Huracán Álvaro Lorenzo

Mario Gómez
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Se dispone a participar en su tercera corrida del Corpus, ya con la vitola de ser uno de los toreros que más apetece ver. Responsabilidad e ilusión se conjugan ante una tarde como la del 31 de mayo. «Es un privilegio torear en Toledo», explica

Tras cuatro años de asedio, en 1085 el rey Alfonso VI accede triunfal a la ciudad de Toledo. La espera fue dura. Hoy frente a una de las puertas de su muralla, la de Bisagra, otro asedio se prepara. En esta ocasión, no al núcleo de la ciudad, sino a uno de sus enclaves más representativos: su plaza de toros.De momento, Álvaro Lorenzo (Toledo, 1995), pasea por los Jardines de La Vega, y le acompañamos.En nuestro paseo a los pies de la muralla, entre árboles centenarios y estatuas de reyes, Álvaro nos desgrana su trayectoria. Anhela plasmar en su plaza la faena que sueña, el enclave es idóneo para lancear al viento imaginando embestidas encastadas en el coso de Mendigorría. La conversación es fluida, pero no continua. Un chico que le pide una foto, un señor que le reconoce como ex-compañero de su nieta, incluso unas niñas que a nuestro paso comentan «es Álvaro, el torero» sus uniformes escolares delatan que fueron al mismo colegio. Álvaro se para y las saluda, incluso han compartido profesores. Comienza a ser conocido «Toledo es relativamente pequeño, al fin y al cabo los que somos de aquí de toda la vida, nos conocemos», afirma.Acaba de cortar una importante oreja en Nimes a un toro de Jandilla hace escasos días; pero sin duda, las tres orejas en Madrid el Domingo de Resurrección son un hito en su carrera, «un sueño cumplido». Su día a día ha variado poco, «entrenamientos, toreo de salón, comer, descansar y ahora durante el mes de San Isidro ver los toros por las tardes. Cuando hay campo, vamos». Profesionalmente, «ha sido un golpe de efecto», que sirve para entrar en algunos sitios; personalmente, «da moral y confianza».