«Avanzamos hacia el extremismo y la fanatización»

Marta García
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«En algún libro digo que tener un pensamiento libre es un lugar solitario y ventoso. Y lo es. He pagado muchos precios», asegura la periodista y escritora Rosa Montero

Rosa es muy dicharachera. Le encanta hablar, ya sea de su nueva novela o de lo que sea porque nunca está al margen de la actualidad, de la vida política ni de lo que acontece en general. La entrevista es rápida por las horas y porque está ocupada, pero no se nota porque te atiende por teléfono con paciencia y una sencillez que descoloca un poco sabiendo que se trata de una de las escritoras españolas más reconocidas. Pero Rosa no es de egos ni de posturas, es tal y como se muestra, para lo bueno y lo malo. Una balanza con un difícil equilibrio que ella misma admite por no guardarse nada y opinar, pero le gusta vivir sin censuras, pague el precio que pague. Además, es muy agradecida, tanto que incluso se sorprende cuando se le lee una crítica literaria en la que se define la literatura de Rosa Montero como una aventura que siempre deja huella. No lo puede evitar, ella prefiere perder su protagonismo y dárselo a Bruna Husky, la detective, su personaje talismán que vuelve con una nueva novela.

Has participado este fin de semana en un encuentro con clubes de lectura de la provincia de Toledo dentro del Festival Cibra. ¿Qué le has contado a tanta gente? 

Con 400 personas más o menos, un encuentro tremendo. Normalmente en los encuentros de lectura se suele preguntar qué libros han leído y expliqué un poco como surgieron esas novelas, mi relación y algo de cada una de ellas. Y después abrí el coloquio porque los clubes de lectura son participativos y sirven para que la gente te pregunte las dudas y lo que quiera.

Los clubes de lectura son un ejercicio muy saludable. Sin embargo, se lee bastante poco en España. El Barómetro de los Hábitos de Lectura arrojó hace unos meses que el 40,3% apenas lee o no lee nada. ¿Cómo se te queda el cuerpo cuando escuchas este porcentaje?

Pero hay que ver que el 60% sí, que no está nada mal. La lectura siempre ha sido algo minoritario y ahora esa minoría es más grande que nunca... Aunque realmente en los últimos años está sucediendo una cosa perniciosa porque estamos dedicando entre cuatro y cinco horas diarias a mirar el smartphone y ocurre en todo el mundo. Así que todo este tiempo te impide hacer otras cosas, entre ellas, leer evidentemente.

¿Te afecta como escritora y desde el punto de vista editorial que haya tanta gente que no lea?

No. Me afecta mucho más que haya un 100% que dedique tantas horas al móvil. Eso me afecta mucho porque ha bajado la venta de libros en todo el mundo a causa de esto.

Acabas de estrenar hace un par de semanas una novela, ‘Los tiempos del odio’, la tercera entrega de la detective Bruna Husky… ¿Qué ofreces en este nuevo proyecto?

Estoy super emocionada con la novela y para mí es la mejor de las tres. Sobre todo, tengo la sensación de que ha sido como el final de una sinfonía porque hay algo que se redondea en esta novela, aunque se puede leer por separado y no hace falta haber leído las dos anteriores. 

Pero todo cobra sentido y entras en la novela con mucha naturalidad en ese mundo. En las dos primeras novelas estaba construyéndolo y en esta tercera lo habitas de forma natural, te lleva a la acción como un huracán hasta un final que para mí ha sido de los más emocionantes que he escrito jamás. De hecho, creo que tanto mi personaje, Bruna Husky, como yo hemos aprendido mucho con esta novela.

Hablas de final de una sinfonía. ¿No habrá más entregas de Bruna Husky?

Sí, la habrá. Es el final de un ciclo y dejo la novela en un punto tan peculiar y raro que estoy muerta de curiosidad por saber lo que va a ser de ella. Y no puedo saberlo si no escribo una cuarta.

Antes hablabas de tecnología con los smartphones y en esta tercera entrega el mundo tecnológico está muy presente al situar la novela en el futuro.

La acción se sitúa en Madrid, en el año 2110. Siempre he dicho que las novelas de Bruna Husky son las más realistas que he escrito, así que he intentado hacer un desarrollo de una sociedad absolutamente posible y probable en muchas cosas, tanto socialmente, políticamente y tecnológicamente. Me encanta la ciencia y la tecnología y ahí están. 

Es curioso porque hay cantidad de cosas que parecen rarísimas, pero son proyectos reales. Por ejemplo, en mi mundo hay dos plataformas orbitales que están en la estratosfera habitadas por dos sociedades tiránicas, una religiosa y otra laica, y a esas plataformas se sube con un ascensor espacial que va colgado con unos nanotubos de carbono… Pues bien, si tecleas ascensor espacial en internet salen hasta los planos porque es un proyecto real de una empresa japonesa para el año 2066. Así que cuando haya un ascensor espacial habrá plataformas espaciales porque ahora no las hay porque cuesta mucho llevar los materiales hasta allí arriba. 

Y como eso todo porque hay un desarrollo de las posibilidades tecnológicas hacia el mundo de Bruna que, en realidad, representa el mundo que vivimos.

Y a nivel político, ¿también se avanza o se retrocede en esta novela en el mundo de Bruna?

Estamos en los tiempos del odio, como el título, y es cierto. En la novela se habla de una sociedad crispada donde la lucha entre grupos tira hacia la involución política, unos a unos sistemas tiránicos, y otros intentan construir un proyecto de civilidad y de mejora de la democracia. 

Y es lo mismo que nos pasa ahora porque estamos ante un abismo de involución democrática y esta lucha ha existido de alguna manera desde el principio de los tiempos. Ya en las cavernas, la humanidad se dividía entre los cavernícolas que escogían una estrategia de supervivencia por medio de la colaboración y de compartir la comida y los cavernícolas que te pegaban una pedrada en la cabeza para robarte tu filete de mamut. Y todo esto ha existido siempre, unas épocas han sido  mejores y otras peores.

Sin embargo, ahora estamos en un momento especialmente crítico porque en el mundo está avanzando el extremismo, la fanatización, los populismos ultramontanos y ultrareaccionarios, así que hay que luchar por refundar y regenerar el sistema democrático.

¿Es complicado escribir una novela y contextualizar épocas tan dispares como el futuro 2110 y el siglo XVI?

En esta novela de Bruna la gracia es que sucede la acción dentro de noventa años, pero esa estructura de poder, esa lucha de la luz y las tinieblas viene de siempre, y es en la investigación de Bruna al intentar encontrar a su amante que ha desaparecido cuando se empieza a desvelar una trama de poder que se remonta hasta el siglo XVI. Y ahí hay un lapso de tiempo entre este siglo y el siglo XXII, pero no ha sido nada difícil porque tú te metes en el mundo de Bruna, la historia se va contando sola, tiene total coherencia y esa magia mala de un poder en la sombra que ha ido manifestándose desde hace muchos siglos. .

Una pregunta obligada, sobre todo, porque vivo en Toledo. ¿Algo pasa con un cuadro del Greco en la novela, ¿no?

Sí. Con El entierro del conde de Orgaz hay varias teorías, no me las he inventado yo. Es un cuadro muy enigmático y se te fijas lo es por la disposición y los gestos de los personajes. Esas teorías más o menos enigmáticas y más o menos esotéricas que explican el cuadro, fundadas o no, las utilizo para entrar y contar un poco esa historia de la secta de poder que viene del siglo XVI. Y no quiero destripar más. También está Juanelo Turriano, el gran ingeniero del siglo XVI también.

Es que Toledo da para mucha literatura.

Sí. Efectivamente. En Toledo da para muchísimo el libro.

Tenías que plantearte en un próximo proyecto incluir Toledo…

Sí, sí, es verdad, da para mucho.

‘Los tiempos del odio’ tiene también bastantes guiños a nuestra actualidad, sobre todo, con ese Madrid en el que están prohibidas las corridas de toros…

Sí, sí claro. Es que es verdad y es lo que pienso. Creo que las corridas de toros se van a acabar de aquí a treinta años, como pongo en la novela. He hecho un futuro posible he intentado que fuera probable.

La novela arranca con mucho tirón. Con una primera frase, ‘Sin amor no merece la pena vivir’, que se repite a lo largo del primer capítulo como si fuera un mantra…

Algo esencial en este libro es el tema social y político de una sociedad crispada y esa lucha entre el dogma y el pensamiento, pero la otra pata es la reivindicación del amor en todas sus facetas porque frente a esa sociedad del odio existe también la sociedad de la empatía. Me refiero a ejercitar las neuronas espejo y colaborar con el otro. 

Por otro lado, es una reivindicación del amor pasional que para Bruna es importantísima. Se trata de una novela de amor en realidad, de amor sentimental y pasional y para este personaje es muy importante porque es muy valiente físicamente, pero muy cobarde emocionalmente porque cree que los sentimientos la debilitan. Bruna ha ido intentando a lo largo de las novelas abrirse más a las emociones y a los sentimientos, pero en esta tercera entrega aprende y se atreve de alguna manera a ponerse en ese lugar de vulnerabilidad que te da amar.

La novela policíaca o negra española tiene mucho tirón desde hace años. ¿Quizá el éxito se encuentra en que aquí se humanizan más las tramas y los personajes?

La novela negra está de moda en el mundo entero porque por otro lado es una novela social y de las únicas éticas urbanas posibles contemporáneas. Pero en España desde hace treinta o cuarenta años los recursos policíacos han sido muy comunes. He pensado a veces que puede tener que ver con el hecho de que la novela negra es social y tiene una cierta relación con la picaresca nuestra, así que puede ser un rasgo de la cultura española que se ha vertido en el género negro.

En uno de los muchos blogs literarios en la red aparecía escrito que las novelas de Rosa Montero son como aventuras que dejan huella. ¿Te sientes identificada con esa definición?

¡Qué bonito! Se lo agradezco mucho a quien haya dicho eso y me encanta. Me parece emocionante que alguien que ha leído libros míos diga eso.

Hace unos meses fuiste galardonada con el Nacional de las Letras por tu trayectoria como escritora. ¿Sientes más responsabilidad a la hora de escribir desde que has ganado este galardón tan importante?

No, al contrario. El Nacional de las Letras fue terapéutico para mí porque curó un poco esa herida de inseguridad constante que tenemos los escritores. Así que no me siento más presionada, en absoluto. Ha sido maravilloso.

Es cierto que Rosa Montero habla y dice lo que quiere. ¿Esa libertad que te acompaña y define te ha costado algún precio?

Sí. He pagado todo el tiempo. Digo en algún libro mío que tener un pensamiento libre e independiente es un lugar solitario y ventoso...Y lo es. He pagado muchos precios y, a veces, ha sido muy duro. Pero creo que tenemos que hacerlo, intentar pensar el mundo con nuestros medios y pensar cada día hasta el fondo aunque te equivoques.

Como la columna que has escrito en El País esta semana titulada, Burbujas que matan, que es demoledora por la situación de los desahucios.

Sí. Es tremendo. A veces este tipo de cosas es lo que desencanta a la gente de la democracia y es un riesgo muy grande. Yo he nacido y crecido en una dictadura y sé muy bien que hasta la peor democracia es mejor que cualquier dictadura.

Volviendo a la columna. En ella apuntas que los medios de comunicación ya no son tan sociales con los desahucios como en los años de la crisis.

Sí, claro. De alguna manera los medios de comunicación son un espejo de la sociedad y la sociedad está dando la espalda a este tipo de cosas.