«Deberíamos referirnos a Toledo como un único gran yacimiento»

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Jesús Carrobles abrió la tertulia del Ateneo sobre presente y futuro de la ciudad visigoda. El medievalista Ramón Gonzálvez concluye que el monasterio Agaliense estuvo en la Peraleda

«Deberíamos referirnos a Toledo como un único gran yacimiento» - Foto: Yolanda Lancha

«No tiene ningún sentido, desde un punto de vista arqueológico, establecer distinciones: los restos arqueológicos de la Peraleda y los de la Vega Baja forman parte de una misma realidad, al igual que ésta no puede entenderse sin el Circo Romano. En definitiva, deberíamos acostumbrarnos a hablar de un gran yacimiento llamado Toledo, no de varios restos diferentes».

Estas palabras del arqueólogo Jesús Carrobles fueron pronunciadas ayer durante la tertulia organizada por el Ateneo sobre el presente y futuro del Toledo visigodo, un encuentro que fue celebrado en la Venta de Aires y que contó con la asistencia de prestigiosos historiadores de la ciudad, desde el medievalista Ramón Gonzálvez hasta los arqueólogos Ramón Villa y Juan Manuel Rojas.

Jesús Carrobles abrió la sesión con una disertación sobre las nuevas reinterpretaciones del pasado visigodo, insistiendo en la importancia que la Toletum romana tenía ya mucho antes del impulso que le brindó el rey godo Atanagildo, con el que tradicionalmente se han identificado los orígenes de la ciudad visigoda. «Hablar de ruralización de la sociedad durante el Bajo Imperio no debe desviar nuestra atención de los enclaves urbanos -continuó Carrobles-, que continuaron existiendo y desarrollándose años antes de la llegada de los visigodos». De hecho, según el arqueólogo, los descubrimientos realizados durante las últimas décadas permiten considerar esta ciudad como el principal enclave de referencia en el Occidente mediterráneo entre finales del siglo V y comienzos del VIII, un marco fundamental no solamente para la configuración de la monarquía asturiana y elReino de León, sino para el desarrollo del mismísimo Aquisgrán, en pleno corazón del continente y origen de las realidades que siglos después llamaremos Francia y Alemania.

El arqueólogo destacó el peso político, simbólico y cultural de la ciudad durante esta etapa y se refirió al gran número de vestigios visigodos repartidos por la provincia de Toledo en comparación con otras zonas de España. «Aquí podemos hablar de sesenta o setenta manifestaciones visigodas bien desarrolladas, mientras que en otras provincias solamente hay dos o tres, y en determinados casos ninguna». Carrobles añadió no obstante que es paradójica la falta de manifestaciones palpables del poder visigodo en la capital toledana «cuando, sin embargo, tenemos una enorme cantidad de fuentes sobre asuntos como los concilios, las leyes o los ritos palatinos». Incluso consideraciones tan básicas como el significado concreto de ‘suburbio’ o ‘pretoriense’ (palabras cuya concisión puede modificar sustancialmente muchas líneas de investigación) siguen enfrentando a los especialistas. Para concluir y para destacar de nuevo la importancia de la Vega Baja (y, por extensión, de la Peraleda, el Circo Romano y una vastísima superficie que llega a penetrar en los barrios de Buenavista y San Antón), el ponente manifestó que «los toledanos deberíamos ser conscientes de que no es un yacimiento más, sino ‘el yacimiento’. En otras palabras, la Camelot del Mediterráneo occidental».

Otro arqueólogo, Juan Manuel Rojas, recordó que el catálogo de restos visigodos -desde sillares labrados y diversos elementos arquitectónicos hasta manifestaciones de cerámica- es cada vez más amplio y complejo. Por este motivo, añadió, causa perplejidad entre historiadores y arqueólogos que hasta la fecha no se haya desarrollado ningún proyecto de investigación a gran escala, y que el conocimiento sobre el pasado visigodo se haya producido sustancialmente a resultas de hallazgos casuales o de supervisiones técnicas forzadas por el cumplimiento de la Ley de Patrimonio en las últimas décadas.

Por otra parte, al igual que carece de rigor científico la distinción entre la Peraleda y la Vega Baja en términos arqueológicos, Rojas recordó que el mismo error se produjo a comienzos de la década de los noventa, cuando tuvieron lugar las obras de la Consejería de Obras Públicas. «Corremos el riesgo de no aprender de los errores cometidos entonces y repetidos diez años después en la Vega Baja, y que volverán a darse en la Peraleda una vez más si no hacemos nada para remediarlo».

Gonzálvez y la Peraleda. En la tertulia intervino asimismo el historiador y archivero Ramón Gonzálvez, quien compartió con los asistentes sus investigaciones a propósito del monasterio Agaliense, las cuales próximamente serán publicadas en una revista especializada italiana. El medievalista concluyó que este complejo religioso al que permaneció vinculado San Ildefonso estuvo situado aguas abajo del Tajo, más allá del puente de madera que existía en época medieval antes de la construcción del paso de San Martín. Concretamente, en las inmediaciones de una torrentera que nacía en la Bastida y que hasta hace no muchos años desaguaba a la altura de la Peraleda. Documentos mozárabes permiten asegurar que el monasterio Agaliense -incluida la iglesia de este cenobio, que en ocasiones aparece recogida en las fuentes bajo la advocación de los Santos Cosme y Damián- perduró hasta el siglo XIII. «Las fuentes históricas ya nos han permitido comprobarlo. Solamente falta la corroboración arqueológica, aunque me consta que en la zona se han hallado con facilidad sillares de piedra y otros restos».

La tertulia contó también con la presencia de historiadores como Ventura Leblic y Daniel Gómez Aragonés, quien habló sobre los invariantes simbólicos del Toledo visigodo hasta la actualidad.