Cuando villanos y héroes son lo mismo

J. Monroy
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CiBRA se acerca a la cada vez más difusa frontera de buenos y malos en el séptimo arte, partiendo de los personajes de las grandes obras literarias, y lo hace en una mesa redonda también en base a un libro, del ensayo Héroes y villanos en el cine

Héroes y villanos del cine y de la literatura se pasearon ayer por la alfombra roja del Museo La Celestina de La Puebla de Montalbán, en el marco del CiBRA. La presentación del volumen Héroes y villanos en el cine, del periodista y filólogo David Felipe Arranz (editorial Pigmalión) dio pie una mesa redonda sobre los arquetipos de la ficción. Arranz desgranó algunos análisis de estas figuras del cine incluidos en su obra, junto a la escritora y periodista de investigación Cristina Martín Jiménez, el filósofo Luis Miguel Rodríguez y el escritor y crítico de cine Juan Manuel Corral.

En su ensayo, Arranz estudia cómo han influido las obras literarias que mejor han perfilado héroes y villanos a través del cine, y llega a la conclusión de que «si hay algo atractivo en un personaje es su evolución». Habla de personajes con luces y sombras junto a tonos grises; villanos con alma de héroe o héroe que se convierte en villano cuando no respeta la libertad de los demás.

En la mesa redonda se trató el cine como reflejo social, pero que también propone modelos, puede ser hasta un modelo de aprendizaje para besar, como ocurre con Cinema Paradiso. Pero también recogió lo que Arranz trata en su libro, la disolución de los límites entre héroe y villano, hoy ya casi totalmente desdibujados, hasta el punto que los personajes ya muestran la parte de cielo e infierno que hay en todos. «Ni todos los villanos son tan malos, ni todos los héroes son tan buenos», apuntó Arranz.

Es algo que ya comenzó con Planeta Prohibido (1956), basada en La Tempestad, de Shakespeare, donde el protagonista principal es un científico al que «la criatura se le va de las manos y es una especie de juguetes que contiene todos los anhelos del científico». También Ford recoge en Centauros del Desierto un trasunto de Ulises, «que también es un asesino de hombres, que no respeta mucho la vida de los inocentes». Después, los thriller políticos de Estados Unidos de los 70 dieron otro salto. En Todos los hombres del presidente, el propio Nixon se convierte en el villano, «es un tipo que recurre a métodos poco ortodoxos para espiar y chantajear a la oposición». Los casos de corrupción y las grandes manifestaciones de Estados Unidos tambalean las estructuras de buenos y malos. En esa época se da un cambio de roles, que llega a su cumbre en 1983, con Darth Vader en el final El Retorno del Jedi.

Al final, series actuales como Narcos o Breaking Bad muestran un villano como protagonista principal; «es un villano humanizado, es un villano que tiene criterios éticos familiares, de construcción de núcleos de valores para los suyos», en la serie de El Padrino. Todo ello, apuntó Arranz, tiene que ver con los líderes del mundo, «que un reverso oscuro demasiado tenebroso y el cine se inspira mucho en ellos».

El ensayo. Arranz ha realizado se realiza un recorrido por los grandes personajes de películas poco conocidas dirigidas por los directores como Ernest B. Shoedsack, John Ford, Fred Zinnemann, Stanley Kubrick, entre muchos otros. Además, reivindica el papel que ha jugado el cine europeo en la construcción de valores y sensibilidades a lo largo de las décadas de los años 50, 60 y 70: Georges Franju, Jirí Menzel, Jirí Weiss, Ion Popescu-Gopo, Milos Forman, Alain Resnais, Michelangelo Antonioni o Joseph Losey.

El tomo reúne una treintena de análisis sobre cineastas y películas de trasfondo literario o filosófico y realiza una catalogación de los villanos del celuloide, que van de los asesinos en serie a los villanos de opereta, pasando por los científicos locos. Planeta prohibido (1956); Espartaco (1960), que adapta la novela de Howard Fast; El mundo de George Apley (1947), inspirado en la novela de John P. Marquand; las películas de las décadas de los años 40 y 50 basadas en obras de la Generación perdida o conexiones insólitas como la fascinación de Disney por grandes personajes literarios.