdi (1610) reduciendo la compleja y rica parte instrumental al acompañamiento de un arpa barroca. Una versión insuficientemente explicada y carente de todo fundamento histórico, por mucho que sea una partitura excepcional en la producción sacra del siglo XVII y por mucho que la experimentación sea un elemento clave en la obra de Monteverdi. Pero que, contra todo pronóstico, se reveló musicalmente fertil y eficaz.El concierto tuvo lo fundamental para ser bueno: unos intérpretes muy preparados y un acertado juego de variedad y contrastes en la ordenación del programa. Los finales de cada obra acabaron concentrando la máxima atención y construyendo una sencilla dramaturgia basada en la repetición, a modo de leitmotiv textual, de la doxología («Gloria Patri...»), resultando cada cual más bella que la anterior y creando así una cierta expectación.Por esta razón el comienzo del concierto resultó chocante, al plantearse algo precipitado y escogiendo la pieza que peor se adaptó a la plantilla: el responsorio inicial. El arpa no consiguió aquí transmitir el colorido orquestal de la toccata del Orfeo que Monteverdi concertó, genialmente, con un acorde monócromo en las voces, demasiado potentes en la versión de Musica Ficta. Pero esta fue la excepción que confirmó la regla del buen hacer musical que siguió. El dúo de sopranos comandado por la toledana Sandra Redondo junto con Manon Chauvin cautivó desde el principio del salmo «Dixit Dominus», segunda de las piezas en programa, destacando en perfecto estilo los madrigalismos, ya fueran las disonancias ruinosas de «implebit ruinas», ya la fluidez de las melodías en «de torrente in via bibet». El refinado «Amen» de la correspondiente doxología consiguió transformar radicalmente la atmósfera del evento. Siguió el motete «Pulchra es», una generosa competición para las dos sopranos que confirmaron su riguroso dominio técnico e intelectual de la seconda pratica, recordando por momentos la sonoridad e intensidad expresiva de los dúos de madrigales y óperas de Monteverdi. La tercera de las voces destacable fue la del tenor Ariel Hernández, que defendió con solvencia el motete «Nigra sum» a solo con el acompañamiento del arpa de Sara Águeda. Ella tuvo también su momento de protagonismo al interpretar la passacaille de Luigi Rossi (1597-1653), muy bien escogida y ubicada en el centro del programa por su carácter expresivo sobre el tetracordo descendente, emblema del lamento. No fue un mero pretexto para el descanso de los cantantes. Por su parte, el alto Jorge E. García destacó por sus intervenciones al comienzo del «Magnificat», quizá con menor potencia canora que sus compañeros. Completaron el conjunto con corrección Javier M. Carmena, tenor segundo y Simón Millán, bajo. En definitiva, voces muy singulares pero sometidas a una inteligente disciplina de conjunto que resultó visible en los detalles ya comentados y en piezas como el salmo «Laetatus sum», donde demostraron un buen trabajo en el juego de entradas sobre «Propter fratres meos» y una perfecta cohesión en el «Gloria Patri». La profesionalidad de los músicos dirigidos por Mallavibarrena se percibió también en su capacidad de sustraerse al ensimismamiento al que invita la belleza de la propia música, manteniendo con naturalidad la concentración en la afinación y en el tactus.La propina, el madrigal de Monteverdi «Ecco mormorar l'onde» (1590), quizá no fue la más acertada después del clima conseguido (¿hubiera quedado más elegante repetir algún fragmento del concierto?), pero cumplió con la función de agradecer el entusiasmo del público que aplaudió en pie. Un público que entró, en parte, escéptico y salió, en todo, feliz. Un público que merece más conciertos como este. Enhorabuena a Musica Ficta y al Festival de Música El Greco en Toledo.*José María Dominguez es director del Máster en Musicología de la Universidad de La Rioja.