«Como mujer, he tenido que demostrar mi capacidad para todo»

Leticia G. Colao
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Es la corresponsal más famosa de la televisión, ha visitado 183 de los 196 países de la ONU y, aún jubilada, sigue luchando por un periodismo riguroso y comprometido y por los derechos y la igualdad de la mujer

Rosa María Calaf visitó la pasada semana la ciudad para inaugurar el IV Foro de Nuevo Periodismo de la Asociación Provincial de Periodistas de Talavera, donde demostró su espíritu aguerrido, peleón y la mayor disposición para hablar de su trayectoria, siempre en defensa de su profesión, «esencial para lograr una sociedad mejor, más democrática y justa». Sufrió, como pionera, las diferencias de género que aún hoy perviven, a menor escala, y asegura que ella busca un mundo «dirigido no por hombres o por mujeres, sino por los mejores».

Referente del periodismo pero también de la lucha por los derechos y la igualdad de la mujer, como pionera de la profesión en España. ¿Cómo vivió estos tiempos?

La verdad es que no fue nada fácil pero siempre ocurre a todas las mujeres que intentan meterse en ámbitos que consideran masculinos. Estamos hablando del año 70 y era mucho más complicado que ahora. Yo llego al periodismo casi por casualidad, porque primero estudié Derecho y mi intención era hacer carrera diplomática, pero siempre me había gustado escribir, y empecé a darme cuenta con mis colaboraciones en Radio Barcelona que era lo que yo quería hacer, salir al mundo y contarlo de alguna manera. Hay que pensar que estamos en la España de los años 60, que era todo muy oscurantista y opresor, sobre todo para las mujeres. Yo empecé en la radio y luego en seguida en RNE como reportera de calle, en eso fui la primera porque fue cuando llegaron las primeras unidades móviles.  

En seguida, como a los tres meses, pasé a TVE Barcelona, también como primera reportera porque hasta entonces había locutoras, pero no periodistas en la calle haciendo reportajes. Desde entonces he tenido la dificultad de estar demostrando permanentemente mi capacidad, porque no se supone que la tenga, y cualquier cosa que quieres hacer, tienes que demostrar que saber incluso después de hacerlo. Eso casi casi que sigue siendo igual ahora.

En TVE tuve la suerte de encontrar una jerarquía en la dirección muy conocedora de los medios americanos con una forma de hacer distinta, que me dio la oportunidad y confió en mí, aunque seguí luchando y peleando por mi espacio. Siempre cuento esta anécdota, cuando me fui a Madrid a hacer programas de magazine de la tarde con Amestoy y Matas me encontré con que la valoración de mi trabajo era ‘qué mona has salido’ o ‘qué bien te quedaba la blusa’. No con mala intención,  al revés, creían que con eso me halagaban, pero hay que empezar a marcar y hacer lo mismo, así que yo hice lo mismo, ‘ay qué bien te sienta la corbata’... y se dieron cuenta de que tenían que hacer una apreciación distinta.

Incluso en los primeros momentos, en su casting, ya defendió su interés de trabajar en televisión para defender la igualdad de las mujeres.

Si, nunca he querido que seamos más, nunca he querido un mundo dirigido por mujeres igual que nunca le he querido dirigido por hombres, quiero un mundo dirigido por los mejores, independientemente del género. Efectivamente en la prueba que me hicieron, me preguntaron por qué quería estar en televisión y yo dije que los medios de comunicación eran generadores de opinión y modelo social y creía que tenían una importancia a la hora de hacer una diferencia y construir un mundo mejor a todos, y que el mundo especialmente lo que quería era que hubiera ni programas de hombres y mujeres ni temas de hombres y mujeres, sino que la mujer ya estaba absolutamente en todo. Y me cogieron, pero lo primero que me mandaron hacer fue un desfile de moda (risas).

Hasta que llegué a ser corresponsal que era lo que yo quería hacer tardé 13 años, en los años anteriores, cuatro o cinco, estuve haciendo mucho como enviada especial, pero si hubiera sido un hombre hubiera podido ir más deprisa.

Como corresponsal le gustaba hablar en cada país con las mujeres porque son ellas las que le daban la verdadera realidad del país, no la oficial, protagonizada normalmente por hombres.

Exacto. Absolutamente, creo que la realidad se construye en la vida cotidiana, y la vida cotidiana es el ámbito de las mujeres, que no debería serlo, solo, pero de momento en la mayoría de los países del mundo lo es. La forma de saber realmente qué está pasando es hablar con las mujeres, sobre todo en aquellos países donde no tienen posibilidad, porque no les deja, porque hay unos niveles de discriminación y represión a las mujeres extraordinario, fundamentalismos religiosos, estructuras patriarcales... los hombres te dan siempre el mensaje oficial pero la realidad es el mundo de las mujeres. Y ahí es donde una mujer puede entrar, no te digo que los compañeros hombres no pudieran, pero les era más difícil.

¿Cuáles son los tópicos o estereotipos a los que tuvo que enfrentarse que ahora mismo ya no se sufren?

Por ejemplo que te digan directamente cuando monté la oficina de TVE para América del Sur con sede en Buenos Aires, con la compra de todo el material a Sony, que si «no estamos esperando a su jefe?» cuando dije que si firmábamos el contrato. Eso ahora sería más difícil que te lo dijera, probablemente lo pensaría, pero no lo diría. Ahora han mejorado este tipo de situaciones, en determinados ambientes y lugares, porque lo que hay que tener muy en cuenta es que tenemos que salir de esa idea de feminismo que solo se centra en la igualdad de género, pero visto desde el ámbito de las mujeres occidentales, blancas, con un nivel de educación que estamos peleando por espacios de opinión y poder, pero en las grandes empresas, corporaciones, medios... esa es nuestra lucha. Pero evidentemente hay una parte de lucha en la cotidianidad para eliminar los famosos mecanismos inconscientes, me gusta más que micromachismos, que están todavía ahí.

Pero esta lucha es muy distinta a la de las mujeres en esos países en los que tenemos que tener en cuenta que es una cuestión de raza, clase, color, orientación sexual... hay mujeres en el mundo que tienen problemas muchísimo más complicados que los nuestros, y que pelear por ese espacio, en lo público, les significa jugarse la vida. Por tanto hay que tenerlo muy en cuenta.

¿Cuál es su opinión sobre el último 8-M¿ ¿Qué supondrá para las mujeres en general, y más concretamente para las mujeres periodistas.

Creo que ha sido un punto de inflexión, un pulso de poner sobre la mesa un debate que estaba ahí pero mucho más arrinconado, que no formaba parte del debate diario. Tenemos que pensar que no es el final de nada, es el principio y hay que tener mucho cuidado de que este impulso no se desvirtúe. Hay una contrarrevolución ya, como siempre que hay un avance en los derechos, siempre hay un retroceso porque hay unas fuerzas muy poderosas que tratan de frenarlo.Hay que estar atentos porque cada vez son más sutiles. Ahora no nos enfrentamos a una prohibición sino a unas campañas de descrédito, de ridiculización, de banalización... hay que estar muy atentas, porque hay mensajes equívocos que pueden llevar a que ese impulso importantísimo acabe quedándose en la mitad de la mitad.

Se van rompiendo poco a poco los todavía duros ‘techos de cristal’, pero parece que la mujer aún no ocupa el lugar que merece en los espacios de dirección y opinión.

Efectivamente. Si miras las tertulias, ves todos los expertos, hombres, una mayoría enorme, parece que el conocimiento lo tengan los hombres, no las mujeres, y eso es algo que hay que cambiar porque es obvio que hay infinidad de mujeres aunque no son visibles. La paridad debe ser equilibrada, somos más de la mitad de la población, es esencial. Que el papel de la mujer no se considere de segunda categoría.  

La calidad y el rigor en el periodismo no entiende de distinciones de género.

El rigor, el buen periodismo como en cualquier profesión, es decir, el buen trabajo no tiene nada que ver con el género. La lucha por los espacios de la mujer no es contra nadie, eso es importante que se entienda, es algo a favor de todos, de la calidad y de una sociedad mejor en donde se intimicen los talentos y los esfuerzos de todos.

¿Cómo ha cambiado el periodismo en todo este tiempo? ¿Ahora hay mucha más información, en todos los formatos y casi instantánea, pero se puede decir que estamos mejor informados?

No, no, para nada. Creo que han cambiado muchas cosas para bien, evidentemente, porque la tecnología facilita muchísimo, es un instrumento magnífico, pero está claro que esa misma tecnología también ha complicado mucho la situación proque como es una herramienta si se usa bien es en positivo para un mejor periodismo pero si se usa mal, es para un peor periodismo.

Ahora mismo hay un exceso de supuesta información con una calidad muy dudosa. No es que antes la información fuera siempre buena y ahora no, pero el problema ahora es el alcance, la difusión, la rapidez con la que llegan los mensajes y a la cantidad de gente. Evidentemente el separar lo tóxico de lo no tóxico es mucho más difícil, por tanto ahora la ciudadanía cree que está informada, pero si no ejerce un sentido crítico muy rígido, lo que tiene es solo entretenimiento, no información.

El ciudadano tiene entonces también la responsabilidad de conocer dónde y con quién se informa.

Claro. La responsabilidad es de todos, es obvio que la mayor responsabilidad es la de aquellos que tienen mayor poder, la responsabilidad de que haya un periodismo riguroso, independiente, global, es principalmente de las fuerzas políticas y de las empresas mediáticas y periodistas, que tenemos que dar un trabajo comprometido, pero está claro que el ciudadano tiene que esforzarse y aprender a informarse bien y a exigir buena información. Eso requiere un gran esfuerzo y una buena preparación, y ser muy críticos, no quedarse solo con aquello que le satisface y encaje con lo que le gusta. No basar sus opiniones en lo primero que le llega.

¿Cómo ve ya desde fuera la situación actual de TVE, las críticas a sus contenidos y las quejas de los trabajadores por falta de objetividad?

Siempre TVE ha tenido problemas porque en las televisiones públicas, todas, nunca se ha ejercido la obligación de que sean un servicio público y siempre han tenido interferencias, más sutiles o menos sutiles, pero siempre ha habido ese concepto confuso. La etapa última fue sin duda la peor porque ya era muy descarado, sesgado y al servicio de determinados intereses.

Ahora, ese interinato que hay parece que da una cierta esperanza porque parece que se están haciendo las cosas diferentes y con una vocación de pluralidad, rigor y servicio, con muchos problemas todavía y con idas y venidas, pero al menos ha habido un cambio a mejor, pero ahora hay que ver cómo se concreta. Yo sinceramente, confío en que se convierta realmente en una televisión pública. Hay esperanza, pero sigue abiendo las mismas puertas instructoras por todos lados que pretenden que no se consiga. Yo tengo esperanza, porque soy optimista, pero una esperanza escéptica.

Con su bagaje profesional en la mano, qué le diría a los nuevos graduados en Periodismo, especialmente a las mujeres.

Que este es un trabajo absolutamente necesario para construir una sociedad libre, en la que las personas puedan defender sus derechos. Sin un buen periodismo eso es absolutamente imposible, igual que si no hay una buena educación. Partiendo de ese carácter de esencial para la libertad de las personas, hay que pensar que es mucho más que un trabajo, porque es un compromiso, uan responsabilidad. No es fácil pero hay que pelear y vale la pena. Animaría a que se siga basándolo en la mejor formación, mayor disposición, disponibilidad personal y el máximo entusiasmo.