Una gran calle también para Luis Tristán

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Meses después del homenaje a Maurice Barrés, la Real Academia toledana instaló una nueva placa conmemorativa en la Bajada del Barco. Hilario González reivindicaba la vía exclusivamente para el discípulo del Greco en su tercer centenario

Adolfo de Mingo Lorente

El homenaje póstumo a Maurice Barrès no fue la única conmemoración intrínsecamente relacionada con el Greco que se celebró en la Bajada del Barco en 1924. La calle, una de las más destacadas del Casco Histórico de la ciudad, sería testigo a mediados de diciembre de otro acto muy especial: el tercer centenario de la muerte del pintor Luis Tristán, discípulo del Greco y escasamente estudiado en aquel momento.

La Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, por aquel entonces una joven corporación fundada hacía menos de una década, fue la encargada de organizar las celebraciones. Estas comenzaron con una misa funeral en la iglesia de San Pedro Mártir que fue asistida por los capellanes del Asilo, institución que entonces ocupaba el enorme conjunto dominico, sede de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha en la actualidad. La ceremonia religiosa, de gran simbolismo y cuidadosamente organizada, según recogió el diario El Castellano en su edición vespertina del 13 de diciembre, se desarrolló ante una Crucifixión del propio Luis Tristán y tuvo acompañamiento polifónico.

Una vez finalizado el funeral, los asistentes, encabezados por el alcalde Fernando Aguirre (que había sustituido a José Benayas, el regidor que apadrinó el homenaje a Barrès en nombre de los toledanos), se trasladaron a la Bajada del Barco para descubrir una placa en la zona donde estuvo situado el domicilio del pintor, en las proximidades del Hospital de San Pedro. El edificio escogido, con esquina a la Calle Cardenal Cisneros, estaba ocupado entonces por el Laboratorio Municipal. La placa fue obra del escultor Roberto Rubio.

A diferencia del memorial en honor a Barrès (que desapareció y que sería sustituido por un breve recordatorio bajo la placa de azulejería que en la actualidad mantiene el nombre tradicional de la calle, Bajada del Barco), este testimonio sí se ha conservado, aunque mutilado en su parte inferior. En la fotografía, tomada en 1924, puede apreciarse aún la paleta de pintor que remataba la placa, coronada por una estrella de cinco puntas que acaso hubo quien confundió con la estrella roja de los emblemas soviéticos. Según puede apreciarse en la inscripción, la gran impulsora del acto fue la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, entonces presidida por Hilario González. La corporación, que llevaba preparando las celebraciones en honor a Tristán desde el año anterior, contribuiría también a difundir su legado a través de conferencias y publicaciones, como una espléndida monografía en Toledo: Revista de Arte en la que participaron Francisco de Borja de San Román, y Adolfo Aragonés de la Encarnación, entre otras firmas. Junto a especulaciones como la de atribuir a Tristán la identidad del retrato de Jorge Manuel Theotocópuli conservado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla o la sempiterna identificación de la Dama del Armiño con Jerónima de las Cuevas, se lamentaba no haber conseguido del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes la subvención necesaria para organizar una exposición.

La celebración de la efeméride por parte de los académicos tuvo una sombra. Se produjo en el momento en el que su presidente, Hilario González, poco después de descubrirse la placa, reivindicó en exclusiva la Bajada del Barco para  Tristán, «puesto que al fin y al cabo, éste, a más de vivir y morir en Toledo, dio gloria y esplendor con sus obras, mientras que el que ahora ostenta la calle [Maurice Barrès], habló bien del Greco, pero no de Toledo y los toledanos». González, en presencia de la corporación municipal y del resto de asistentes, rogó encarecidamente al alcalde que no se dejase «llevar nunca por apasionamiento alguno cuando se trate de cambiar o dar nombre a alguna de las calles de la ciudad», arrogándose a continuación para los académicos -con palabras que bien podrían formar parte de la controversia actual por el cambio de denominaciones en el callejero como consecuencia de la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica- la elección de «cuáles han de ser los hombres que merecen tal distinción y honor».